miércoles, 20 de mayo de 2009

CLAUDIO RODRÍGUEZ: Homenaje


Fotografía: Con Claudio Rodríguez en su casa (1996-97)



Hoy 20 de mayo en el Teatro Fernán Gómez, sala II. Plaza de Colón,4. Madrid, se va a ofrecer un Homenaje al poeta Claudio Rodríguez (Zamora,30 de enero de 1934-Madrid,22 de julio de 1999) dentro del ciclo Los miércoles de la poesía, ciclo que coordina y presenta Fina de Calderón una mujer entusiasta e incansable que es compositora, escritora, poeta... gran animadora cultural y mecenas, en muchos casos, de las Artes en general.
Cuando Fina de Calderón me llamó para invitarme a participar en este homenaje, ni pude ni quise negarme porque Claudio Rodríguez significó, y significa, mucho para mí.Mucho porque Claudio me ofreció su amistad y me enseñó que la humildad es el don de la grandeza. Una grandeza que he comprobado en él a lo largo del tiempo, tanto en su poesía como en su vida ya que, en él, vida y obra van unidas, ensambladas, son una sola cosa.

Cuando yo conocí a Claudio Rodríguez (Fue en una lectura suya a finales de los años 70) tuve la osadía de decirle: Yo quiero ser como tú. Claudio me miró, sonrió y para mi sorpresa me dijo: Yo hago mi poesía caminando, por lo tanto si quieres ser como yo, camina, observa, interioriza y luego, tras este proceso, escribe. Después, cuando lo leas y te preguntes ¿Qué es ésto? entonces, poda, poda con ganas, sin vanidades, poda hasta dejar esas palabras que te han surgido, como queriendo florecer desde dentro,con lo más esencial, con la naturalidad del agua que les dará la vida.
Te digo esto; pero creo que no debes de tratar de ser como yo sino como tú, porque la poesía es la aventura, la comunión entre el yo más íntimo y la realidad.

Nunca olvidé sus palabras, nunca. Tardamos un tiempo en encontrarnos de nuevo. Le recordé lo que me dijo. Claudio no se acordaba pero me dijo: ¿Lo has llevado a cabo? En ello estoy, le respondí, porque, aunque me pareció tan sencillo cuando tu me lo contabas, no lo es tanto Claudio, no lo es. Sonrió con la inocencia de quien va por la vida con la mirada limpia, clara, transparente y me dijo: sigue contemplando lo que hay fuera, mírate dentro y pregúntate siempre ¿Dónde, dónde la flor sin nombre?.


Ya nunca más hablamos de aquello. Hablábamos... de otras cosas- De fútbol, de mus, del sentido de la amistad, de sus paseos por Zarautz durante los veranos,de sus jueves en la Real Academia Española... Hablaba poco de su poesía, pero su poesía estaba en todo aquello de lo que hablaba. Su sencillez, honrosa, humilde y auténtica sencillez, en Claudio era el verdadero don de la grandeza, me llevó a decirle un día (poco antes de hacer su discurso de ingreso en la Real Academia que, por cierto, versó sobre Miguel Hernández)medio en broma, claro le dije: Claudio ahora que tienes tratamiento de Excelentísimo Señor, ya no podré visitarte, tomar esa manzanilla que bebemos por la mañana regada con unas gotas de anís,hablar, aprender,pasear contigo... Claudio me miró como sin comprender, no mis palabras sino el porqué de éstas y me respondió serio y con firmeza: yo no reniego de las gentes sencillas porque me he criado junto a ellas.
Siempre se mostró generoso conmigo. Fue, sin magisterio porque no le gustaba, como un maestro para mi y lo fue como persona y como poeta.

La última vez que le vi fue el 21 de julio, un día antes de su muerte, muy poco.Clara Miranda y yo nos fuimos a una salita del sanatorio y hablamos durante unos minutos. Clara, siempre junto a Claudio, siempre con su enorme entereza. Parecía más desvalida y desamparada aquella tarde en la que ya se sabía que la despedida, el regreso a Zamora, a su Duero,a la tierra que le vio nacer y crecer y caminar y observar, interiorizar y comenzar a escribir, era inminente. Clara, qué gran entereza y cuánto amor.

La última vez que lo he leído ha sido esta mañana; pero será también mañana y pasado y el siguente día... (Recuerdo que Pepe Hierro solía decirme cuando hablábamos de él,que Claudio era el más importante poeta que había surgido tras los poetas del 27)

Y es que su poesía, para mí y para muchos, es la poesía de la espuma y de la claridad de la luz, la poesía esencial que es la de la vida porque (y lo diré con palabras que el me decía) la poesía es el agua, la que sacia la sed,la que da vida, porque es vida.
Claudio fue siempre "un pensamiento generoso", fue "cuando la vejez", mientras escribía su Aventura,el mismo adolescente del don del milagro y del deslumbramiento de su primer libro,el mismo joven de Conjuros,el hombre de Alianza y condena, el de El vuelo de la celebración, el Claudio de Casi una leyenda que es, cada día más, una leyenda,sin casi, porque su poesía es... La verdad de la mañana.

Murió en la cima del reconocimiento como uno de los poetas clave de la segunda mitad del siglo XX y hoy tras casi diez años ya,además del permanente recuerdo en aquellos que le conocimos, que tuvimos la gran suerte de contar con su amistad, sigue alzándose su voz cada vez con más fuerza.Como si nunca hubiera sido mía,/ dad al aire mi voz y que en el aire / sea de todos y la sepan todos / igual que una mañana o una tarde.
Y es que la poesía de Claudio Rodríguez, como en su poema Alto jornal,Brilla limpio su oficio y nos lo entrega/ de corazón porque ama.Y por esa razón tiene ya ganado el jornal.
Así es, se ha ganado el jornal del reconocimiento, aquel que le permite formar parte de la admiración colectiva,de la leyenda y, también, con su manera de ser, tan generosa, se fue ganando el jornal de la amistad y del afecto para siempre.

El mejor modo de recordar a un poeta es leerlo. Voy a "colgar" aquí un poema suyo titulado Alto jornal, que pertenece a su libro Conjuros, para que lo leáis. Este fue el primer libro que yo leí de Claudio Rodríguez.Inmediatamente después de leerlo, sentí la necesidad de saber más de su poesía y leí su primer libro, el libro que escribió cuando contaba diecisiete años,el Don de la ebriedad. Quedé tan entusiasmado con la lectura de ambos que andaba siempre pendiente de este poeta (entonces no lo conocía personalmente) luego, años más tarde, tuve la inmensa fortuna de conocer y de compartir, junto a él, unos fantásticos años de amistad y de poesía.



Alto jornal

Dichoso el que un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿Qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y oye,
anda, y siente subirle entre los pasos
el amor de la tierra, y sigue, y abre
su taller verdadero, y en sus manos
brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
de corazón porque ama, y va al trabajo
temblando como un niño que comulga
más sin caber en el pellejo, y cuando
se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha sido todo, ya el jornal ganado,
vuelve a su casa alegre y siente que alguien
empuña su aldabón, y no es en vano.

Claudio Rodríguez

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