sábado, 11 de abril de 2015

Marisa de la Peña : El hilo de la memoria





Marisa de la Peña : El hilo de la memoria





Marisa de la Peña nos trajo en 2014, 
publicado por Unaria ediciones, una 
hermosísima historia de amor, y por 
amor, porque en  El hilo de la 
memoria, este es su título,  el amor que le dieron vive en la autora y nunca será olvido, vive en ella y vivirá en lo que ama. Los que sepan de Marisa de la Peña saben bien que así será.

En una reseña anterior  de esta poeta dije: Marisa de la Peña, me parece a mí, crea su poesía desde la necesidad, desde el humano afán de ser fiel a la memoria de la fuente que le dio su primera agua, su primer sueño, su primera lección para saber vivir con ética y escribir con ella y con estética

Y es que: Frente a la nostalgia, la tristeza, el desánimo, el cansancio, el desamor… ofrece la búsqueda de la luz de la alegría, la esperanza, la fuerza, la valentía, en definitiva el amor.

El hilo de la memoria – lo diré con palabras de su autora –" es una   miscelánea de textos en prosa y en verso que tienen como eje vertebrador  la recuperación de la memoria histórica y la lucha contra el olvido programado y la amnesia colectiva en la que muchos se empeñan en instalarse."

Muchos podrán verlo como un libro difícil, claro que sí, todos los libro de amor lo son. Reivindicar el derecho al amor del recuerdo, de la memoria, también. Hace años escribí: “Pueden desposeernos de todo lo tangible,/ pero nunca de aquello que nos crece por dentro.”  Y la memoria, el recuerdo, ya personal, ya colectivo, es conservar la raíz, el origen, el recuerdo de ese origen. El recuerdo es lo más parecido a la vida eterna y, sin duda, lo más verdadero.


Marisa de la Peña  nos cuenta con ternura infinita  este pequeño retazo de amor, un amor que defiende el derecho a no olvidar: Mi interés por recuperar la memoria  viene de mucho antes de que yo misma fuera consciente de ello. Mi abuela fue tejiendo un tapiz con sus recuerdos y mi curiosidad, que acabó transformándose  en un largo hilo, el hilo de la memoria que enhebra  los tristes episodios que le tocó vivir. Yo crecí en las rodillas de mi abuela, apegada a sus dichos, a su olor, a su tierna firmeza. Poco a poco me fui identificando y apasionando por aquella generación de perdedores, de luces y sombras, de penas y sacrificios,  que nos dio una lección de generosidad  y que supo callar para evitar más dolor y regalarnos a sus nietos la juventud que a ellos  les fue arrebatada.


Marisa de la Peña lo dice  y es cierto: El recuerdo es lo más parecido a la vida eterna. “Mientras me piensen, se que viviré”  y esto lo he dicho yo que es lo mismo y es como decir: si callamos, si dejamos que la voz enmudezca, si olvidamos el derecho a recordar y amar esos recuerdos  ¿Qué será de nosotros? Será olvido, olvido, olvido…



Este libro, seguro estoy, tendrá muchos detractores y muchos defensores, cada cual es libre de opinar como le plazca; pero en mi opinión, este derecho a recordar, debe de prevalecer sobre cualquier otro interés. 


La autora incluye casi  al final del libro un breve texto de agradecimiento a un grupo de escritores, profesores, historiadores, memoralistas que quisieron regalarle unas palabras para este libro y,  tras este texto de agradecimiente, se incluyen otros textos de Isabel  Mercadé, Fernando Sabido SanchezAna Pérez Cañamares, María Dolores Almeida Domínguez, Raquel Lansero, Pedro Sáez, Víctor Irún, Marta López Vilar, Eduardo Andradas, Carmen Jiménez, Ángel Rejas y Vera Moreno.

Yo también, no en el libro pero sí aquí en esta reseña, quiero incluir un poema que dediqué a Marisa de la Peña. Un poema que se publicó, solo parcialmente por cuestión de espacio, en la antología  titulada  En legítima defensa Poetas en tiempos de crisis (Bartleby editores. Madrid, 2014)


Este es el poema completo:


                  SI ENMUDECE LA VOZ
                                                        Para Marisa de la Peña, que
                                                                      defiende la memoria de su abuelo. 
                                                                      Un represaliado, un poeta que escribió:
                                                                      …y surja del solar desinfectado
                                                                      con otra humanidad, un mundo nuevo.

Ya lo dije hace tiempo:
La palabra es el arma que defiende la vida.

La memoria –materia de los sueños –
preserva realidades
que conforman al hombre, y a su historia,
cuando su voz no calla,
cuando se  embarra hasta mancharse, ¡ay Gabriel!,    
cuando se eleva a lo alto,
despertando conciencias, cuando escribe.

No es posible callar,
el lenguaje nos fija la memoria en el tiempo.
Si no hay memoria, entonces… 
ni los sueños siquiera llegarán a nosotros 
a dejar con su aliento el ansiado milagro
de anhelar un mañana más de luz que de sombra.
 (No debemos callar – dijo el poeta – y además no es posible.)

Amigo Blas!: pediste la palabra
y el amor restaurabas
con ella, restaurabas la memoria.

Si se anula el recuerdo, prescribirán los llantos,
el dolor de lo injusto, el preso y la tortura
de los represaliados, los desaparecidos…
los ausentes.
Si tan sólo nos dejan el instante
sin historia  ni ayer que nos abrace…
iremos sometidos  sin palabras que vivan
más allá del momento, más allá de nosotros.      

Ya lo dije hace tiempo:
La palabra es el arma que defiende la vida.

Qué será de nosotros     
si  se calla la voz, si anulamos la página:
sólo sima, vacío,
ni memoria ni sueños.
Y la oscura fajana, sin luz,  y sin pasado.

Y ya sin voz,  
sin ningún testimonio del ayer,
qué será de nosotros.

No existirán las lágrimas,
tampoco el juramento contra aquellos
que las han producido,
contra la humillación, contra el silencio
que se impone por miedo frente a tanto dolor.
Sin la voz, la dignidad será prescrita
y prescrita la historia,
y la memoria será olvido.

Ya lo dije hace tiempo:
La palabra es el arma que defiende la vida.
no descanses, no duermas, purifica
lo creado de este lodazal inmundo,
y surja del solar desinfectado,
con otra humanidad, un nuevo mundo
.

Hay que vivir enfermos de esperanza,
de  esperanza y de amor,
saber que si nos piensan seguiremos aún vivos,
sentir que la palabra  restaura la memoria
como fuego que salva y nos renace:
 (No debemos callar – dijo el poeta – )
Si enmudece la voz… la memoria es olvido.

                                                             Manuel López Azorín
                                                                                                  (2012)


1 comentario:

Miguel Ángel Yusta. dijo...

Gracias por este blog tan enriquecedor, querido Manuel. Es un placer entrar, leer, aprender...Abrazos.