(Fotos:
Antonio Buero Vallejo y su conocidísimo dibujo de
MiguelHernández)
En marzo de 1992 cuando se cumplían 50 años de la muerte del poeta
Miguel Hernández, escribí un poema para él, un poema para recordar una muerte temprana e injusta. Constaba de dos partes. La primera reflexionaba sobre lo irracional de una guerra que fue lo que llevó al sufrimiento, a la angustia, a la agonía y a la muerte al poeta de Orihuela y lo escribí en heptasílabos y endecasílabos blancos.
(Foto de
Concha ZardoyA)
La segunda parte era una rememoración del poeta, de sus libros y, finalmente, de un poema suyo del que
Concha Zardoya solía decirme que había dado la vuelta al mundo, haciéndose de él numerosos estudios y que estando escrito en una métrica tradicional usada generalmente para el regocijo y el baile, (la métrica no era otra que la empleada en la seguidilla)
Miguel Hernández le había dado un sentido tan puramente existencial, tan vivamente desgarrador, tan fieramente humano por decirlo a la manera de
Blas de Otero, tan amoroso y tan tierno, que con el tiempo, se convirtió, siempre lo había sido, en uno de los poemas más hermosos, más conocidos y más populares. Esta medida fue la que empleé para escribir esta segunda parte del poema-homenaje a
Miguel Hernández.
(Fotos de
Joan Manuel Serrat y
Alberto cortez)
Este poema era las
Nanas de la cebolla. (Poema que
Joan Manuel Serrat hizo popular para el gran público, cantándolo con música de
Alberto Cortez,
en los años 70. Esa misma métrica, pero introduciendo el bordón a la seguidilla simple, es decir lo escribí en seguidillas compuestas como homenaje a su vida, a toda su obra y a este poema,
Nanas de la cebolla, que le escribió, en la cárcel, a su hijo porque su mujer,
Josefina, le contaba en una carta que no comía más que pan y cebolla. Lo titulé
¡Cómo olvidarte!. Años más tarde, en 2001, formó parte de mi libro
Azul de los afectos, un libro en donde todos los poemas estaban dedicados a personas, poetas o no, conocidas por mí y, en mayor o menor medida, tratadas por mí. La única excepción era
Miguel Hernández, poeta al que no pude conocer personalmente pues nací cuatro años después de que le dejaran morir.
(Fotos de
Federico García Lorca y
Vicente Aleixandre)
Miguel Hernández era gran admirador de
Federico García Lorca pero éste no le correspondió en amistad como el poeta de Orihuela esperaba. Sí lo hizo
Vicente Aleixandre e igualmente el gran poeta, “impuro” que dijera de él
Juan Ramón Jiménez, habitante en Madrid de
La casa de las flores, chileno y conocido por
Pablo Neruda.
Recuerdo que el primer libro que llegó a mis manos de este poeta fue
Perito en lunas, libro de octavas reales muy barroco, más tarde leí
El rayo que no cesa, sonetos que recuerdan a
Garcilaso, a
Quevedo… Miguel Hernández llegó a dominar, como nadie, las formas métricas clásicas y tradicionales, ( a lo mejor, debido a su autodidactismo, trató de demostrar que nada de esto le era ajeno) se aventuró después (influido, seguramente, por
Neruda) a formas más libres, mas “impuras” y en todas ellas consiguió dejarnos la impronta de su buen hacer, de su voz personal, de su particular cosmovisión ya en poemas clásicos, tradicionales, en poemas comprometidos en defensa de la vida, de la república… o en poemas más del pueblo y cómo no con poemas tan suyos como los que contiene el
Cancionero y romancero de ausencias donde
Miguel Hernández, en mi opinión, adquiere la categoría de Poeta con mayúscula. (Atrás quedó aquella primera e importante etapa de
Miguel Hernández dirigido, y protegido, por
Ramón Sijé y quedó también, su famosa elegía al amigo)
(Foto de
Pablo Neruda)
El
Cancionero y romancero de ausencias, que leí (aún lo conservo), además contenía
El hombre acecha, Otros poemas y
Últimos poemas y estaba publicado por la argentina
Editorial Losada en septiembre de 1963 El libro está dedicado, precisamente a
Pablo Neruda, su gran amigo, su protector porque lo que fue la llamada generación del 27, no sé si por clasismo o por qué razón (
Miguel no pertenecía a su ámbito, no estuvo en la
Residencia de Estudiantes, etc.), excepto
Vicente Aleixandre, los demás poco apoyaron o animaron a este poeta que más tarde llegaría a convertirse en auténtico poeta del pueblo y poeta grande, también, admirado y reconocido.
