jueves, 1 de julio de 2010

RAFAEL MORALES: La palabra re-humanizada (I)


En la fotografía: Rafael Morales en 1993


Cumplidos ya 5 años de la muerte de Rafael Morales (Talavera de la Reina, Toledo, 31 de julio de 1919 – Madrid 29 de junio de 2005) dejo, ahora que tomo descanso del blog durante el verano, en tres entradas, lo que escribí sobre él, y para él, en lo que vengo a llamar Memoria poética, ya en el mes de julio que fue de su nacimiento, como un recordatorio a uno de los poetas importantes de los años 40, primeros años de la postguerra española y de quien guardo un gratísimo recuerdo por su poesía y por su amistad.

MEMORIA POÉTICA: I

Descubrí la poesía de Rafael Morales en los años sesenta y es que fue al principio de estos años cuando yo comencé a enamorarme de ella, de la poesía. Recuerdo que el primer libro suyo que leí fue La máscara y los dientes un lirodrama, según el propio Rafael, y también, se lo escuché decir a Claudio Rodríguez,que quería ser reflejo y radiografía de algunos aspectos del ser humano mostrándonos la falta de amor y de confraternidad en este mundo hostil que entonces, y ahora, y creo que casi siempre, venimos padeciendo.

Me atrapó su modo de decir las cosas, su manera de juntar palabras para posibilitar, con ello, la lírica de siempre y, a la vez, nueva Qué mansamente perezosa y limpia, / qué tiernamente silenciosa el alba / por los tejados del suburbio viene / heladamente venturosa y blanca...

Por aquel tiempo devoraba yo, toda la poesía, de antes y del momento, que caía en mis manos. Leía sin orden ni concierto ya que a partir del año 60 el Doctor Almendral, que dirigió y organizó mis lecturas, regalándome libros, desde los 10-11 años a los 14, desapareció de mi vida al fallecer mi madre. Pero gracias a él, el gusto por la lectura quedó arraigado en mí y, especialmente, el gusto por la poesía. Desde el 60 al 65 o 66 leí, algunos poetas clásicos como San Juan de la Cruz, Manrique, Garcilaso…(que recuerde ahora). Además de algunos poetas como Bécquer, mi paisano Federico Balart, Machado, poetas del 27 como Lorca y Salinas, Miguel Hernández y, también, algunos poetas que comenzaron a publicar en los 40 y los 50: Rafael Morales fue uno de ellos.

Recuerdo que acababa de leer a Claudio Rodríguez y ya deseaba que la claridad – como a él- me llegara del cielo para ser poeta y sentir y escribir poesía; pero entonces la claridad que me llegó fue la del libro de Rafael El corazón y la tierra, con estos versos: Eres como la luz, muchacha mía,/ dulcemente templada y transparente. ( andaba yo por aquel tiempo prendado de una muchacha que no quiso corresponderme)

Aquel libro y el siguiente de Rafael Morales, Los desterrados, fueron a juicio de muchos, el prólogo de la (mal) llamada, luego, poesía social. (Nunca las etiquetas fueron buenas) Decía Rafael con relación a este libro: No busquéis la poesía sólo en las aguas de un arroyo o en los cálidos ojos de una mujer, bajad a los lodazales... Buscadla en los ojos de los ahorcados, en las manos sucias de los trabajadores, junto al dolor de los demás.

Y yo, que vivía en un barrio humilde, que veía las manos sucias de los trabajadores, que sentía su dolor diario transitando por los lodazales periféricos de Madrid... sentí que aquel libro, Los
desterrados
y el anterior, hablaban de cosas que yo conocía: Qué doloroso eres viejo barrio nocturno, / sonoro de zapatos que arrastran su pobreza.


Llegó luego a mis manos otro libro que tomé con cierta prevención: Poemas del toro,(1943) su primer libro. Digo con prevención porque si bien la fiesta de los toros, con su liturgia, plena de belleza estética, me parecía un espectáculo lleno de riesgo al tiempo que de esplendor, la muerte del toro no terminaba de entenderla y no me gustaba; pero aquel libro era otra cosa y lo comprendí con su lectura, no eran poemas taurinos, lo decía José María Cossíoen el prólogo: en el caso de Rafael Morales, la primera sorpresa nos la proporcionó el tema, más táurico que taurino. La alusión a la fiesta de los toros es mínima y, en cambio, hinche el poema la consideración del toro, fuerza oscura y elemental de la naturaleza, impulso cósmico, inquietador e inexplicable, negro mundo del instinto ciego, designio acometedor de toda explicación racional.
De El corazón y la tierra, libro que Rafael publicó en el año de mi nacimiento (1946) siempre he recordado, entre otros, el poema Ocaso, un hermosísimo poema que "cuelgo" al final de esta entrada; Pero volviendo a su primer libro, recuerdo que José Hierro (Pepe, luego, ya para mí) del que, por entonces (1966 o 67) leí el Libro de las alucinaciones y lo descubrí como poeta, dijo que Poemas del toro iniciaba un nuevo camino para la poesía.

Quién me iba a decir a mí que años más tarde iba a conocer a Claudio, a Pepe y a Rafael, por este orden, entre otros muchos grandes poetas, y que contaría con su afecto y con su amistad, proporcionándome un enorme aprendizaje. ¡Quién me lo iba a decir!

OCASO

Yo estaba junto a ti, calladamente
se abrasaba el paisaje en el ocaso
y era de fuego el corazón del mundo
en el silencio cálido del campo.


Un no sé qué secreto, sordo, ciego,
me colmaba de amor; yo, ensimismado,
estaba fijo en ti, no comprendiendo
el profundo misterio de tus labios.

Puse mi boca en su insistencia pura
con un temblor casi de luz, de pájaro,
y vi el paisaje convertirse en ala
y arder mi frente contra el cielo alto.


Ay locura de amor!, ya todo estaba
en vuelo y en caricia trasformado….
Todo era bello, venturoso, abierto…
Y el aire ya tornose casi humano

Rafael Morales
Del libro: El corazón y la tierra

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