domingo, 12 de mayo de 2013

María Luisa Mora: El don de la batalla




María Luisa Mora Alameda: El don de la batalla




Recibo, desde Manzanares (Ciudad Real) el libro que con motivo del Premio Nacional de Poesía Ciega de Manzanares patrocina el Ayuntamiento de esta ciudad manchega. Su concejal de Cultura Manuel Martín-Gaitero López de la Manzanara, tuvo la deferencia de enviarme el Premio correspondiente a 2011, titulado El don de la batalla cuya autora es María Luisa Mora Alameda (Yepes, Toledo, 1959) y que publicó Ediciones Vitruvio en 2012.


Al leer el nombre de la autora, recordé que por los años ochenta había sido accésit del Premio Adonais con su libro Un largo viaje hacia la lluvia (Rialp 1988) y recordé también que, posteriormente, en 1993 obtuvo ese galardón, tan prestigioso en las décadas anteriores, con el libro Busca y captura (Rialp 1994).  

Lo recordé porque, no sé bien si fue en 1987 o en 1993, en una entrevista que le hicieron, creo que fue en Radio Nacional, la presentaron, con cierta sorpresa, como “un ama de casa que escribía versos” (?) y entonces y ahora me pregunto: ¿El hecho de ser ama de casa es un obstáculo para realizar cualquier otra labor, ya literaria o de cualquier otra índole? ¿Es que un ama de casa tiene que vivir, por el mero hecho de serlo, a la sombra, al silencio y/o a la indiferencia de la Literatura? ¿Siendo para ella una necesidad vital, tiene que prescindir de la luz de la poesía?


Yo supe de esta poeta por un libro que publicó en 1986 Las hiedras difíciles en la editorial Torremozas y esto es lo que el poeta Antonio Porpetta decía al respecto de este, creo que primer, libro  de María Luisa Mora: Su destino frente al silencio o la indiferencia, es pura y simplemente ser poeta. Y luego con el accésit de Adonais y con el Premio Carmen Conde que le concedieron por el libro La tierra indiferente (Torremozas, 1990) y antes de obtener finalmente el Premio Adonais en 1993 como he dicho más arriba, fue accésit del Premio Nacional de Poesía Rafael Morales,1991 con el libro La mujer y la Bruma, publicado en la Colección Melibea (Ayuntamiento de Talavera de la Reina), en 1992.

Si en el primer libro nos ofrecía una dolorida reflexión, plena de melancolía, sobre sus propias vivencias, también  había en sus poemas un resquicio de luz y de esperanza. En La Tierra indiferente realizaba un recorrido por paisajes humanos, habitantes de este mundo dolorido nuestro, un mundo pleno de amores y de odios, un mundo que María Luisa Mora trataba de redimir con la belleza de la palabra. 


En La mujer y la bruma, esta poeta nos trajo, pienso yo, una voz personal para hablarnos de  y sobre la mujer desde su punto de vista de mujer y nos habló  con el intimismo de la experiencia propia al tiempo que con visión colectiva. Un amigo mío suele decir que los accésits son, en realidad, accesinatos de los premios y esta mujer ha quedado, hasta la fecha que yo sepa, en tablas (tres y tres).



Volvió a publicar en Torremozas en 2001, esta vez un libro titulado Meditación de la derrota y, de nuevo fue accésit del Premio Rafael Morales  con otro libro La isla que no es.(Colección Melibea, 2002) A partir de este libro le perdí la pista a esta mujer poeta que escribe una poesía cercana, intimista, una poesía de todos y para todos, una poesía de pasmosa sencillez, una sencillez tan difícil que casi ni se repara el ella y, sin embargo, la lees y te engancha, te atrapa, la reconoces como algo tuyo.



He buscado en la red a esta mujer de la cual había perdido la pista  y he visto que nuevamente publicó con Luzmaría Jiménez Faro en Torremozas en 2005: La respuesta está en el viento es el título de aquel libro. También ha publicado en Vitruvio (la editorial de Pablito Méndez) en 2009, el libro Navegaciones y en 2011 en Descrito EdicionesPoemas del crepúsculo. Así hasta llegar a este El don de la batalla que me envían desde Manzanares y que es Premio Ciega de Manzanares.


