jueves, 22 de abril de 2010

JOSÉ HIERRO: El esclavo más libre (III) y final

José Hierro, Julio Maruri y Manuel López Azorín durante una Tertulia del pintor y poeta afincado en Paris, en Sanse, 1992. Tercera y última entrada de este texto que escribi en 1992 y que he dividido en tres partes. Memoria poética: III Se suceden los años: Esta cabeza ha sido tallada por los días y por las estaciones, esta cabeza sueña, necesita la poesía porque es como la sal, necesaria para vivir, porque es como el viento o como el fuego / o como el mar, da apariencia de vida a lo inmóvil a lo paralizado. Esta cabeza marcha paralizada muchos años. Temerosa de todo, temerosa de nada, temerosa de sí, buscándote y buscando por las páginas vida, esa vida que es sueño de quien perdió la vida, vivo, por sí mismo , hace ya tanto tiempo. Se suceden los años y haces Agenda de la vida (y humo.) de gusanos de seda y de libélulas (mariposas del sueño que abandonan el miedo, la esclavitud del tiempo, en un vuelo de signos y milagros.) de números de Bell que vas tachando (para olvidar y recordar a tu manera te escudas en Machado.) y ,como cirujano de palabras y sueños, le trasplantas los ojos a la noche (a la noche del tiempo del poeta clérigo Lope de amor en Marta, donde el mar es verde, para alumbrar un tramo de tu sueño en la de ellos, la de él, que es ya luz sobre el tiempo. Sobrevuelas las tierras y los mares para fundir metal en las estrellas. Hay diminutas voces que te besan, hay diminutos nombres Bubu, Tacha, Marian, crecidos de tus manos y tus ojos Pepe Hierro. Hay más, pero no sabes darles lo que sientes, y te muestras esquivo, taciturno, como ausente, en tus cosas, en tus páginas, tus palabras, tus sueños… pero no es suficiente. Metal entre metales, palabra y poesía, y mientras tanto, vas como escapando siempre, de los otros, de ti mismo, cuidando no pisar las líneas blancas de los pasos de cebra de la vida (tú lo dices de mí, pero es más propio de tu constante huir hacia ninguna parte.) para evitar el riesgo de ser presa de los grandes equívocos humanos, esos que sabes que a todos nos acechan porque van con nosotros. Por el asfalto-tierra de Madrid o Nueva York (donde te quedas extasiado viendo los puentes de hormigón superpuestos, como en la Moraleja cada vez que pasamos por debajo, camino de tu casa o de la mía) sueñas ser arquitecto del lenguaje y renovar el aire, con mágicas y jóvenes palabras, con viejos personajes de realidad y ficción, que sitúas donde nunca estuvieron como excusa para sacar de ti los demonios de la inseguridad, del miedo, de la duda, de tus actos oscuros, de los otros, de la palabra, de la vida, del tiempo... y nos hablas de guerra y Gloria Fuertes, de músicas con notas de libertad segada, del alma de un hotel (Mahler de fondo.) de claustros y trastoques, de vejez y abandono, de ballenas y de todo que –dices – ya no es nada, pero que siempre es todo. (Como el padre y el hijo que se encrespan –benditos y malditos – para dejar de ser y seguir siendo, junto al arroyo, con las cabras, en Columbia University... Hoy duermes en Nayagua y te habita el azul del universo por el día y la noche. Mañana nos veremos. Beberemos el cielo de las yerbas humildes y la azumbre del verso, por tus labios, dejará olor a frutos con sabor a esperanza, esa que siempre buscas a sabiendas de no encontrarla, y el humo entre los dedos, de ceniza, dejará volar libre la libertad del hombre, la libertad del tiempo. Ahora es todo viento, sólo agua y viento con un ligero olor, rumor, color, calor en la mañana y unas copas que ríen, transparentes, no sé si de nosotros, con nosotros, de todos o de nadie; pero no importa, ahora todo es viento, sólo agua y viento. Quien lee (escucha) a un poeta descubre mucho de éste, al tiempo que descubre mucho de sí. Y mucho de su tiempo. Voy a escuchar el mar, a ver el mar y voy a escribirte con tu metro eneasílabo, ese que tanto te gusta, voy a escribirte Pepe, esta noche, estos versos, estas palabras de mañana,José Hierro. 

