jueves, 3 de mayo de 2012

Elvira Daudet: Plena de luz, terrenal y marina...en su laberinto






Memoria poética


Elvira daudet: Plena de luz, Terrenal y marina... en su laberinto. 


Conocí personalmente a Elvira Daudet en diciembre de 1999. Ramón Irigoyen era el invitado para dar una lectura poética en Tertulias de Autor de Helicón (para aquella Tertulia le pedí al escritor y poeta Luis Martínez de Mingo que lo presentase) y Elvira vino acompañando a Ramón para conocer la Tertulia. Ese mismo año acababa de publicar su último libro de poemas Terrenal y marina y me lo trajo: Terrenal y marina es mi sustancia, / aunque la madre tierra , atormentada, / acosada por fieras alimañas / y demonios oscuros que alimenta / con la sangre caliente de sus hijos, / me reclame exigente su materia. Hay personas a las que nada más conocer personalmente sabes que son otra cosa, especiales, eso me sucedió con Elvira Daudet.



Dice su biografía que Elvira Daudet nació en Cuenca al final de la guerra civil. Periodista de amplia experiencia, trabajó en Informaciones, Pueblo, ABC, El Indepediente y colaboró en algunos diarios extranjeros como St. Galler Tagblatt realizando numerosos reportajes y entrevistando a los personajes más relevantes del mundo de la cultura y de la política.


Esta mujer, considerada como una singular voz de la poesía que vive con la misma fuerza que tienen sus versos, una fuerza que contempla y muestra, que acaricia y desgarra, que despierta el cuerpo y la mente, con la firmeza de lo verdadero… fue –nos ha dicho– más que precoz, una escritora prematura, sin preparación alguna. Comenzó a escribir y como fue censurada por la propia familia, se dio a escribir poesía como un recurso para evitar problemas y descubrió el sueño de la poesía y lo hizo en la hermosa ciudad de Sigüenza que – según Elvira – parece dormida en un sueño.


Era una adolescente y ya apuntaba maneras de poeta. Sigüenza, para Elvira, era como un sueño surrealista y como a la Daudet siempre le han fascinado las palabras, desde las que definen una puesta de sol hasta la palabra más dura, más terrible y, por otra parte, todas las palabras son válidas en poesía, solo depende de saber colocarlas en el lugar preciso, pues ella las colocaba dentro de su sueño que no era otro que el de buscar poesía verdadera para escapar, al tiempo que mostrar, la verdadera vida.


En Sigüenza conoció a –según palabras suyas– un joven cabezón de ojos de miel, Antonio Pérez. Él la deslumbró con Azul de Rubén Darío. Al poco le perdió ya que Antonio Pérez se marchó a trabajar a Francia en la aventura cultural que fue Ruedo Ibérico. Y conoció a Jesús Tomé, que fue como su hermano mayor. Era claretiano –nos ha dicho la Daudet– pequeño y trasparente como San Juan de la Cruz y, como él, un grandísimo poeta, que volcó toda su sensibilidad en la formación de esta poeta terrenal y marina, insurgente y soñadora. Elvira Daudet escribía poesía a todas horas. A los 17 años se vino a estudiar a Madrid.




Mas tarde se marchó a Paris. Allí, gracias a Claude Couffon, el hispanista que tradujo brillantemente a García Lorca, y Blas de Otero, conoció a Louis Aragón, Jean Paul Sastre, Nicolás Guillén... En Paris vivió la bohemia, se casó y dejó de escribir poesía. (¿Lo dejó?)


En 1971, en su mejor momento como periodista, un jurado compuesto por Dámaso Alonso, Luis Rosales, Emilio Alarcos, Gamallo Fierros y Antonio Gamoneda le concedió el premio Antonio González de Lama por el libro Crónicas de una tristeza. Continuó con el oficio del periodismo, pero sin dejar de escribir.


Y escribir poemas con vocación social, comprometerse en la vida, y con la poesía, tampoco dejó de hacerlo. Crónica de una tristeza es el duro retrato, emocionado, de una tristeza producida por la entrega y la ruptura del amor o como se dijo en su momento: Una constante referencia al varón, ejecutor de un destino recreado en términos reflexivos, se sucede en datos de veracidad punzante, de eficaz poesía, de rehusamiento de los eufemismos que han conducido – con demasiada frecuencia – a una trivialización del lenguaje lírico.




