sábado, 7 de enero de 2012

Ángela Reyes: Fantasmas de mi infancia Un cofre de palabras hermosas en un tiempo de sinrazón no consciente en la niñez



Hace poco recibí un nuevo poemario, Fantasmas de mi infancia de Ángela Reyes (Jimena de la Frontera, Cádiz, 1946)), publicado por Huerga & Fierro y que la autora, como en anteriores ocasiones, amablemente me envió. Ángela Reyes está dedicada desde 1980 a la creación literaria. Es poeta y narradora y ha publicado una decena de poemarios en solitario y algunos en colaboración con Juan Ruiz de Torres, su marido, con quien también se dedica a la promoción cultural.


En esta labor fue cofundadora junto con él de la Asociación Prometeo de Poesía, también pertenece al Patronato y Secretaria General de la Comisión Delegada. Ha coordinado la organización de la Escuela de Poesía de Madrid y varios encuentros nacionales e internacionales de poesía. Igualmente cofundó con su marido la asociación El Foro de la Encina, la Orden de la Encina del Mérito Poético, la Academia Iberoamericana de Poesía y la Casa del Tiempo (una extensa biblioteca a la vez que foro cultural).


Ángela Reyes nos ha dejado escrito a modo de poética: Para mí, la poesía es un cofre lleno de palabras que encontré en Granada, a la edad de ocho años. Nadie vino a reclamármelo, nadie echó en falta su pérdida y desde entonces no me he separado de él porque es una de las cosas más preciosas que poseo.



En su poesía es constante una inquietud sobre problemas que afectan a esta sociedad. Poesía pues de preocupación por el ser humano que, sin mucho intimismo, nos muestra un reflexivo interés por los demás. Así en su poemario La muerte olvidada nos habla de la mujer guerrillera del Frente Polisario; en Lázaro dudaba, se plantea la duda sobre Dios; en Cartas a Ulises de una mujer que vive sola reflexiona sobre la soledad. y en el último libro que , anterior a este me envió, No llores, Poseidón, nos habla del hombre en la vejez.

Cada poemario supone una temática concreta y en este Fantasmas de mi infancia nos canta a la niñez y adolescencia en tiempo de postguerra que es, al tiempo, un homenaje a la madre en particular y, en general, a las mujeres de la familia que ejercieron un matriarcado junto al temor y la pena, y con la valerosa decisión de seguir adelante pese a ello.

Con una docena de poemarios publicados, varias novelas y algunos cuentos Ängela reyes ha obtenido, entre otros, premios como el San Lesmes Abad, el Leonor y el Blas de Otero en poesía y el Ciudad de Majadahonda y Calicanto en narrativa.




En este nuevo libro Ángela Reyes echa mano de su cofre lleno de palabras y nos habla, con ellas, de personas tan desgraciadas como valientes y lo hace con palabras llenas de lirismo en ocasiones y a veces con palabras directas, tan pronto emplea la metáfora como la imagen poética y casi siempre dentro de una métrica formal, llena de ritmo, en la que las palabras de su mágico cofre florecen armoniosamente tanto en la ternura como en la dureza, en el recuerdo vivo o la memoria distorsionada por el tiempo, en el acto de rescatar lo perdido y en el de soñar lo pasado. Todo el libro rezuma sosiego, sin rencor, sin temor, solo un tiempo sucedido ya donde la infancia, ajena y no consciente del momento, fue feliz y ésta, la infancia –nos dice la autora en las Palabras previas – le ha servido para toda la vida. Un libro, en definitiva,que se presenta con un cofre de palabras hermosas en un tiempo de sinrazón, no consciente en la niñez, para despejar la sombra
y hacer llegar la luz de un tiempo sin ella y, sobretodo, de los que vivieron en esa larga e inquietante sombra fantasmagórica de un tiempo que, Ángela Reyes ahora,nos acerca desde la memoria.

Ángela Reyes, que dedica este libro a su madre, a quien ha querido homenajear a través del recuerdo que, como todo, entra en nosotros, nos dice ella en uno de los poemas de este Fantasmas de mi infancia: por nuestra piel crujiente.


Todo entra por nuestra piel crujiente.
Hasta las barcas solitarias se adentran en la arena,
soñando con el cuerpo tendido bajo el sol.

Madre, te encuentro tan cansada
que tu piel no crepita por mucho que la bese.
Poco a poco tu cuerpo va haciéndose de aldea;
tu cuerpo es un pueblito
dormido tras la bruma de los amaneceres.

Ángela Reyes

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