viernes, 12 de abril de 2013

Amando Carabias María: Quizá un martes de otoño


Amando Carabias María: Quizá un martes de otoño



Amando Carabias María (Segovia 1962) me envió su nuevo poemario. Un libro publicado por Urania Ediciones, editorial castellonense dirigida por la poeta y escritora Amelia Díaz Benlliure. El poemario se edita dentro de la colección Astrolabio y su título es Quizá un martes de otoño (Castellón,2013). Este es su tercer libro de poemas  tras haber publicado Humanidad perdida (1981) y Versos como carne (2011), libro del que di cuenta en este blog,


Este tercer poemario de Amando Carabias María nos cuenta cómo duele la enfermedad de uno  de los seres  más queridos para cualquier humano: su madre. Y nos habla de esa incertidumbre, ese desasosiego, ese miedo que nos embarga y que nos domina sin que nada pueda evitarlo.

“No existen palabras contra el desasosiego,
ni existen relojes que lo aplaquen,
no el filo de una espada lo extermina”

El poeta, nos dice  la solapa, concentra en una jornada toda la tormenta de sentimientos y de visiones a veces desgarradoras, a veces apocalípticas. Siempre pegado a lo cotidiano. Y en su poema sentimos el temor, la tensión, la emoción que lo envuelve y el lirismo de unos versos que  aplaca el fuego de la impotencia que crepita en ellos.

“En esta pesadilla también me he levantado
antes que los tejados carmín de la ciudad
Ni siquiera los pájaros habían regresado
de nuestra madrugada de volcanes.”
  
Pero Amando Carabias María, poeta de reflexiva humanidad y de testimonio de vida,  siempre camina  escrutando la estela de la esperanza:

“Busco una huella tuya entre mi carne
herida por tu ausencia
y añoro como un surco tu sonrisa.
Cuando mis ojos besan el claror,
descubro tu presencia junto a mi;
tus labios son presente.”



El poeta, ha tenido la necesidad, imperiosa necesidad de escribir este libro Un poemario enormemente íntimo, doloroso y desasosegante. Un libro en el que el poeta inicia la aventura de escribirlo para sacar de sí el miedo, el miedo que siempre se nos convierte en el más doloroso inquilino cuando se instala en nuestra casa, el miedo que le atenaza frente a la enfermedad, ante el dolor  del dolor en el ser querido, desde la angustiosa impotencia y a modo curativo, porque de haberlo dejado dentro, ese dolor, ese desasosiego que embarga al poema, fragmentado en diferentes horas, seguramente se habría enquistado no ya en el cuerpo, el corazón, sino mas allá, en el misterioso aliento que llamamos alma.

“En esta pesadilla ya no estabas,
como si adivinara el porvenir,
o tal que si el temor a tu partida
fuera espejismo de alabastro.”

En Quizá un martes de otoño nos encontramos con 37 poemas (fragmentos del poema) de concepción formal y verso blanco con predominio de endecasílabos y heptasílabos de perfecta ejecución y buen ritmo y, al tiempo, unos pocos fragmentos ( del poema) en prosa poética como este que inicia el camino de lo cotidiano, del camino de tener que continuar, aun sin fuerzas, con la rutina diaria:

“Una camisa blanca sin sonrisas, sin lágrimas, ahorcado en mi / 
corbata color viento de otoño, dentro de la armadura de/
un traje azul cansado…Como un viejo soldado, de nuevo /
estoy dispuesto a emprender esta lucha cotidiana en la/
niebla, una infinita guerra de trincheras y frio, la batalla/
sin sangre que siempre me derrota, y me devuelve a casa,/
cadáver cada noche.”

A veces hay que vomitar las palabras por si, de este modo, obran el milagro de las sanaciones. Quizá un martes de otoño, como dice el poeta Francisco caro: que el pulso poético de Amando es capaz de mantener la tensión del dolor, del llanto y el desaliento hasta las 3:28 de la madrugada siguiente, último poema, donde ya se atisba la calma, el sendero de la esperanza.
Y estos versos finales no sé si pensados o soñados pero de cualquier modo con la certeza de que son sentidos, implorados, deseados.


“¿No existen palabras contra el desasosiego?

Quizá no haya palabras, sin embargo 
sé que existe el sendero donde el alma
llegará al fuego de tus manos
donde arderá mi pánico, y después
alcanzaré el jardín para el reposo
donde cantan los árboles :”



Quizá un martes de otoño me parece a mí, en definitiva,  el canto desesperado de quien anda instalado en el miedo, en la angustia, en el dolor y para tratar de hallar un resquicio de luz, una palabra de consuelo, le ha puesto horario a su desasosiego tratando de  “cotidianeizar”  el dolor que, sin remedio,  nos acerca el miedo, el temor, el espanto para llevarnos a la más cruel de las derrotas. Pero el ser humano, finalmente, aun con dolor y miedo dentro de sí no abandona esa luz  que alumbra la esperanza. En definitiva un libro de perfecta ejecución, un libro emocionado, un libro con ritmo, un libro tremendo y vivo  en el que el poema, o los fragmentos del poema,  mantienen el latido, la tensión, el pulso, el vuelo de los buenos poetas.

2 comentarios:

Amando Carabias dijo...

Todo un honor aparecer en este lugar. Me dejan emocionado tus palabras.

Isolda Wagner dijo...

Lo firmo, punto por punto. Un poemario magnífico, aunque no me sorprende siendo de Amando Carabias.
Gracias por traerlo y besos, que no falten.