(Foto de
Leopoldo de Luis y
Antonio Buero Vallejo)
Recuerdo que la primera vez que visité en su casa al poeta
Leopoldo de Luis, tras recibirme su mujer,
Maruja, pasé con él a su biblioteca para charlar un rato. Allí, en lugar destacado, tenía
Leopoldo, excelente poeta y extraordinaria persona, enmarcada una copia del retrato a lápiz que
Antonio Buero Vallejo le hiciera en 1939 a
Miguel Hernández en la prisión de
Conde de Toreno en Madrid cuando ambos estaban condenados a muerte. Aquel retrato que le hice a
Miguel, según me dijo
Buero Vallejo en cierta ocasión, y me lo dijo con un afecto y una admiración enorme hacia
Miguel Hernández, me llevó a ser más conocido como el que dibujó al poeta que como autor teatral.
Antonio Buero Vallejo exageraba, creo yo, pues como dramaturgo tiene un lugar destacadísimo. Lo cierto es que este retrato de
Miguel era conocido por todos porque él lo dibujó). Para
Leopoldo de Luis el poeta de Orihuela fue víctima de una serie de injusticias sociales encadenadas. Eso me comentó, con admiración y tristeza, aquella primera vez que lo visité en su casa.
Al poco de haber escrito el poema para
Miguel Hernández y tras leerlo yo públicamente un 9 de marzo de 1992, alguien, no recuerdo ahora su nombre, sí sé que pertenecía a la junta de propietarios de la urbanización Rosa Luxemburgo de San Sebastián de los Reyes, vino a decirme que andaban pensando en hacer un Homenaje al Poeta del pueblo y querían contar conmigo y con el colectivo que presidía:
Helicón. Nos sumamos a él. Participamos el
Colectivo Helicón de Poesía y Relato, el grupo de poetas del 38 y como guinda final
Paco Ibañez. Fue un hermoso homenaje en recuerdo de un poeta que no debió morir tan abandonado a su suerte, una suerte determinada miserablemente.
Ahora que se cumplen cien años de su nacimiento, en este 30 de octubre de 2010, cuando se han sucedido tantos homenajes ya a lo largo del año. Ahora que festejamos su nacimiento, 18 años después de haber escrito un poema para él, 18 años también de aquel otro homenaje donde se cumplían 50 años de su injusta muerte, cuelgo aquí el poema, escrito en dos partes, para rendirle a mi paisano levantino
Miguel Hernández mi homenaje personal.
¡Cómo olvidarte!A
Miguel Hernández en el cincuentenario de su muerte
ICon los ojos vacíos de odio, con el aliento dolorido
y con el pecho al borde del abismo,en su Mediterráneo,/
la alondra de su carne le hizo libre
con la sonrisa en ristre de una soñada espada victoriosa.
Voló sobre las olas,
por tierra de azahares,
sobre el hombre y sus guerras, y sus males.
Sus ojos – trigo limpio –
miraron prisioneros y asombrados
la extraña sinrazón del ser humano
El amor, se trastoca
si el hombre acecha al hombre
y el alba – enmarañada y sin anhelos –
se estrella entre barreras.
IITu dolor me hizo daño,
daño tu suerte
y tu amor por el verso
me lleva a éste.
Cómo olvidarte
si eres perito en lunas
nunca menguantes.
Campesino del alma,
pastor de versos,
enemigo del odio,
tan ciego y yermo.
Cómo olvidarte
rayo tú que no cesas
hoy de alumbrarme.
Y te has vuelto más barro
mientras escribes
por la tierra que sueñas
de viento libre.
Cómo olvidarte
si eres viento del pueblo,
preso de nadie.
Tu cuerpo encarcelado
– no tus sentidos –
Fabricándote de alas
para tu nido.
Cómo olvidarte
hacedor de la nana
que sacia el hambre.
Fue tu muerte baldía
– cárcel de paso –
De versos te sembraste
y germinaron.
-Cómo olvidarte
si aún te siento vivo
Miguel Hernández.
Manuel López AzorínDel libro:
Azul de los afectos
1 comentario:
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Catherine
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