viernes, 14 de octubre de 2011

Miguel Cabrera: La señal agazapada






El poeta, crítico y periodista peruano Miguel Cabrera (Callao, Perú, 1945) me envió su libro La señal agazapada. Este poeta, que reside en España desde 1971 ha publicado, que yo sepa, al menos cinco libros de poemas. Hogar de la semilla (1986), Noche contra noche (1989), Fardos de la memoria (1992), Para alcanzar el más allá del día (1998) y este La señal agazapada publicado por Ediciones Nocedal en Lima, Perú, 2009

La señal agazapada reúne los dos primeros libros de un nuevo ciclo, que según su autor, consta de siete, con el que el Miguel Cabrera abandona un silencio, en cuanto a publicar se refiere, de casi once años ya que Para alcanzar el más allá del día se publicó en 1998.
Libro aquel, de preocupación existencial, donde Miguel Cabrera nos decía: Lo que somos no emite una señal nítida.
Cierto, el hombre nunca se conoce bien porque la verdad, la profunda verdad del hombre, de todo, siempre es relativa, nunca es absoluta. Somos el sueño que soñamos, un sueño por hacer, la línea que intuimos.
En el más, en el mismísimo universo ensangrentado / que alineada va. Y la eterna pregunta, la de la duda. Y luego el cansancio, el escepticismo... Más allá, ¿Qué hay?: Más allá, cómo puede haber algo/ si nos consume el caminar.
La duda siempre, la que, como he dicho en algún poema, nos persigue desde la adolescencia hasta el olvido. Hay que seguir soñando el sueño que soñamos y escribir, si es posible, porque escribir también es una forma de consuelo y de salvación.



He leído con atención este poemario durante este verano y me ha gustado porque Miguel Cabrera, en los libros que yo he leído de él, tiene una preocupación que es común en ellos: Vida: En las cornadas que da / espero de la vida una tímida señal. Tiempo, hombre y amor: Te envío mi amor por el río, no por el mar. / El amor: este río abundoso que no yerma. Sus libros no son de tema estrictamente unitario pero formen un conjunto común ya que, en su búsqueda de la luz, Miguel Cabrera busca el conocimiento, busca al ser humano: somos flor, – nos dice – pero en la melodía del vivir / hemos nacido / estrella. Busca el amor y se pregunta sobre el devenir,

El italiano Antonio Melis, (Vignola, 1942). Profesor honorario de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, miembro del comité editorial de la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana y un gran estudioso de la literatura peruana nos dice de este libro lo siguiente: Miguel Cabrera rompe su silencio editorial de una década. (…) La poesía se transforma en una valla contra una realidad hostil que rodea al poeta y trata de doblarlo a sus leyes homologantes. (…) El amor se presenta como un antídoto fundamental, como una afirmación de la vida contra las señales de muerte que llenan el camino de la existencia. (…) Verso libre, rima, prosa, narración... Y por encima de todo un compromiso con la palabra que constituye un elemento de continuidad con su obra anterior, dentro de un itinerario poético que opone su rigor al ruido insensato de la realidad.

Miguel Cabrera, además de esa preocupación por el hombre, se pregunta sobre el mañana, nos habla del amor y de la palabra escrita: Puente de luz / su alborada. Y lo hace con precisión y con un vocabulario alejado de pirotecnias verbales, con los adjetivos necesarios o como bien dice Antonio Melis: alimenta una palabra poética que vuelve a sonar cada vez más escueta y necesaria. Y en esa búsqueda de la luz en la que anda Miguel Cabrera se mete dentro de sí y nos dice: Me voy para dentro y echo el cerrojo / Contra la luz exterior / opongo las puertas trancadas. Y en su más interno rincón iluminado medita, sueña, escribe:

Ahora que ha pasado el tiempo,
las estaciones los inviernos, los siglos,
no sabré si todavía estará allí, junto al muro,
si todavía volverás de sonrisa a pie,
si todavía seguirás huyendo en la comisura de tus labios.
Nadie comenta nada. Loco, viene fluyendo el silencio.
Como si tu flor amarilla fuera y nunca pudiera enrojecer,
nunca pudiera, otra vez, enroscarse para volver a nacer.

Ahora que ha caído el invierno y se han esfumado los ríos,
no sabré si todavía estará allí, en tu rincón iluminado,
si todavía volverás con risa leve, de caricia a pie,
si todavía seguirás huyendo en el ensillar de tus labios.
Nadie comenta nada. Tarareando, feliz, vuela la vela.
Como si tu jornada permaneciera media luz de guiño
y nunca pudiera enroscarse para volver a nacer
flor, estrella de noche.

Miguel Cabrera
Del libro: La señal agazapada

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