jueves, 19 de noviembre de 2009

PEDRO A. GONZÁLEZ MORENO: Más allá de la llanura.



En la mesa y en primer término Pedro A. González Moreno, Manuel López Azorín y José Alberto Clemente.






Pedro A. González Moreno ha escrito un libro: Más allá de la llanura (Biblioteca de Autores Manchegos, Diputación de Ciudad Real, 2009) que, sinceramente, tras leerlo, he querido escribir algo sobre él y sobre su autor (el poeta, no puede ser de otro modo, es el narrador que ha sabido viajar con los pies y con la memoria que es, siempre, la materia de los sueños para Pedro A. González Moreno, mezclando realidad, crítica realidad al tiempo que verdadero amor, haciendo literatura (real o imaginada) para ofrecernos un paisaje múltiple y diverso de una tierra que ama profundamente sin impedirle por ello ser riguroso, honesto, reivindicativo, nada localista o provinciano y muy sincero en sus reflexiones sobre la identidad y la cultura castellana-manchega.

Esta es su tierra y de ella trata este libro que, seguro estoy, todos aquellos que lo lean, convendrán conmigo en que, más allá de los tópicos, que aquí no son el caso, y más allá de la llanura manchega, el autor nos muestra, los ríos, los montes, las sierras, los pueblos en una obra de interés general para todos y, en particular para los castellano-manchegos. Esta es su tierra, la que le vio nacer,crecer con la solanera, bajo la sombra de la higuera, sentir, vivir, y penar, soñar,salir y regresar una y mil veces, por amor, en un eterno viaje que no acabará, ni por la realidad ni por el sueño, hasta que, como el río manriqueño, no llegue al mar.

Pedro A. González Moreno (poeta ante todo) nos va descubriendo una geografía física y sentimental, unas rutas que ya sólo existen en la memoria y otras, apenas conocidas porque la sombra de Don Miguel y sus inmortales y universales personajes no llegaron a ellas. Nos ofrece este poeta un viaje circular, que no termina, aunque finalice, aquí, en el papel escrito, porque además del viaje físico nos regala un viaje interior "trazado sobre el mapa de la memoria y escrito con la luz de la llanura" que son las palabras de su dedicatoria, que agradezco, y que, tras leer el libro y conocer, aprender con él, sé que son absolutamente ciertas.


Escribí, hace ya tiempo, en un artículo sobre la poesía de Pedro A. González Moreno, lo siguiente: Todo lo que la casa de la memoria - que es sueño y realidad, mezclado, fundido- atesora, surge aquí con un desencanto iluminado entre las sombras, a la vez que con serenidad poética en la trayectoria de un poeta coherente como González Moreno que escribe su discurso con la sangre del trazo y de la vida, con esa mezcla entre la experiencia de lo cierto y la conciencia de lo soñado.

El libro, que acompaña unas palabras previas del autor, está estructurado en dos partes. En la primera: La utopía, el manchego que es Pedro A. González Moreno reflexiona sobre la identidad y las raíces de su tierra, una tierra de diversidad y de contrastes en su geografía y en sus gentes y, también, en esa falta de identidad que algunos autores le atribuyen y que es, precisamente, lo que, parece ser, la identifica, porque es su diversidad, histórica, arquitectónica, geográfica, cultural y humana, todas ellas juntas, lo que puede hacer que las raíces de esta tierra germinen un fruto unificador y vertebrado.

Pedro A. González Moreno nos habla en los capítulos que conforman esta parte primera, además de la identidad, de la tierra, de la literatura manchega (con interrogación) de los poetas que se fueron,hermoso y lírico homenaje a todos los poetas y, en especial, a los de esta tierra, sin exclusión, desde los verdaderos poetas con profesión de fe, de éxtasis, a los poetas cultivadores de hornacina, placa, busto o cualquier tipo de gloria, temporal o intemporal, desde la cuna. Nos habla del hombre y sus paisajes, externos e internos,esos donde nacieron o contemplaron a lo largo del tiempo o de aquellos otros que les crecen por dentro. Y nos habla del verdadero amor a la literatura terminando esta primera parte, breve pero intensa, con una leyenda del Reino de Barataria. Leyenda donde yo he creído ver reflejada la simbología de un pueblo castellano-manchego, unido en su diversidad.

En la segunda parte: Relieves de una geografía sentimental. Más extensa y dividida, nuevamente cinco apartados, como las cinco ramas de un mismo tronco, como los cinco hijos del rey de Barataria, nos hace viajar con variedad de tonos: narrativo y lírico,reflexivo y elegíaco,amoroso y crítico, y con criterios objetivos de equilibrio, Pedro A. González Moreno, con su personal mirada de poeta imaginativo y de hombre con los pies en el suelo, nos muestra su visión de la tierra castellana-manchega, de modo literario pero sin faltar a la verdad de su realidad, histórica, geográfica y humana. Una visión que, como asevera él, se acerca en lo real al pragmático personaje cervantino de Sancho Panza y en lo imaginativo al loco soñador e inmortal Don Quijote. Personajes que si bien han paseado, fomentado y difundido por todo el mundo, esta llanura y sus periferias, esta tierra castellano-manchega, también, en cierto modo y naturalmente debido a la magnitud de su grandeza, han dejado a media luz o a media sombra algunos lugares y algunas voces.


