jueves, 8 de octubre de 2015

Manuel Cortijo Rodríguez: Los dones de la luz





Manuel Cortijo: Los dones de la luz



¿Quién podría decir / que nunca has puesto oído / a algún instante de la luz, / que alguna vez buscando no ha llegado / a la dicha completa de mirar, / de imaginar visible, salvado de lo oscuro, / lo que nunca veremos?
 Con estos versos comienza el poema del libro que inicia Los dones de la luz (Lastura, 2015), el segundo poemario publicado por el albaceteño Manuel Cortijo Rodríguez (La Rodad, 1950). Un libro dividido  en dos partes Instantes de luz y Palabras para ser, además del poema de inicio titulado En un principio al que pertenecen  estos versos, y un excelente y analítico prólogo de la profesora Rocío Alarcón Ruiz, del que quiero destacar sus  palabras finales: “Los dones de la luz es una obra que remite constantemente al trabajo  poético mismo. Los poemas se convierten en espacio de reflexión o comentario sobre el poeta, lo que le permite recurrir a la metapoesía para establecer la importancia que reconoce en la lectura.”
 
Manuel Cortijo Rodríguez es poeta conocido y reconocido entre los amigos porque lleva muchos años escribiendo, concretamente desde los años setenta. Sus poemas han sido recogidos en revistas, antologías, homenajes y otras publicaciones y ocasionalmente ejerce la crítica literaria. Ha recibido medio centenar de premios entre poesía y prosa y está dedicado a la difusión poética con la coodirección, junto a Juan Pedro Carrasco” de las Tertulia “Eduardo Alonso” de la Peña Albacete que desde hace años se desarrolla en la Casa de Castilla la Mancha de Madrid. Así pues es en 2012 cuando Cortijo Rodríguez, con su primer libro publicado Memoria de lo usado, se da a conocer en libro.


 De su primer libro Memoria de lo usado (Diputación de Albacete, 2012) dije en este blog: Memoria de lo usado es un libro de tiempo y de memoria, de nostalgia y deseo de salvación. Meditación pues de lo vivido, de lo sentido, de lo soñado con una voz reflexiva, elegíaca, como desposeída, como desamparada pero con actitud final de la esperanza en la palabra escrita.El poeta Pedro A. González Moreno, coincidiendo en esta observación, escribió: “es un libro que se mueve entre la nostalgia por el paso del tiempo y la necesidad de recuperar lo que ya se fue, en una tarea que adquiere una dimensión salvadora

Y es esto el nexo de unión, me parece a mí, que tienen en común aquel primer libro y este segundo Los dones de la luz: la esperanza en la luz, la salvación en la palabra escrita.Todo es posible si llegamos / a percibir la luz, / toda la luz que somos, / la luz germinativa que nos lleva / a salvar algo nuestro sin decir.
Y es en esta claridad de la luz que el poeta persigue, donde purga lo sido y busca el primer sueño: Sólo puede encontrarse el primer sueño / si se acuna la infancia. Emprende y aprende ahora el camino hacia el saber/ que es otra realidad/ (irrealidad acaso) donde espera la vida, que es ya otra realidad poética transfigurada en llamas que deslumbran.


El poeta busca iluminarse: Quedarse en un mirar, quietos los ojos,/en un ojo mayor que inquiera todo. Convirtiendo así el poeta la palabra metapoética, en una especie de mística de la Poesía en su afán de…ver hacia la luz que nos revela. El poeta quiere fundirse, en y con la palabra, para mirar la luz que es algo más / que un fulgor. Este parece ser su afán: unirse al agua de la vida que es la poesía, ser poeta, como actitud, porque  seguramente pensará que “Ser poeta es un modo de sentir, / modo de estar, de ser en esta vida”



Francisco Caro, poeta, buen amigo del autor y buen conocedor de su trayectoria ha escrito, y coincidimos plenamente, sobre Los dones de la luz lo siguiente:  “Dividido en dos partes, el poeta quiere fijar en la primera su deslumbramiento por la belleza, por la luz que la funda,(…), en la segunda -Palabras para ser- cunde la sensación de que la belleza encontrada, germen de la felicidad, solo existe en la palabra, en la palabra que sirve al poema, en la que eleva alzándonos desde el suelo de los aconteceres, en aquella capaz de construir el edificio-cielo en donde hallarse y estar. Que no es otro que el de la auténtica poesía.(…) Hay en él la estructura clásica de los místicos del XVI. Empeñados estos en la búsqueda individual del conocimiento y encarnamiento con Dios, con el Amado, y  arrebatado nuestro autor en las sensaciones que le permiten la unión con la Amada, con la Poesía, con lo Bello como religiosa serenidad.”

Manuel Cortijo, Manuel L. Azorín y Nicolás del Hierro en la Tertulia "Eduardo Alonso"


De modo que Manuel Cortijo Rodríguez persigue la luz que es la que le puede dar el fulgor de lo invisible en lo visible porque es poeta de actitud, sin banalidades ni pedestales, y eso le confiere ser “poeta de luz” y el poder de recibir: Aire de luces calidad. / Tiempo de luz intenso./ Lluvia de luz que apaga / esas desolaciones tan ajenas, / ese dolor extraño.” Porque sabe el poeta que  Si se hiere la luz, si se abandona, / si llegara a apagarse, /ya no será posible volver a respirarla.

Así pues el poeta quiere encontrar una palabra poética  ...en una luz / que no es para los ojos, / una palabra que deslumbre en limpio,/ que se recoja en mí, me alce / con su música en olas,/ su pensado diluvio navegando,/ su agua naciendo/ con su indulgencia entera y su bondad. El poeta necesita que la luz se fije en sus palabras, necesita establecer una fusión entre la palabra y la luz, ser íntimo y colectivo, ser más él y al mismo tiempo ser otros y de otros.

 
Un libro Los dones de la luz para leer con tranquilidad como yo lo he hecho durante este verano, un libro para releer ahora con el sosiego de la segunda o tercera lectura para saborear la belleza de su palabra, la luz que las alumbra y hacer la lectura con amor a la poesía, ese que tiene Manuel Cortijo Rodríguez por ella, porque, ya lo escribí hace unos años: “Sólo el amor nos salva. Sin amor / anda perdido el eco de la vida. / Sólo la luz alumbra. Sin la luz / oscuras, las palabras, desvanecen.”
                                                    Manuel L. Azorín



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