María Luisa Mora es una poeta a la que se lee desde lo cotidiano, desde la humildad, desde la sencillez de unas palabras hermosas sí, pero que caminan junto al común de los mortales, porque sus metáforas, sus imágenes, su voz, aun siendo muy  suya se erige en la voz de todos los que se acercan a su poesía, una poesía a veces dolorosa, a veces reconfortante aunque no exenta de dureza y, siempre, con un luminoso  intersticio de esperanza en la difícil sencillez de sus palabras. 

Porque María Luisa Mora cultiva la sencillez (esa que Rafael Montesinos, el poeta del movimiento intimista sevillano como a él le gustaba definirse, decía que era la más difícil de las virtudes literarias), una sencillez que no todos saben llevar al poema, una sencillez que permite, tanto al humilde, al no conocedor de la poesía, como al gran conocedor de ella, adentrarse con facilidad, con naturalidad en esta  "batalla" que es como un canto personal y familiar, un canto a la poesía a mundo de la poesía  y, en definitiva, un canto a la vida. Esto me parece a mí que es El don de la Batalla, un canto. 
Un hermoso y doloroso canto de vida nacido tras una muerte, una ausencia, un robo: la prematura muerte  de la hija. Esta mujer que maneja las palabras con la naturalidad de que todos las conocemos, las sabemos, las entendemos sin necesidad de tener que recurrir  a consultar sus significados, nos ofrece con valentía, un libro en el que la distancia, el tiempo, mitigan el dolor y reconcilian con el diario vivir y salvan. Como en este poema que abre El don de la batalla

Salvación.
Hubiéramos deseado / una infancia distinta, / una mano más blanca que la luna. /  Pero nos ha tocado la cabeza / la irremediable sombra / que azota, con su sed, nuestros anhelos.
Qué pecado hubimos / de cometer. Aún nos duele / el recuerdo de esa vida / en la que nunca / solíamos beber el dulce néctar / de los besos /  ni tocaban, los ojos, / los rayos tíbios del amor.
Tal vez, por eso, ahora padecemos / este dolor que asciende a nuestra alma / como serpiente cruel.
No todos os salvasteis  / de su huella indolente / pero yo si lo he hecho, /  a pesar de esta carga / que parece pesada y dolorosa.




La poeta nos habla, desde el tú, de su más íntima y personal experiencia. La muerte primero y luego el duelo  y después, en esa estructura narrativa del libro, deja paso a la vida nuevamente, con el  sueño y la esperanza de encontrar el bálsamo que sane tanto dolor  y tanta herida a través de esta, me parece a mi, necesidad poética de expresión.
Y nos habla también del mundo de la poesía y de la Poesía, de su mundo.Un mundo muchas veces extraño, raro. Hace poco estuve en Talavera de la Reina y allí supe que María Luisa Mora había obtenido el XXXVIII Premio de Poesía Rafael Morales con su nuevo libro El mundo raro. Pero de este libro ya hablaré cuando lo reciba. Ahora toca hablar de El don de la batalla

Las citas de los poetas Santiago Sastre, Ángel González, José Agustín  Goytisolo, Luis Cernuda y Gabriel Celaya  clarifican más, si cabe, este dolorido y sereno libro en el que “Un ama de casa”   con una poesía  necesaria, nos ofrece una realidad que afronta con entereza y la acepta, como me da la impresión de que acepta también, tristemente tal vez, pero con entereza, la cita de Celaya que nos dice: Quizás, cuando me muera/ dirán: era un poeta. Del mismo modo que fue mística Teresa de Ávila, entre pucheros y fundaciones, puede ser poeta “un ama de casa” entre sus “labores del hogar” porque la Poesía, amigos, alumbra a quien ella quiere y a María Luisa Mora, la Poesía  le ha dado luz en sus palabras. 

1 comentario:

Amando Carabias dijo...

Aunque aún no conozco en persona a María Luisa, ya la admiro y he sido afortunado de acceder a varias de sus obras, incluyendo este Don de la batalla, tan especial y recomendable.