sábado, 26 de junio de 2010

Antonio Daganzo: Mientras viva el doliente







Recibo un nuevo libro de Antonio Daganzo. Leo y siento en su lectura un temblor, humano y poético, que me retrotrae a otra infancia donde el descubrimiento de la enfermedad y la muerte me hacen comprender y compartir este dolor de versos emocionantes y emocionados al tiempo que el gozo, también, de asumir lo que la vida tiene de dolor frente a los infortunios y de alegría del instante en el que estamos y nos sentimos vivos.

Este libro nos acerca a un tiempo infantil de enfermedad y dolor y, desde la mirada del tiempo, nos muestra un dolor vivo por el cuerpo y la mente que (no) vive de espaldas a sus lágrimas. En la enfermedad, en la vida toda, las lágrimas descargan emoción, liberan, sirven para aclarar, para asumir (recuerdo aquí a D. Antonio Machado: Hoy es siempre todavía.) que ese hoy es siempre lo que es y mientras exista hay que vivirlo, luchar para matarse al desaliento, para gozar, sufrir, en una dicotomía de pasos que progresan.

Siempre he pensado que la Poesía es el agua de ese río donde vamos todos los diferentes afluentes para tratar de mirar en ella ese invisible misterio, que tan sólo se muestra cuando quiere a quien quiere. Cantar con la desolación para salvarse de la desolación, para vencer con atemperada alegría, la aceptación, el Hospedaje de un cuerpo que se sabe maldito, con el gozo de estar vivo. Daganzo ha sabido mirarse y mirar. Poesía, ésta, de pálpito, poesía de luz que alumbra lo invisible.

Mientras viva el doliente (Ediciones Vitruvio, colección Baños del Carmen, Madrid,2010) es el tercer libro, y el que más me ha gustado hasta ahora, de Antonio Daganzo que si bien antes ya apuntaba maneras con su técnica, su ritmo, su son… ahora se convierte en música de los sentidos con su íntima confesionalidad, en sinfonía de la realidad poética con sus negras y blancas notas, en melodía de memoria, en concierto de esperanza. Un emocionante y singular libro.

Desarrolla el autor un tema que marcó su infancia, la enfermedad, y lo ha escrito desde la reflexión, desde la experiencia y también desde la imaginación. Este poeta, joven aún, demuestra en este libro, madurez y nos ofrece un recorrido lírico donde la vida reclama el gozo del presente pese a lo efímero del ser humano porque, pese al dolor: Callar también, / saber que los discursos son estériles / ante el silencio íntimo de un cuerpo. Guarda el doliente en la memoria todo y camina hacia el gozoso patrimonio de la vida: el hoy que es siempre todavía.

Reflexiona el doliente, sobre lo que le perturba, nos hace saber. Sonetea endecasílabos de impulso, con rabia, para enfrentarse al dolor, frente a los perros de arena,(…) sempiternos esbirros del dolor frente a la muerte con la que llega a hermanarse y a contraponerla a la vida que le ofrece un atisbo de luz, Esta Memoria del doliente nos acerca a un niño que ya era escritor forzoso/ (con trazos de) sangre en el papel vertida /amenazando lluvia.

El joven doliente, lento su paso, tierno su pesar porque en la vida El miedo corrobora la existencia / y se cobra su vértigo. Un vértigo que a veces paraliza la figura no avanza/ se detiene / y, sin embargo, el caminante es más que nunca piernas. Ya que lo mejor para vivir el instante, para seguir el instante siempre es: Correr, saltar, tomar la iniciativa, / nadar bajo la espuma arracimada / contraria a la corriente,…

La infancia ya pasó, dejó su marca en los sentidos. Ahora el caminante la boca en grito cede y se resuelve en sonrisa. El caminante y la fiebre enamorada miran hacia la luz, hacia la vibración futura de los astros. Así, tras el dolor de la enfermedad, tras una lucha entre rabiosos endecasílabos, enfrentado a los perros de arena que son del miedo afán de madrugada, tras la memoria niña del doliente, de la ternura, del amor, de la madre y del aprendizaje de ser misterio de sí mismo, tras el caminante y la fiebre que trastoca el dolor en sonrisa de aceptación de vida… El poeta, el doliente, que ha vertido con la sangre del trazo lo más íntimo, ya sabe bien que es: este hombre que ahora vive.

Leed este libro. Yo lo recomiendo, como lo recomienda la Asociación de Editores de Poesía, porque es muy buen libro.

Os dejo un poema suyo, uno tierno (y premonitorio ¿en el subconsciente del poeta de hoy?).

El niño que fue casa
siguió siéndolo,
porque la casa supone la aventura mayor,
la exploración primera,
la raíz imaginada de los árboles
que duermen.
Belleza sin anécdota: conquista de una infancia
atestada de añicos
mientras el alma aprendía su música sin texto,
la palabra precisa
con que robarle al mundo su revés codiciado.
Aún sin saberlo,
el niño
ya era escritor forzoso:
sangre al papel vertida
amenazando lluvia.

4 comentarios:

Jesús Arroyo dijo...

Hola Manuel:
Además de una calidad extraordinaria, Antonio Daganzo ha tenido gran valentía en este poemario. "Mientras viva el doliente" es una muestra de sinceridad poética y biográfica.
Abrazos.

fcaro dijo...

Cómo aciertas, Manolo, al fijar tu mirada en este libro que tuve la fortuna de presentar. Es un retablo de miradas sobre dos realidades que se superponen: la enfermedad y la niñez. En una rotunda afirmación sobre la poesía como camino hacia las emociones, hacia la voz con que contarlas.
Buen verano y gracias por tantas cosas.

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...

Para Jesús Arroyo: Así es Jesús. Un saludo y buen verano. Yo me voy y dejaré descansar el blog hasta septiembre.

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...

Para Paco Caro: casi en camino ya del descanso, amigo Paco, te agradezco el comentario. Fue una pena no poder escuchar tu presentación. Brillante y acertada, seguro, para con este libro, como tú bien dices, de enfermedad y niñez; pero también, ya pasado el tiempo, de pasos que progresan asumiendo, de la vida, el llanto y la alegría.
Un abrazo y para ti también un buen verano.