viernes, 2 de octubre de 2015

Ricardo Ruiz: de "Tatuajes" a "Los vencidos", una obra de preicupación existencial.






Ricardo Ruiz: de Tatuajes a Los vencidos  La preocupación existencial y la reflexión sobre la naturaleza humana.


Ricardo Ruiz (Burgos, 1963) es Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Ha coordinado ciclos literarios y ha colaborado en prensa y radio (‘La Gaceta de los Negocios’, Cadena Cope y Radio Arlanzón), además de ejercer durante años la crítica literaria en Diario de Burgos. También ha escrito crítica literaria en El Norte de Castilla. Su obra poética ha sido publicada toda ella, hasta la fecha,  con el editor Juan Pastor en la Editorial Devenir. Kilómetros de nostalgia (2000),  Tatuajes (2002), Estación lactante (2006), El hombre crepuscular (2009) y Los Vencidos (2012). Asimismo ha reunido su obra escrita entre 1980 y 1990 en el volumen Labores de rescate (2003), Figura en varias antologías de poesía española y ha colaborado en distintas revistas de creación literaria.


Manuel L. Azorín, Pascual Izquierdo (centro) y Ricardo Ruiz
(Foto de Jesús L. Matias)


En mayo conocí personalmente a Ricardo Ruiz. Ambos presentamos en la librería de Burgos Hijos de Santiago Rodríguez un libro, publicado por Eirene Editorial, de otro poeta burgalés: Pascual Izquierdo.  Me encontré con un hombre, enjuto y amable, su presentación fue ajustada, precisa y acertada y tras el acto y mientras Pascual Izquierdo firmaba ejemplares de su libro Figuras de retablo aquella tarde Ricardo Ruiz y yo hablamos sobre poesía, me presentó a algunos poetas burgaleses que acudieron al acto y quedó en enviarme algunos de sus libros ya que yo le confesé no haber leído nada suyo. Poco tiempo después recibí en mi casa  cuatro de sus libros. Le agradecí el envío y prometí leerlos, sin prisa, como debe de leerse la poesía.
Kilómetros de nostalgia, que fue su primer libro, no lo he leído; (no me lo envió), pero en el prólogo de su segundo poemario Tatuajes, nos dice Antonio L. Bouza: “Fue uno de esos libros que hacen pensar (…) sugiere una reelectura para disfrutar en profundidad de la otra nostalgia inmanente en las estrofas y aun en versos sueltos.” Tatuajes, según  nos dice el poeta, escritor y crítico literario de Venta de Baños en el prólogo,  “expresa su pensamiento sentiente  con una admirable economía formal.”

Construido este libro en cuatro partes, los títulos de cada una de ellas hacen referencia al título del libro: La piel de la vida, La piel del amor, La piel del tiempo y La piel del mar. Tatuajes localizados en pieles no humanas. En cada parte el sujeto poético va dejándose la piel, es decir el alma: Mi cuerpo. Mar / que en las olas se desangra. Lluvia / que en mis ojos quema. Amor / que abrasa en su ceniza. Tiempo/ que su edad escribe entre mis dedos. Con ritmo contenido y depurado, con poemas breves e intensos como metáforas de la geografía de un cuerpo, de un estado anímico, de un alma: A la geografía de mi cuerpo / acuden las heridas /y esculpen un mar de cicatrices. / Son la piel de la vida. Indelebles tatuajes.

Estación Lactante es su tercer libro. Un poemario en el que el autor reflexiona sobre el paso del tiempo a la vez que el inicio de un nuevo tempo vital en el que se dan a la vez la certeza y el desconcierto en el vivir diario. El libro comienza con tres aclaratorias citas de Cernuda, “Que bella fue la vida y cuán inútil”. Hierro , “Después de todo, todo ha sido nada / a pesar de que un día lo fue todo” y Gamoneda, “Amé todas las pérdidas”.
El tiempo  desnuda de juguetes las habitaciones,
de labios nuestros labios, de niños felices los calendarios.
El tiempo es un reloj insobornable
Que nunca vuelve a nuestras manos.

