sábado, 4 de junio de 2016

Leopoldo de Luis II: Rigor formal de sereno sentimiento.Memoria poética.





Memoria poética.
Leopoldo de Luis II: Rigor formal de sereno sentimiento.

Al año de nacer en Córdoba Leopoldo, su familia se trasladó a  Valladolid, ciudad en la que vivió hasta los diecisiete años. Cuando Leopoldo de Luis dejó Valladolid trasladándose a Madrid para estudiar Magisterio, durante un tiempo vivió en  la sección de menores de la Residencia de Estudiantes; pero  la ruina familiar le obligó a trabajar en un puesto burocrático de la empresa privada. Entretanto empezó unos estudios de Letras que nunca acabó.
Cuando yo conocí a Leopoldo de Luis acababa de publicar su libro Del temor y de la miseria, Orígenes, 1985. Sobre este libro se escribió en julio de 1985: “Cuando Leopoldo de Luis abre las dramáticas puertas que dan entrada a Del temor y la miseria no nos ofrece un patético deslumbramiento, sino algo que se cruza por un entramado de sombras,”

Y es que a Leopoldo de Luis, no se le puede dejar solo en “poeta social” como suelen conocerle o reducirle. Digamos que la diversidad poética  de Leopoldo que efectivamente trató y escribió la poesía comprometida, la malllamada “poesía social”, él va más allá  y cualquiera que lea su obra podrá observar  que  es una obra humanista, existencialista, con cierta estética simbolista, con un predominante yo lírico y reflexivo que nos hace pensar en el sentido de la  muerte, el tiempo, la vida,  que la memoria es temática importante en su poesía y también la metapoesía. Lo que sucede, en mi opinión, es que Leopoldo de Luis, como tantos, condicionado por las circunstancias vitales que le tocó vivir, forzosamente le generaron interés en esa “poesía social”.   Conviene recordar   su paso por los campos de concentración, su contacto con el pueblo vencido y preso, su amistad con Miguel Hernández… estas vivencias marcaron su vida y su poesía.

En los años sesenta publica, también, La luz a nuestro lado y Con los cinco sentidos y en los 70  De aquí no se va nadie y un poemario con el que le conceden el Premio Nacional de Poesía: Igual que guantes grises. Más libros y más premios se suceden a lo largo de estos años en los que este poeta de rigor formal, de sereno sentimiento, con rigurosa concepción del mundo, atenido siempre a la belleza de la forma y con un contenido humanista, ha ido dejándonos, fiel a su ética y a su estética, lo mejor del hombre que se busca en sí mismo y se reconoce al margen de modos y de modas y maneras
Su hermano, Francisco Umbral dijo de Leopoldo: “Es un importantísimo poeta, pero por su estética, a la que sigue siendo fiel desde siempre, además de ir a contracorriente de las modas desde hace tres décadas, no parece tener sitio en este final de siglo. Personalmente lo lamento porque pienso que hace gran poesía”



Cuando Leopoldo vino como poeta invitado a Tertulias de Autor, nos leyó poemas de Teatro real, un libro publicado en 1975 en la Colección Austral de Espasa Calpe (aunque al llegar lo primero que hizo fue saludarme y regalarme una antología suya publicada en Plaza y Jané  en 1989 titulada Los caminos cortados)


Poesía, en fin, a veces amarga pero siempre tonificante la de este poeta que nos habla “del temor y de la miseria”, que nos dice que no sabe “proclamar la esperanza en el mundo” (aunque lo intenta) y que nos ofrece con sus poemas esa luz... cualquier día “del mundo en que nos toca ser testigos”, del teatro del mundo en que nos toca actuar. Yo, como tú, quiero ser el que diga estos versos: “Éste es siempre el epílogo seguro. / Teatro hoy, ceniza en el futuro. / ¿Vale la pena de estrenar la obra? /  Vale la pena de estrenar la obra / aunque ya el argumento es muy sabido. / Representarla en paz y pena pido. / En paz y pena con mí mismo. Y sobra.”

Para Leopoldo de Luis, poesía social “es aquella que sublima sentimientos colectivos latentes en un marco histórico caracterizado por la opresión política y la explotación económica.” Todo lo demás, como lo fue para Pepe Hierro, es  poesía de vida que da testimonio de lo que acontece.

El hecho de que muchos autores no consiguieran hacer realidad su deseos de obtener calidad artística (otros muchos si lo consiguieron como Leopoldo, Hierro, Celaya, Otero, Sahagún, Cabañero, etc), sino que más bien trataron de imitar, de hacer epigonismo poético o lo que hicieron, en algunos casos, fue poesía de panfleto llevando a la decadencia esta corriente.



