viernes, 16 de septiembre de 2011

Rafael Soler: Las cartas que debía


Foto: Rafael Soler fotografiado por Rafael César Montesinos


Rafael Soler (Valencia 1947) un poeta que es al tiempo ingeniero y sociólogo (profesor en la Universidad Politécnica de Madrid), me envió en junio su último libro de poema hasta la fecha, Las cartas que debía (Vitruvio 2011, Madrid)
Naturalmente cuando me lo envió fue porque no recordaba que estuve en la presentación que hizo en Madrid y que ya me había dedicado el libro, de manera que ahora tengo dos ejemplares y ambos dedicados por él.(¿La dualidad de las dedicatorias tendrán algo que ver con lo dual de este libro?) En cualquier caso es de agradecer que se acuerde (aunque no me recuerde) y me lo envíe porque Rafael Soler que siempre es atento, amable, optimista (dentro de lo que se puede), también, por lo que pinta, es un poco despistado aunque eso sí, es un buen poeta y una buena persona.

En los años ochenta tuvo una profusa producción literaria. Publicó un libro de poesía, quedando finalista del premio Adonais. Igualmente publicó varias novelas y libros de relatos que le convirtieron en un autor galardonado con los premios Ámbito Literario y Cáceres de novela, obtuvo también el accésit de los premios Emilio Hurtado y Ateneo de la Laguna para libros de relatos, y el accésit del Premio Nacional Juan Ramón Jiménez de poesía en 1981.

Rafael Soler que, como poeta, se dio a conocer en febrero de 1979 en el ciclo Poetas Nuevos, organizado por el Aula de Poesía del Ateneo de Madrid, nos trajo con Los sitios interiores (Sonata urgente), (Adonais. Ed. Rialp, 1980), un libro fundamentalmente intimista, pero sin el discurso habitual del confidencialismo que supone la confesionalidad. Libro innovador que, según dicen, provocó un cierto revuelo y, luego, también, un largo silencio por parte del autor.

Maneras de volver (Vitruvio 2009, Madrid) supuso un regreso, tras el largo silencio de años, y su poética continuó con todo un despliegue de imaginación, de soltura, de buen ritmo y nos demostró ser un poeta que juega con la ironía desdramatizando la dureza de la vida en sus poemas y que es un poeta versátil. Maneras de volver me pareció como la película de un viaje, iniciado en Los sitios interiores, por el río de la vida hacia ese mar de simbología poética e ignoto siempre.



Y ahora, en Las cartas que debía se nos dualiza o desdobla como remitente y destinatario, con unos poemas donde el autor juega a ser uno y diverso, es decir él y nosotros al tiempo. Poemas dirigidos a personajes aparentemente ficticios para contar y cantar, desde su yo al nosotros su realidad y sus sueños.

Hace tiempo escribí un unos versos que decían: yo me escribo a mi mismo para escribir a todos, pues bien Rafael Soler manda poemas-cartas primero, a sí mismo (puesto que el libro es una autentica reflexión sobre la vida y la muerte, que anda por él), segundo a un destinatario más o menos ficticio (excepción de Lucía, que yo sepa) que es el tú a quien se dirige para cantarnos con soltura, buen ritmo, con ironía lo que ve , lo que siente, lo que vive y que puedes vivir tú, lector, en mayor o menor medida y tercero, nosotros, vosotros, como podéis ser perfectamente el destinatario de su reflexivos poemas, resulta que Rafael Soler hace suyos estos versos míos (y yo me alegro mucho por ello). Eso sí, él aparenta disfrazarse aunque su intención sea esa otra de reinventarse o desdoblarse en sus poemas a través de los lectores.

Por eso esta cartas de Rafael Soler, cartas serenas, de oscuro y críptico sarcasmo, amorosas, tremendas por su silencioso grito mudo, cartas plenas de autenticidad, llenas de versos auténticos, intensos y emocionantes donde la particular cosmovisión del hombre se alía con el poeta que es y nos escribe de todo aquello que no le gusta y que le gusta, de la vida y de la muerte, del amor, de lo que se gana y de lo que se pierde, de la poesía y de lo absurdo, a veces, de un mundo humano e imperfecto.

Rafael Soler, con juegos de lenguaje imaginativo y sorpresas verbales nos acerca su manera de ver, sentir, vivir… con estas cartas de un poeta reflexivo que –como dice Salvador Moreno Valenciadescribe los subterfugios de la vida y con ella el camino hacia la muerte que al igual que la primera está tan presente en sus versos, pero es insoslayable que la una pueda existir sin la otra, y eso Rafae Solerl lo sabe, y por eso lo escenifica en sus versos.

Las cartas que debía es un libro luminoso en su ética y su estética. Es un repaso de la vida, con lo bueno y lo maleo de ella, donde este poeta nos muestra toda su capacidad creativa llena de sugerencias, guiños, realidades camufladas de surrealismo (meditado, eso sí, nada de surrealismo mecánico) de versos aparentemente irracionales, como si John Ashbery paseara junto a ellos, unidos a otros versos cotidianos llenos de sorpresas especialmente a final del poema, y sueños. Con versos carentes de signos de puntuación, polimétricos, algunos de corte formal (eneasílabos: un beso al corazón robado, decasílabos: sentado en el borde de los mapas, endecasílabos: a los años perdidos de tu vida, alejandrinos: Cruzarás el umbral apartarás las sombras , etc. y otros más libres, Rafael Soler vuelve, deshabitado o no, porque sabe que ha llegado, donde quiera que sea ya has llegado. De ese viaje que emprendió a través de sitios interiores, continuó con maneras de volver y, en esta carrera sin meta definida, llega con las cartas que nos dice que debía, o se debía, atravesando la cinta de llegada.

Y eso hay que celebrarlo, y también saber que este poeta, en su conciencia moral, tiene bien claro que hay, siempre, que hacer lo correcto, Hacer lo que debas. Y por eso hay que brindar, brindar por eso y porque la vida tenga múltiples direcciones (no sólo dos) y, sobretodo, brindar porque desde ella podemos elegir o cambiar de dirección por la vida y por la página. Esa es nuestra porción de libertad y el poeta Rafael Soler lo sabe bien y lo canta bien.

2 comentarios:

fcaro dijo...

Querido Manolo,con cuánta razón escribes. Qué alegría esta provocación que me lleva a su relectura. Rafael es la sugerencia.

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...

Tu siempre tan amable, poeta Paco Caro. Gracias