Desde 1999, que publicó Terrenal y marina, no ha vuelto a publicar poesía, aunque ha seguido escribiendo, porque, lo decimos muchos y la Daudet también, la poesía es una necesidad, un soplo que te derriba en el momento más inesperado, al que es imposible resistirse. Hasta que un día Jaime Alejandre y sus Hazversidades poéticas obraron el milagro de la publicación de un librito con unos doce poemas.Fue en 2010.


Foto: Jaime Alejandre y Elvira Daudet


La fuerza expresiva de Elvira Daudet conmueve y remueve, como un baño de emociones vivas, la memoria, el tiempo… tiempo que, a través de su verso herido, doloroso, desgarrado, veraz, nos detiene de golpe o nos hace caminar, latido tras latido, fundiendo vivencias, las suyas y las nuestras, que en muchas ocasiones, esta es la grandeza del verso universal, son colectivas aunque partan de un recuerdo propio, de un dolor propio, de una memoria propia, íntima, esa que nos muestra el tiempo y sus relojes de ausencia, igual que una elegía interminable frente a lo ya perdido,arrebatado, ausente... (y no nos resignamos)   volverá de nuevo como lluvia, mientras el tiempo duerme: y los dioses antiguos regresan al Olimpo/ a coronar mi juventud perdida, / mientras yo me desplomo de ceniza como un cigarro ardido en la mesilla (…) Y no nos resignamos.

La fiesta ha terminado./¡Vuelve, luz cegadora del verano!, / noche de vino y besos, faroles amarillos,/ risas como relámpagos, confeti, / lechos de ardiente espuma donde vela Afrodita./ Santuario de fuego de la vida, / ¡espera!, quiero ser tu parásito. Para seguir, latido tras latido, en esta tierra y junto al mar. Y es que Elvira Daudet era de tierra firme / hasta que (vio) la mar.


Ha pasado el tiempo y, tras hazversidades poéticas, nos llega Elvira Daudet con un nuevo poemario titulado Laberinto Carnal.



Elvira es Terrenal, pisa firme, en sus convicciones, en sus actitudes y Daudet es Marina, torres de agua en calma o de tormenta que alimenta el latido de la vida, agua de vida que se evapora hacia las nubes y se sueña que interminable, frente a lo ya perdido arrebatado, ausente, continúa y no nos resignamos.




La poeta Carmina Casala en relación a este último libro, Laberinto carnal, de Elvira Daudet nos dijo en la presentación que hizo de él en el Ateneo de Madrid : Hoy presentamos un libro que es sobrecogedor desde su mismo título: “Laberinto carnal”. Un grito continuado de socorro, una llamada de atención a las conciencias que alcanza su zenit en el desalentador poema “Todo es aire” con versos como estos: “El tiempo que vivimos no es fácil de entender ni se parece/al futuro soñado; es un caos que avanza a la hecatombe /con las velas al viento desplegadas. Pero, afortunadamente, la poesía y los sueños ofrecen alivio, y a intervalos se recupera y le vuelve el deseo de desnudarse de los sueños oscuros… del abismo de la noche, de la rabia impotente del dolor humano.


Más adelante continuó diciendo: Su fuerza expresiva conmueve como un baño de emociones vivas, la memoria, el tiempo que tras su verso desgarrado y comprometido nos detiene de golpe o nos hace caminar fundiendo vivencias, las suyas y las nuestras, reconocibles, porque son colectivas aunque partan de un recuerdo propio, íntimo, igual que una elegía interminable frente a lo ya perdido, arrebatado, en definitiva, ausente.



Y como Carmina Casala además de buena poeta es una gran y atenta e inteligente lectora de poesía, pues hago mías sus palabras pues, seguro estoy, cuando yo lea este Laberinto carnal opinaré como Carmina, como cuando dice de la Daudet: A veces se le escapan referencias a un Dios transcendente o incluso a un Diablo, porque, aunque usa la palabra abismo en algunos poemas, no me parece que está convencida del todo de su existencia, como demuestra su aspiración a la luz, que nos recuerda a Goethe, cuando dijo, ya a punto de morir, luz, más luz, hasta el punto de cegarle y de cegar a la propia Elvira. Claro que esta aspiración no es absoluta y que se mezcla con lo que llama Oficio de Cenizas, o sea, el recuerdo de los muertos que aquí cree que han dejado de existir del todo. Entre ellos hay simples sombras, o amigos diversos, o mariposas, es decir, momias disecadas, padres, parientes diversos, y una transferencia de lo infernal a este mundo, como si, contrariamente a lo afirmado antes, renunciara a toda esperanza transcendente.