Cuando estalló la guerra incivil española, Leopoldo de Luis, alistado en el ejército republicano, hizo más intensa  su amistad con el poeta de Orihuela Miguel Hernández, a quien había conocido ya en 1935.A Leopoldo se debe, en muy buena medida, la recuperación editorial de Miguel Hernández, muerto en la cárcel en 1942. Igualmente mediados los años treinta Leopoldo trabó amistad con Germán Bleiberg, Rafael Múgica, más tarde conocido como Gabriel Celaya (tras sucederse un tiempo de adaptación a su nueva vida con Amparo Gastón en la que adopto otro de sus nombres: Juan de Leceta), y  también trató al poeta León Felipe.
Gloria Fuertes me contaba una anécdota en relación con Leopoldo y Celaya: Sucedió en 1936. Se celebraba el Premio del Centenario de Bécquer organizado por el Lyceum Club Femenino (una asociación de mujeres fundada en 1926 y que funcionó en Madrid hasta 1939) Gabriel Celaya (entonces Rafael Múgica fue el ganador de aquel premio con su libro La soledad cerrada. A este premio se habían presentado también Leopoldo de Luis (Como Leopoldo Urrutia) y Gloria Fuertes (allí se conocieron los tres) Como el premio lo ganó Rafael Múgica y no ellos y concretamente Gloria Fuertes, esta se enfadó al principio; pero, me contaba, cuando conoció a Celaya, que “era alto y rubio como la cerveza” se le pasó el enfado y ya siempre fueron grandes amigos. Un día, hablando con Leipoldo se lo contaba yo y vi que sonreía mientras asentía, confirmando así que la anécdota de Gloria había sucedido tal como ella me la contó.
En 1937 colaboró en Nuestra Bandera de Alicante y en La Hoja del Lunes  de Madrid, y publicó un pequeño libro que antologaba poemas suyos de guerra junto a algunos de Miguel Hernández y de otro poeta combatiente, Gabriel Baldrich.
En 1938 apareció el libro Romance  con el nombre de Leopoldo Urrutia. (para este libro empleó el apellido de su padre; pero más adelante ya en 1946 publicó el que Leopoldo consideraba realmente su primer libro Alba del hijo y lo firmó con el apellido materno, Leopoldo de Luis, apellido que adoptó para evitar represalias de los vencedores. por este nombre sería conocido como poeta a lo largo de su vida.

Como poeta, ensayista y crítico literario fue colaborador de las revistas más importantes de su tiempo (Ínsula, Cántico, Espadaña, Papeles de Son Armadans, Revista de Occidente...), 
Leopoldo de Luis comenzó escribiendo una poesía  que nos hablaba de la condición humana, poesía de gran  contenido existencial. Luego, a lo largo de su obra, se fue afirmando una aguda conciencia del tiempo y la muerte dentro de una posición esencialmente humanista como dije en Memoria poética I.

Recuerdo una Comida Homenaje a Leopoldo en el restaurante medieval La rioja C/ Las negras, 8 Esquna a Princesa Madrid el 21 de octubre de 2002. Aquel día Julián Creis, Emilio Ruiz Parra, entre los que recuerdo en la mesa, escribimos unos versos para el poeta homenajeado y, como siempre Leopoldo, con sencillez y humildad, correspondió con su agradecimiento   a todos los que allí nos encontrábamos. Y al mencionar a Julián Creis me vino a la memoria otro Homenaje (esta vez en Valdepeñas, en 1995) organizado por las Bodegas A-7 en la Tertulia llamada Desde el Empotro en la que además de la publicación de un cuadernillo con poemas de Leopoldo de Luis, se quedó impreso en una de las enormes tinajas de la bodega un poema de este poeta que nos dio una lectura y con quien pasamos, junto con Paco Creis , organizador del Homenaje, una grata jornada poética.



De su poesía han escrito muchos y con profusión. De ella nos dijo Concha Zardoya: “La poesía de Leopoldo de Luis, humana, verdadera, conmovida y conmovedora, nos deja una huella imborrable en el espíritu y en el corazón”.... “No ha tocado con su dolor, vertido en versos de clásica sobriedad y nos ha enseñado su lección de ética profunda”. Concha Zardoya, y lo digo con rotundidad porque ella, personalmente, me lo confesó, sentía una enorme admiración por la poesía de Leopoldo y por su digna y humana trayectoria.

Tan humana fue su trayectoria que nunca dejó de contestar una carta, o de responder a un poema como en una ocasión que le escribí un soneto, fue un año antes de fallecer y no recuerdo ahora, porque no encuentro el poema, aunque si la nota que Leopoldo me envió:


Mientras escribo esta II entrega de Memoria poética sobre Leopoldo de Luis, recibo un mensaje de Jorge Urrutia en el que me dice:

Blogger Jorge Urrutia dijo...


Querido Manuel López Azorín: te envío una abrazo y la expresión de mi agradecimiento por esta entrada tuya en el blog. A mí, esto años de ausencia me han parecido una fosa difícil de superar. El cariño que le demuestras, la admiración que expresas por su obra me emocionan. Cuenta con mi amistad.
Jorge Urrutia
Jorge quizá no lo recuerde; pero hace unos años, en un homenaje que le dio Fina de Calderón  en el Cigarral del Santo Ángel de Toledo, tras la comida y lectura poética que acostumbraba a darse
en honor del homenajeado (en esta ocasión Jorge Urrutia) ya le recordé que sentía una enorme admiración por su padre (a quien Fina rindió Homenaje también en ese Cigarral en los años 90 y yo estuve  igualmente acompañándole) al tiempo que un gran afecto. 
Y aquí dejo esta II parte de Memoria poética. Preparo una nueva y III parte que, en cuanto esté acabada “colgaré en este blog” Leopoldo de Luis que, de vivir, ahora tendría 99 años, merece no solo este recordatorio sino que le leamos y releamos a menudo.

                                                  Manuel López Azorín

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