Inmaculada
Camacho López: La cólera
Inmaculada Camacho López (Carpio del Tajo 1961, Toledo) con su primer poemario, titulado La cólera, resultó merecedora del premio de poesía Joaquín Benito de Lucas en su XXVII convocatoria, premio que compartió con Carlos Izquierdo y por su poemario Cuaderno de instantes. Ambos libros ha sido editados en la Colección Melibea por el Ayuntamiento de Talavera de la Reina.
En la solapa interior de
este poemario nos dice Cristina González Suarez que Desde
las primeras imágenes, contenidas en el título, este poemario fluye serenamente
como un discurrir imperecedero que se expresa a sí mismo en la confesión
“universal” donde la propia autora, a su
vez, se expresa y se confiesa. (…) La
cólera es una obra pequeña de gran alcance. Rica en matices entre lo terrenal y
lo sagrado, equilibrada y tenaz, con el tiempo preciso de maceración para ser
degustada.
Inmaculada
Camacho López es Licenciada en Filología Hispánica por la
Universidad Complutense, vive desde su
infancia en Madrid y trabaja como profesora de Lengua Castellana y Literatura
en el I.E.S “Barrio de Loranca” de
Fuenlabrada donde además coordina el “Plan
de fomento de la lectura” y
administra el blog de la biblioteca.
Con una Invocación abre sus
páginas este libro: Canta, diosa, la
furia inapelable, / la hostilidad, la insidia, la codicia, / la ambigüedad
funesta / de aquel que avanza sobre pies
ligeros / y jamás retrocede / y ya viene pisando tus talones. // Aunque el
canto te amargue, / aunque te hiera irrestañablemente, / canta, ma pauvre muse,
/ la cólera del Tiempo.
Una invocación que nos
advierte que tras ella vamos a encontrar
cantos de rabia, de decepción, de búsquedas, de plegarias de deseos
intemporales, cantos humanos de desesperación y de sueños. La autora lo ha dividido en cuatro apartados
o secciones. Cuatro “tempos” en los que parece invitarnos a comprobar que el tiempo,
inexorablemente, nos deja ver que vivir
es un perder lo ya vivido, dejar atrás un tiempo que nunca volverá (sólo la
memoria lo rescata pero la memoria, que es la materia de los sueños, selecciona
y nos muestra lo que quiere del tiempo sucedido) ya lo decía don Antonio Machado Se canta lo que se pierde. Inmaculada Camacho López con
desesperación e impotencia, descarnadamente, nos muestra esa pérdida en el
primer “Tempo”: Ten cuidado. No vayas a
volver / como vuelven al nido / las tercas golondrinas de tu infancia. Y
entretanto, consciente del tiempo y su andadura nos dice: Este desordenado anfiteatro / de papeles marchitos en la mesa, / esta
taza de té, / este viento asediando las ventanas, / este jardín o torre o
laberinto, / esta ambigua moneda, / este pobre botín, estos despojos, / este
fruto maduro –putrefacto– / de la
mediana edad.
Y a pesar de este canto
desesperado inicia la búsqueda de sí en un tiempo ya extinto y ese milagro de
la materia de los sueños que es la memoria evoca jardines, fados, ciudades,
ríos, y como con las canciones de la portuguesa Dulce Pontes se le inunda
la tarde de saudades.
Y estas saudades producidas
por los incesantes recuerdos de un tiempo perdido la llevan a escuchar las ruinas del cielo de los dioses
cernudianos como introito del lugar
donde la música callada latía en el
poema,/ acechaba en el verso / aguardaba a que Juan de Yepes, con su llama
sagrada de amor vivo, escuchara la plegaria, el rezo el deseo unitivo de
la luz, en el sueño de detener el
tiempo de atraparlo como una jacilla que
fija su huella eterna.
El sueño del hombre de
perpetuarse camina por el apartado
cuarto y último y se inicia con una cita de José Hierro que dice: La poesía
es como el viento, / o como el fuego, o como el mar. El sujeto
poético se desploma en el poema y confiesa, especula, interroga, sobre la validez del canto, del
poema, de la palabra en el tiempo y
concluye con un rito que le parece inútil, estéril, en ese afán de querer
atrapar el tiempo a través de la palabra, de hacerla intemporal, viva por
siempre, de perpetuarse en ella: Siempre
el mismo temblor, / la misma ceremonia/ para decir lo mismo que dijiste / y
otros –mejor que tú– dijeron antes / y habrán de repetir en el futuro /
aquellos que aún encuentren / un vestigio de luz en las palabras.
La cólera,como dice Cristina
González Suarez, es una obra
pequeña de gran alcance.
Inmaculada
Camacho López también
ha sido galardonada con el premio “Río Ungría” de la Diputación de
Guadalajara y el “Ángel González” del Ayuntamiento de Oviedo, supongo que por
sendos poemas. Ha participado en publicaciones colectivas y colabora en
distintas revistas digitales y blogs.
2 comentarios:
¡Qué agradable sorpresa, Manuel! Pensaba que sólo mis familiares y mis amigos habían leído este libro. Muchísimas gracias por tu amable comentario. Con tu permiso, lo pongo en mi blog. Y te sigo. Un abrazo.
Para I. Camacho: suele suceder, pensamos que sólo nos leen los más cercanos y no se nos ocurre pensar (soñar tal vez sí) que también nos leen más allá del entorno. Enhorabuena por tu libro.
Saludos
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