martes, 15 de septiembre de 2015

Juan Antonio Marín: La noche y su perdón




Juan Antonio Marín: La noche y su perdón


Juan Antonio Marín (Madrid, 1968), con el libro de poemas La noche y su perdón, fue galardonado con el XXV Premio de Poesía José Hierro convocado por el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes (Madrid), Premio que, como todos, fue publicado en la Colección Literaria Universidad Popular de la localidad.
Este poeta es autor, además de este La noche y su perdón,  de los siguientes libros de poesía: El horizonte de la noche  que fue Premio Adonais 1992 (Rialp, 1993). Cómo se nombra el agua (Calima, 1998).  El mundo convocado, con el que le concedieron el Premio Cáceres Patrimonio de la Humanidad (Ediciones Vitruvio, 2002). Ciudad iluminada, publicado también por Vitruvio en 2007 y Yo he vivido en la tierra (Polibea, colección Los conjurados,2011).
Desde aquel primer libro de1993, hasta éste, La noche y su perdón, Marín ha publicado seis libros y lo ha hecho sin prisa (la media de publicación es de más de tres años entre uno y otro libro)  No es una obra excesivamente amplia, pero (Claudio Rodríguez, otro Adonáis en 1953, que asombró al panorama poético español con su Don de la ebriedad, sólo publico cinco libros a lo largo de su vida.)

Juan Antonio Marín comenzó, digamos que con buenos augurios ya que consiguió  el Premio de Poesía Adonáis con su primer libro, El horizonte de la noche. Tenía 24 años y el prestigio, entonces, del Adonáis era un buen pasaporte para situarse en el mundo de la poesía.
“Yo quise concursar en paraísos
Yo era dueño de miel y unos zapatos nuevos
hacían más elegante mi camino”

 
La noche y su perdón, está dividido en cuatro apartados, cuatro secciones en las que el poeta , digamos mejor el sujeto poético, reflexiona sobre el tiempo sucedido, sobre “…el desgaste del alma, sus aceites, sus bromas,/ la inocente disputa del cerebro/ cuando sufre los sueños que se inventa,”
Aborda principalmente dos temáticas el tiempo y la muerte y en ellas, como parte de la vida, la poesía: “Sé que logro muy poco con las palabras, (…) escribiendo sin norte, jugando a ser poeta,” Intentando darle a la caza alcance, ha vivido, soñado, imaginado, ha sufrido y luchado, siempre con aquellos zapatos nuevos que hacían más elegante su camino.
En la I sección “Capitulación” la inicia con un poema de reconciliación, de propósito de enmienda del sujeto poético:
“Sufrí, y entre los dientes 
un gran saco de hiel arruinó mi caza
(…)
Ahora voy a sentarme y ser feliz”

El sujeto poético se plantea un propósito: ser feliz, y los propósitos están bien siempre que la duda no pese más que el deseo de llevarlos a cabo. Esta es la gran incertidumbre ¿Podrá la poesía evocando el tiempo sucedido, la vida, lo que pudo haber sido y no fue, lo que ha sido…ofrecer  esa llama que traiga la luz y alumbre este misterio de la vida? ¿Podrá el cazador, con sus zapatos nuevos / que hacían más elegante su camino, alcanzar la pieza perseguida?
“Hubo juego en la sombra de tus pies?
La luz ya está encendida, no esperes más
a que el fuego investigue tus preguntas,
a que el humo disuelva tu energía.
(…)
Escribe por tu bien, porque se vea  
esa luz marinera que tiembla, allá a lo lejos,
y casi sumergida”

El sujeto poético  contempla la realidad y trata de cambiarla escribiendo: "Sólo quiero escribir, nada me pesa en la conciencia"  quiere trastocar la realidad en realidad poética, disfrutar pensando, imaginando, gozar esa otra realidad que vive en la poesía:
“…el sabor de las palabras
el poder que poseen para desenterrar
los fragmentos dispersos y volátiles
 de la imaginación y el pensamiento.”

Y este deseo que le lleva a reflexionar sobre el hecho de escribir, de salvarse a través de la poesía le conduce a la duda:
“Qué voy a hacer ahora yo con palabras,
 con palabras no puedo desnudar el mundo”
 
La poesía suele decir más de lo que dice el poeta. Después de todo, es ella quien a veces nos dicta y nos hace decir: “No habrá más luz un día, sólo habrá firmamento / oscuro y sin edad” y a través de los recuerdos reflexiona sobre el vacío, la nada, la muerte…sobre el tiempo que va desde el llanto primero al último suspiro.

En la segunda sección, “El mundo no es redondo”, nos ofrece  una reflexión, sobre la realidad, el orden temporal de la vida, el efímero barro que es el hombre, su ceniza:“¿Qué le importa a la tierra que se muera otro cuerpo,/ si el abono lo tiene asegurado?”

Llega la tercera “Dormir en primavera”, con su discordancia, con su contradictorio título de un tiempo que nace y se renueva y vive para hablarnos del tiempo de la alegría  y del tiempo de la sombra: un proceso de indagación con renuncia, escepticismo ante el futuro, que se contraponen al deseo de conocimiento, al deseo de la luz que alumbre con su paz y su palabra.

“Linaje empedernido” es la cuarta y última sección de La noche y su perdón. En ella el sujeto poético parece abandonar las dudas, la incertidumbre, asumir la realidad y trastocarla en realidad poética para buscar la salvación, siente que necesitar que la poesía le salve y a ella quiere aferrarse. Ser uno y escribir para seguir siendo, sin otra idea que la de construir la casa donde poder ser feliz. Sin humos, sin ecos de pedestales, sin más luz que aquella de la poesía y aquella de la gente que le lea aunque no sepa su nombre.
 “Yo me quiero salvar, y quiero ser feliz
y por mis propios medios, con mi barro y mis tablas,
y con las herramientas de mi oficio
quiero hacerme mi casa y mi ciudad,
y que entre la gente sin saber que es mi obra
la calle que frecuenta”

Juan Antonio Marín recibe el premio de manos del Alcalde de Sanse Miguel Ángel Fernández
(Detrás Joaquín Benito de Lucas y Antonio Hernández junto a Pureza Canelo,  parte de los miembros  miembros del jurado)

Juan Antonio Marín  contempló  El horizonte de la noche  cuando su vida de poeta amaneció.  Supo más tarde  Cómo se nombra el agua , que es -lo decía Claudio- lo que da vida y deambuló por El mundo convocado, observó la Ciudad iluminada y ahora, tras contemplar La noche y su perdón, tal vez se diga: Yo he vivido en la tierra y he sentido la risa y el llanto, las tribulaciones y el sosiego. 

Todo eso habrá sido motivo de cima o de sima, según la percepción que se tenga del fracaso o del éxito, y todo eso sabemos que es ceniza, humus que puede o no abonar; pero lo que sí ha sentido (y siente), aunque tal vez no lo sepa, es... que le queda la palabra.







  Juan Antonio Marín ha escrito un hermoso, dolorido, sincero e impactante libro partiendo de una realidad vital que tal vez no fuera la imaginada cuando quiso concursar en paraísos; pero que él, por medio de la palabra,  que es bálsamo y bandera, de la poesía y, por tanto, de la vida, con desasosiego y belleza al tiempo que con esperanza, ha convertido en realidad poética.                                         

                    Manuel  L. Azorín

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