Melancolía, tristeza, amor, dolor, cierto escepticismo frente a la vida y el tiempo en esta Estación lactante que pretende iniciar una memoria de futuro y nos muestra la tarde, que crece, como  el inicio de otro tiempo de belleza: El tiempo la sombra / del tiempo dibuja. Crece la tarde / en mi pecho y hacia tus labios / se arrastra. Como una noche emergente. Repleta de suaves encabalgamientos como deseo de hermosas y futuras memorias de esperanza.


En El hombre crepuscular, su cuarto libro, cambia más que de tono, de registro, con el empleo de otro lenguaje, principalmente el que bebe en las fuentes del cine norteamericano, y combina  poemas breves, poemas en prosa, diálogos dramáticos, microrrelato,  aforismos… y todo ellos para hablarnos, con su personal tono a veces escéptico, a veces de decepción, a veces de crítica, a veces de derrota, de la condición humana. En este libro el autor reflexiona  sobre el hombre: condenado a vagar a lomos de su soledad en busca de su identidad y su destino.

Dividido en tres secciones: I.-Lejos del paraíso: Sé que estoy vivo. / Sé que voy a morir. / A esto se reduce toda certeza. II.- Corazones de ceniza : esta sección nos dice en el poema titulado En la ruta 66: He necesitado media vida para encontrarte . Necesitaré la otra  media para olvidarte. Mi corazón está cargado de metralla  y III.- El hombre crepuscular, con un fragmento de este poema que el autor dedica a Luis Alberto de CuencaYo escribo mi historia / en una calle fría y solitaria / con mi pecho a quemarropa / y mi espalda curvada de sueños./ Yo soy John Ford / y hago Westerns crepusculares / como quien cabalga a lomos del amanecer / buscando los muslos de la noche, / como quien encierra sus sueños en un gatillo / y juega a la ruleta rusa de la felicidad.

El último libro de Ricardo Ruiz, hasta la fecha, es Los vencidos. Tras  los  cuatro anteriores publicados (exceptuando el volumen Labores de rescate-1980-1990-) Los vencidos resume un itinerario poético y vital con poemas breves, poemas en prosa con ética y estética nos construye  la metáfora de los que mantienen una actitud frente a la pérdida  de valores, códigos… Así nos dice: Bailan en la cuerda floja de la vida y conservan la dignidad de la derrota. Los cimientos sobre los que construye su poesía Ricardo Ruiz mantienen su actitud frente a la vida, por ello nos ha dicho que   conservan la dignidad de la derrota.
Una derrota  percibida por el sujeto poético como un fracaso no deja de ser una percepción relativa, incompleta. El éxito o el fracaso son tan solo transformaciones que dependen de nosotros. Por ello, inteligentemente, el yo lírico de este poemario termina diciéndonos: No temáis, dijo. No son los vencidos quienes pierden los laureles
 de las victorias sino quienes conservan la dignidad de la derrota.

 Ricardo Ruiz articula en su obra un itinerario poético a través de una contenida expresión, en el que confluyen el sentimiento de pérdida y desposesión, la recuperación de la memoria, el paso inexorable del tiempo, las señales indelebles de vivir, la evocación del amor y la reflexión sobre la naturaleza humana. Estas son las bases en las que se sustenta su poesía.
En definitiva la obra de Ricardo Ruiz es de preocupación existencial y en ella las temáticas  amor, tiempo, soledad… van grabando en el alma del poeta la grafía de la vida que es ceniza en la condición humana. Pero el hombre, al fin, que tiene la suerte de soñar la espuma, esa que eleva por encima de todo, le permite reflexionar sobre el éxito de la vida y su derrota para asumir,como mi querido Pepe Hierro que “Después de todo, todo ha sido nada / a pesar de que un día lo fue todo” y aceptar la inutilidad de la vida bella que dijo Cernuda  y como no, amar todas la pérdidas como  Gamoneda, pero  con la esperanza de encontrar si acaso algo de felicidad porque bien sabe  Ricardo Ruiz que La vida es el aprendizaje de la despedida  y también que "Vivir es un milagro", eso sí, inexplicable y único.
                                                                     Manuel L. Azorín









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