lunes, 5 de julio de 2010

RAFAEL MORALES: La palabra re-humanizada (II)



Fotos:José Hierro, Elena Diego, Rafael Morales y Manuel López Azorín,en un homenaje al poeta Gerardo Diego en 1996.

Memoria poética: II

Rafael Morales , con Poemas del toro, re-humanizó la poesía y con los dos libros siguientes, dio paso a otros poetas que cronológicamente fueron publicando tras él, como Eugenio de Nora, José Hierro, Gabriel Celaya... (Ya sabemos que Celaya había publicado, mediados los años 30 con el nombre de Rafael Múgica; pero ahora me refiero a eso que se dio en llamar, tras el libro de Dámaso Alonso, Hijos de la ira en 1944, la poesía del desarraigo.) La palabra es un arma cargada de futuro dijo Celaya, la palabra, de Rafael
Morales, "es un arma que defiende la vida": Palabra tras palabra, / sucesivos presentes / de vida presurosa. (...) Vivo si digo "flor" / o digo "beso"...

Con 18 o 19 años las cosas, el mundo se contempla de un modo diferente a como se ve diez o veinte años después o como lo contemplamos ahora que han pasado más de cuarenta desde entonces; pero en algunas cosas, apenas ha variado.

Aquel era tiempo de muchas lecturas a veces desordenadas, sobre todo desde que me faltó el doctor Almendral, tiempo de muchos aprendizajes, de escribir canciones, de aprender poesía y tiempo que me llevó, más tarde, primero, a comprender que Rafael Morales inauguró –como me decía Pepe Hierro- una nueva vía para los poetas en un tiempo en que la poesía trataba, blandamente, de obviar una realidad. Segundo, inició el camino de aquellos que cantaron a esa realidad, hablando del tiempo que les tocó vivir, hablando del hombre que era y de los hombres que vivían alrededor y, esto, lo hizo Rafael Morales siempre buscando, en esa realidad del mundo, con actitud amorosa y llena de bondad, la belleza expresiva, porque además de su preocupación por lo humano, Rafael amaba por encima de todo, el lenguaje, la palabra. Si Talavera de la Reina fue su infancia, que es como decir su paraíso, la palabra, creo que fue su patria.

Cuando años más tarde le conocí personalmente me impactó su gran humanidad, física y espiritual, y su modo de andar por la vida y por su obra: sin arrogancia, como de puntillas, sin hacerse notar. Lamentablemente, en muchas ocasiones, al que vive así, apenas se le tiene en cuenta. Sólo al que da la nota, al que grita y arma bronca, parece que se le escucha. ¡Lamentablemente1

Un día (Era a finales del año 92 e iba a publicarse Entre tantos adioses, su último libro por entonces.) quedamos una mañana en el CaféGijón para hablar de un encuentro en donde él sería el Autor invitado en las Tertulias de Autor de Helicón para leer sus poemas. Recordé entonces todo lo que les cuento ahora, recordé lo que me había preguntado en tantas ocasiones, y aproveché para decírselo: Rafael, ¿Cómo habiendo sido elegido uno de los diez mejores poetas en aquella antología consultada de Ribes del año 50, cómo obteniendo el Premio nacional de poesía en el 54 con Canción sobre el asfalto, cómo abriendo caminos como abriste para la poesía, re-humanizándola de nuevo, dando a las palabras la posibilidad de nuevos significados, cómo un poeta como tú, que emplea la palabra como comunicación, un poeta que va a la búsqueda del conocimiento, que participa, y hace partícipes a los lectores, de la mejor condición humana, cómo un poeta que se compromete no sólo con la belleza de la belleza sino con lo más humilde, con lo marginado, con la belleza que tiene la fealdad del abandono, del olvido, cómo es que no estás todo lo reconocido que debieras?

Cuando acabé esta larguísima pregunta, allí, en el Café Gijón, sentados en la misma mesa en la que solía sentarse Gerardo Diego, Rafael (Rafaelón como le llamaba Vicente Aleixandre) sonrió - me pareció que, con una cierta tristeza, - y me recitó de memoria: Existen horas tristes / en que las esperanzas / se quedan sin balcones / y la ausencia refugia / olvido entre las cosas, / horas en que en los puertos / ya no se espera a nadie.


Y le admiré más todavía. Podría haberme recitado: Los idiotas son carne de la nada, de nadie; / son soledades vivas, desiertos corazones, / y llevan en su alma silencio, sombra y aire. Pero no, él era lo que llamamos "machadianamente" un hombre bueno y no lo hizo, me recitó aquellos y, luego, estos otros versos : Voy dejando mi vida / sobre el breve refugio / del papel sorprendido.

Supe entonces que Rafael amaba la poesía por encima de todo y constaté que, como yo creía, su infancia fue el paraíso y su patria la palabra.

PALABRAS

Yo fui quedando en mis palabras,

en su temblor incierto,

en su silábico latido,

en su perpetuo congregarse en sueños,

en sus cansadas caravanas perdidas.

Yo surgí de sus pétalos caídos,

de sus alas efímeras,

fugaces en el aire.

Yo edifiqué mi vida en otras vidas,

penetré en la memoria y en el tiempo

palabra tras palabra,

ceniza tras ceniza,

aire tan sólo que al aire pertenece.

Yo edifiqué mi vida en el olvido.

Rafael Morales

Del libro: Prado de serpientes

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