Pedro A. González Moreno (Calzada de Calatrava, Ciudad Real, 1960) es, como he dicho ya, poeta, un muy buen poeta a mi juicio; pero también narrador, crítico literario, Licenciado en Filología Hispánica y profesor de Literatura. Sus cuatro libros de poesía que son Señales de ceniza (1985), Pentagramas para escribir silencios (1986), El desván sumergido (1997) y Calendario de sombras(2005) están recogidos en una antología publicada por Ediciones Vitruvio, en 2006, bajo el título La erosión y sus formas. En narrativa es autor de la novela Los puentes rotos (Calambur, 2007) y en ensayo la obra titulado Aproximación a la poesía manchega, publicada en 1988.

En aquel artículo al que me referí al principio y que escribí sobre su poesía, decía yo: Por este Calendario de sombras, por esta casa de la memoria y también del olvido porque lo vivido muere y se transforma en materia de sueño, por ese tiempo ya sin ayer ni mañana, se pasea el poeta: Si pudieran tocarse los recuerdos, Agua de sal y de erosión que sólo / tiene la memoria ya de sus naufragios y con todo ésto, con este equipaje, baja el poeta a buscar el poema, Pero el poema (su verdad no escrita)... se queda ahí, aún no pronunciada ¿Cómo describir con la palabra, con el lenguaje, aquello que vivido o soñado, siente el alma a través de la carne y la memoria?

Cierra este libro, que podría enclavarse en la literatura de viajes pero de un modo peculiar, singular, personal... Pedro A. González Moreno con un Epílogo a dos voces donde nos habla sobre Baciyélmica (aquel objeto que fue robado al barbero y que la visión delirante y quijotesca hizo trocar para uno en yelmo y para otros en bacía) y donde con un hermoso resumen de ese viaje, repito externo e interno, nos da cuenta de su realidad social y geográfica con una apasionada emoción de amor y de esperanza, para entrar en un final donde La belleza desolada nos nos habla de toda la extensión y toda la desnudez de una tierra que le muestra su belleza más recóndita: Esa que a menudo no se percibe por encontrarse unas veces demasiado oculta y, otras veces, demasiado cercana.
Sin duda un hermoso canto de amor y de esperanza el que nos ofrece este poeta-viajero por su tierra, y por sus gentes, desde oriente hasta occidente y del norte a sur, para hablarnos de la realidad y del sueño.

Termino y "cuelgo" este poema, de Pedro A. González Moreno, que siempre me ha parecido una hermosa elegía de la ausencia, de lo perdido, de lo dejado atrás, vivencias, personas, objetos, tierra... recuerdos que pertenecen a nuestra memoria en el paisaje sentimental de nuestras vidas.

17

Cómo escribir la ausencia ¿Con qué caligrafía
que contenga en sus trazos
ese agrio perfume que dejan en el aire
las cosas que se pierden?
¿Con qué oscura fonética deletrear la noche,
con qué sílabas torpes ir llenando los huecos
que quedaron abiertos de pronto entre las cosas?
¿Con qué adjetivos recobrar de nuevo
el calor de esas ropas que ya no son de nadie?
¿Con qué piel ir tocando
ese frío que ahora tienen todos los muebles
o ese espejo que sólo multiplica a las sombras
de todas sus imágenes?
¿Como decir que dentro de un armario es noviembre
o que en esa intemperie que es la luz sin tus ojos
casi siempre es invierno y anochece deprisa?

Del libro: Calendario de sombras. También lo podéis encontrar en la página 106 de la antología La erosión y sus formas.

4 comentarios:

chema barredo dijo...

sr Lopez Azorín, sus reseñas sobre poetas merecen mas altavoz,luces y sonido (y no es que esta sala sea pequeña)

(posiblemente me pase hoy por el Ateneo-libro de Aaron)
un abrazo

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...

Para Chema Barredo: gracias Chema por ser tan generoso en tus comentarios.
Yo no puedo acercarme al Ateneo, ya se lo dije a Aarón, y bien que lo siento; pero otro compromiso me lo impide.
Disfruta de Aarón y de Gracia y, cómo no, de Mestre. Buena tarde.
Un saludo

Jesús Arroyo dijo...

Muy buenas:
Desde que estoy entrando a este blog, todo es aprender.
Una gozada.

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...

Para Jesús Arroyo:
muchas gracias Jesús. Todo es un continuo aprender de todos y yo soy el que aprende constantemente.
Un saludo