jueves, 25 de marzo de 2010

JORGE DE ARCO: La casa que habitaste



Jorge DE Arco ha publicado un nuevo poemario: La casa que habitaste, Ediciones Rialp (Adonais). Jorge es Profesor universitario de Literatura Española , Licenciado en Filología Alemana, traductor, crítico y director de la revista de poesía Piedra de Molino. Juglar de Fontiveros desde el año 2005, ha recibido los Premios: Fray Luis de León. Santa Teresa de Jesús, Vicente Aleixandre, Andalucía y ahora, con este libro, el Premio San Juan de la Cruz.

En La casa que habitaste, regresa el sujeto lírico a lo que fuera suyo a través de la memoria. Pisa nuevamente un tiempo sucedido vencido por el tiempo y la distancia y se asoman la culpa y el olvido en un vacío de música callada que ahoga la lágrima y la ausencia en la desnuda ebriedad / del corazón. Recorre las habitaciones de esta casa de la memoria donde habita el olvido, por más que el canto de lo perdido pretenda revivirlo, y se agolpa la tristeza en sus cimientos porque hay luto en las estaciones de la vida y sueños que sueñan superar la derrota de fantasmas y cenizas.

Este intimista poeta nos muestra aquí un poemario maduro y hondo donde la melancolía, el miedo al desamor, el sentimiento de culpa y el amor en unitivo abrazo con la memoria, riqueza de lenguaje y emoción a través de eso que yo llamo, en poesía, mirar hacia adelante sin dejar de beber de las fuentes o hacer de la memoria, la poética y la personal, el patrio territorio del poeta y de su soledad, expresada aquí, bajo el íntimo clamor doliente del recuerdo. Y es que nada duele tanto como la soledad de la nada, de la ausencia El aire de otro tiempo duerme asido al ayer. Haber vivido, aferrarse al pasado, no devuelve; tan sólo rememora un tiempo extinto. El fugaz paraíso que anida en el recuerdo, no preserva del tiempo de la melancolía.

Azar y salvación es hoy el sueño del fugaz paraíso de la infancia. Ahora / sumidos en el vértigo silente de la edad, la fe se esculpe sobre lo que queda por soñar para evitar la ausencia, para abrazarse al canto y al gozo bendecido de la carne. Porque "En un rincón de carne cabe un hombre" y sabe (bien lo supo Miguel Hernández) a muerte la boca y la resina del tiempo sucedido. La infancia y sus almenas se han quedado en la cuna de los sueños. Guardamos poco más que la limosna / de los recuerdos. Todo es ausencia, en la memoria, en el ayer, y roba con su muerte el añil más remoto de los ojos. Pero aún somos y latimos y respiramos. Hay,…en los ojos la lumbre de volver a empezar. Una luz sedienta que quiere rescatar lo sucedido, traerlo nuevamente, al tiempo que se sabe camina latiendo no ya en la casa que se habitó, la suya, sino en la casa del olvido sin remedio.

Porque empezar no es regresar para volver a vivir el pasado. Y de aquel tiempo de amor queda el vacío el duelo de ser hombre y ser condena, y queda el fantasmal hechizo de (la) ausencia vestida con el luto impenitente/ de los días futuros. Cuando la vida lucha entre el mañana y el ayer, no vive ahora ni puede escucharse al pájaro del alba que rompe la canción del tiempo y entona el nuevo día. Las losas negras del olvido hacen que la madrugada sea ancha como un río. Carmelo Guillén Acosta, actual director de Adonais ha dicho de él: Este libro trata sobre la memoria y está asentado en el amor reflejando en él una parte de su propio mundo, con un lenguaje muy cuidado y vivo En el libro están: Pablo Neruda, Miguel Hernández, San Juan de la Cruz o José Hierro.
Gonzalo Santorja
, que formaba parte del jurado del Premio dijo
que: La casa que habitaste es un libro sanjuanista y contiene muchísima emoción y verdad y también un ritmo muy cauto que a veces se disimula pero que al final de los poemas golpea como un aldabón.


El humo del tiempo desvanece el recuerdo. La casa, aunque no quiera el sujeto lírico, con esas luchas de ganancias y pérdidas dejará en el umbral Como un reflejo / de lo que somos, todo aquello que es tiempo sucedido, , sin retorno. La casa, cada día, se habitará de nuevo con la sombra y la luz, con sol en las ventanas. Aunque de vez en vez, resuenen las pisadas del pasado porque vivir es eso, acumular los sueños del sueño de la vida, el eco que no ofrece rescate ni devuelve ya nada que no sea un espejismo. La casa que habitaste, ahora, esa casa más suya que de nadie, debe ser un clamor de luz esperando, sin dolor ni derrota ni melancolía ni nostalgia, el destello de vida, este momento, este hoy, este siempre todavía. La casa que habitaste debe dejar de ser la sombra, para abrazar la luz, de un tiempo que ya no ha de volver aunque resuene siempre en los sombríos huecos/ del corazón.

A veces la memoria es una casa

por habitar, un ámbito

oscuro, al que se accede

a través de un postigo que carece de llave,

pero que se resiste

a ser abierto. Empujas

inútilmente. Un llanto

te llega desde el fondo

de las habitaciones desoladas,

y no hay nadie allá dentro, nadie vivo.

Nadie vive en sus largos corredores,

en sus salas de muebles polvorientos,

y sin embargo, queda

el eco lastimado

de unas pisadas que no cesan nunca

de resonar en los sombríos huecos

del corazón.

Jorge De Arco

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