La lectora-poeta Casala nos cuenta que: Por el particular laberinto de Elvira han transitado personas, experiencias, lugares y respira el polo temporal del pasado por medio de sorprendentes versos que declaran sin rebozo el vínculo con el tiempo anterior. Para empezar la poeta emplaza al lector en un lugar concreto, llámese paraíso. El impresionante y derramado poema que inaugura el libro titulado “Palabras mortales” (…) nos sitúa en el momento de la creación del mundo, y es una denuncia feroz de cuantas desgarradoras consecuencias ha acarreado la ambición humana al mundo. Bastaría este poema para entender su compromiso con la vida.



Un día le envié mi antología Sólo la luz alumbra; pero cosas de Correos, iba como carta (sin certificar) y no lo recibió. Elvira quedó en pasarme su libro (nada de Correos) en cuanto nos viéramos. Aún no nos hemos encontrado.



La última vez nos vimos en la Tertulia Literaria Hispanoamericana Rafael Montesinos. (La foto de público es de Rafa Cesar Montesinos en esta Tertulia. En la segunda fila se encuentra Elvira Daudet) Fue el 22 de noviembre. Leía sus versos el poeta Rafael Soler y ambos estábamos, entre el público, escuchándole. La semana siguiente leía yo y prometió acudir Elvira. No lo hizo. Seguramente se marchó cerca del mar porque allí, me ha dicho, se desnuda de los sueños oscuros para, plena de luz, terrenal, marina e insurgente siempre, soñar, soñar… para olvidarse del dolor humano.



Cuando vuelva del mar nos veremos algún día y, entonces, en esta tierra de Madrid acogedora e inhóspita al tiempo, entraremos en tu laberinto y en mi luz, a ser posible, cogidos de la mano, soñando, como ángeles o demonios, un paraíso nuevo, sin dolor y sin sombra, con mar, olivos y almendros. Todo muy mediterráneo, claro, luminoso y alegre...como la luz que buscamos, querida Elvira, en esta fugacidad eterna del poema.

6 comentarios:

Amando Carabias dijo...

Magnífico artículo.
Cuando he conocido a Elvira, pude comprobar todo lo que cuentas en este artículo. Y cuando cometí la osadía de reseñar, Laberinto carnal, quedé para siempre convencido de que esta voz, la de Elvira Daudet, pasará al futuro de la poesía.

Isolda Wagner dijo...

Una semblanza que seguro le encantará a Elvira. Doy fe de que así es: plena de luz, terrenal y marina.
La luz la lleva puesta en su mirada en todo momento.
Compartimos mar, llevo su laberinto en el corazón y es una enorme poeta. Egoísmo uro, quiero que me contagie de su saber.
Besos para ambos.

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...

Gracias Amando. Tu no cometes osadías con tus reseñas. Ofreces tu visión inteligente de tu impresión como lector. Impresión que compartimos muchos, amigo.

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...

Gracias Isolda por tus palabras y tus besos.A Elvira sí que le gustará, si lo lee, tu comentario. Un beso para ti

Elvira Daudet dijo...

Querido Manuel:

A lo largo de mi extensa vida, he comprobado que sólo los grandes poetas poseen el don de la generosidad. Quizá, porque no temen que el colega alabado les pueda arrebatar una sola hoja del laurel de la gloria, que les pertenece por derecho. Tú, querido y admirado poeta, vienes a confirmar, una vez más, mi teoría con tu generosidad extrema. Gracias, Manuel.

Tal vez Carmina te haya explicado porque falté a nuestra cita. Siempre el corazón, vivísimo o enfermo, causa de todos mis males.
Un fuerte abrazo
Elvira

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...

Querida Elvira Daudet: No te preocupes que Carmina ya me explicó.
El corazón, elvira, siempre es causa de muchos males.
No sé si soy generoso, sí sé que escribo (y más en este blog) sólo de aquellas personas (y sus cosas) que me gustan querida poeta.
Hasta que nos veamos, un gran abrazo.