VERSOS ENEASILABOS PARA ESCUCHAR EL MAR                                                                   

                                                            

                                                     A José Hierro

“¡Qué bello, mar, morir en ti

cuando no pueda con mi vida!”


Aquí, en Madrid, no se oye el mar.

No hay mar y yo quiero mirarlo,

quiero escucharlo, oír el mar.

Aquí no hay mar, anda lejano.

Voy a escuchar, pensar tus versos.

Ahora sí oigo el mar, su canto,

Estoy oyendo el mar en ellos,

tu mar, mi mar, el mar de tantos…

lo estoy sintiendo Pepe Hierro.

¿No sientes tú que es libre (¡y cuánto!),

que es “todo y nada” al mismo tiempo

y nada y todo nuestro paso?

¡Deja ya de temer, de huir,

sabes que el hombre no es perfecto,

que muere y nace cada día

con su losa de voz, silencio,

con sus luces y sombras –digo –

con su carga de miedo y sueños!

Oye tú, el esclavo más libre,

el sonido del mar, del tiempo,

la palabra que es agua y espuma,

la palabra que es luz y viento.

Oye el mar, óyelo como canta…

Escucha el mar en estos versos

que escribo yo desde tu voz,

desde tu juventud del Dueso

donde mirarlo no podías

y tu refugio, tras ser preso,

de libertad, mar de Valencia.

¡Óye! Oye el mar con su beso

que te libera al respirarlo.


Junio de 1993
Manuel López Azorín

 

 





3 comentarios:

Unknown dijo...

Amigo Manuel: Quiero decirte que soy feliz al visitar tu blog y conocer -sentir- unas evocaciones poéticas tan hermosas.

Los recientes retratos sobre las figuras literarias y -sobre todo- humanas de Pepe Hierro y Claudio Rodríguez (grandes como poetas, amigos y maestros), revelan emoción, frescura, belleza... toda la verdad.

En la semblanza de José Hierro, nos regalas -rediviva- aquella prosa joven, apasionada, desnuda, sencillamente libre.

Es un verdadero placer. Un abrazo fraternal.

José-María González Ortega.
Ciudad Real.

Unknown dijo...

Amigo Manuel: Quiero decirte que soy feliz al visitar tu blog y conocer -sentir- unas evocaciones poéticas tan hermosas.

Los recientes retratos sobre las figuras literarias y -sobre todo- humanas de Pepe Hierro y Claudio Rodríguez (grandes como poetas, amigos y maestros), revelan emoción, frescura, belleza... toda la verdad.

En la semblanza de José Hierro, nos regalas -rediviva- aquella prosa joven, apasionada, desnuda, sencillamente libre.

Es un verdadero placer. Un abrazo fraternal.

José-María González Ortega.
Ciudad Real.

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...

Muchas gracias querido amigo José María, "hermano" ya en la poesía. Estas entradas se deben a mi falta de tiempo para con este blog por el momento, y como no quiero dejarlo desasistido pues recurro a textos escritos ya a través de los años, textos que he subtitulado Memoria poética y donde iré hablando de tantos y tan buenos poetas que me ofrecieron (y me ofrecen) su amistad, su afecto y, algunos su magisterio, aunque bien es verdad que de todos se aprende y no se acaba nunca de hacerlo. Aquí ya están Claudio Rodríguez y José Hierro, Antonio Hernández,Rafael Montesinos, Jesús Hilario Tundidor tantos como PABLO gARCÍA bAENA Rafael Morales, Concha Zardoya,Angel Gonzalez, Eladio Cabañero, Félix Grande, Diego Jesús Jimenez, largísima lista que va desde los poetas de los años cuarenta hasta los poetas de los ochenta con los que tuve (o tengo)tuvimos (o tenemos) admiración, afecto, amistad (y habrá sobre todos ellos) porque la poesía tiene creo yo la grandeza de darnos lo mejor y, como no, de hacernos mejores, entre otras muchas cosas.
Un gran abrazo José María y otra vez gracias por tus palabras.