Jerónimo
Calero: Soledades
De
mis soledades voy, /a mis soledades vengo, porque para andar conmigo / me
bastan mis pensamientos. Con esta cita del grandísimo Lope de Vega nos acerca
el poeta manchego Jerónimo Calero (1946,
Manzanares, Ciudad Real) su nuevo libro de poemas, Soledades publicado por
Huerga y Fierro editores, Madrid, 2016. No podía haber elegido nada mejor que
estos versos de corte tradicional, popular, aunque él, al menos en este libro,
emplee el verso mayor para hablarnos,
con una poesía de pensamiento, reflexiva, honda, verdadera, , del hombre, de
la soledad que le acompaña, del tiempo...: El tiempo: / irresoluto misterio que nos deja / en ese arcén ignoto de
vuelta a los orígenes,
Poesía metafísica con toques de testimonio vital, social,
repaso del tiempo sucedido, de lo que pudo ser y no ha sido, de lo que es,
en fin ajuste de cuentas con uno mismo y una sinceridad y sencillez de lenguaje
(en apariencia, porque esa sencillez es lo que yo llamo la "difícil
sencillez"), pasmosa.
Jerónimo Calero es poeta para el que no existen modas, tan solo sigue las que les dicta el ritmo de su propia experiencia. De raíz campesina, Jerónimo Calero debió sentir de cerca lo diario, lo cotidiano, de los hombres del campo, su duro y laborioso trabajo y a ello aludió en sus anteriores poemarios: Desde el hondo lagar de la memoria (1999) y Huellas, (Ediciones Cantahueso, Madrid, 2000) Después, que yo sepa, nos llegó ¿Y quién es el que canta? (Cuadernos del laberinto, colección Absurda fábula, Madrid, 2012). Porque , y nos lo dice en estas Soledades; La poesía puede ser dos cosas: / un juego / o un compromiso. Y para Calero, que sabe de las limitaciones y flaquezas de la especie humana, la poesía es siempre un compromiso (entre otras muchas cosas).
De Jerónimo Calero, dije en mi blog cuando
reseñé su anterior libro ¿Y quién es el que canta? : se asoma a la poesía de la mano de su primer
maestro de escuela, él mismo lo ha dicho así: La poesía me
interesó desde aquellos años de colegio en los que un maestro de escuela nos
recitaba, con buena voz y mejor estilo, poemas de Gabriel y Galán, tan olvidado
en nuestro tiempo, pero tan eterno en sus valores: Mis palabras son fruto de la tierra que
habito, / de una infancia arraigada en ese tiempo oscuro / en el que los
recelos quemaron la inocencia, / de unas vidas en ciernes que al final
florecieron / al amparos de manos que abrigaron inviernos / con el tibio
aletazo de la supervivencia.
Así pues, en sus
infantiles años le nació el mágico deseo de decir poesía, de soñarla,
de crearla, de contar y cantar la vida en ella, de
abrazarse a ese sueño de la poesía, sueño que aún persiste, que sigue vivo
aunque en el fondo de sí, y de sus poemas, se denote la huella del que, de
aquel sueño de soñarla, poco o casi nada espera ya. El poeta, el hombre, acepta con estoicismo lo que la llanura manchega
proporciona al hombre: templanza al tiempo que sabiduría: No hay tiempo. / Ya no hay tiempo de
describir la rosa / ni palabras que acierten a definir su aroma.
Jerónimo Calero nos desgrana con palabras sencillas, limpias, claras,
cotidianas todo su mundo de vivencias y frustraciones, todo ese mundo de
sensaciones en su experiencia vital
sucedida, con toda la ternura de lo que siente suyo y todo el escepticismo,
pero sin encono, de esa misma experiencia: Aún así, no imagines encono en mis palabras, / solo van por derecho,
como un agua en camino
De este poeta nos dice Francisco Caro: “De
Jerónimo Calero hay que señalar su arraigada y frutal vocación por la poesía,
lugar que habitualmente le convoca, tanto como hay que resaltar su escasa, por
diversas circunstancias, presencia editorial.” Y es cierto, ha publicado poco;
pero su necesidad poética, aun sin publicar, le ha llevado siempre, como decía
Rilke, a escribir de aquello que conoce sin más preocupación que la búsqueda de
palabras claras, precisas, que lleguen y toquen los sentidos: No le busques matices que no le correspondan, /
son palomas torcaces en busca de un sembrado / donde nadie se apropie la
potestad del viento.
La bibliografía de Jerónimo Calero, entre otras cosas nos dice que: se colocó de
aprendiz en un establecimiento de telas de su localidad. Con el tiempo abrió su
propio comercio de tejidos y en él se ha sucedido la vida, la poesía y
finalmente se ha jubilado, pero solo del comercio de tejidos. Nunca de escribir
poesía: No le busquéis más ciencia que la que da el esfuerzo / ni más bellos
parajes que campos de silencio; / no le pidáis que en vano juegue con la
sintaxis / ni que a su grupa lleve lisonjeras promesas. / Dejadla sí, que
surjan del ritmo de una sangre / que sabe de infinitas mañanas de esperanza.
Y aunque durante toda esta etapa
vital, la poesía aparece y desaparece en
su vida, como el Guadiana que riega su tierra, con desigual fortuna, el poeta
continúa por el cauce que le marcan su ética y su estética: Podría
dar un giro a los viejos recuerdos, / imaginar – no cuesta – que fui lo que no
fui / o que inundó mis ojos un vuelo de oropéndolas.
Discreto, como decía yo
al reseñar su anterior libro,, este poeta sigue caminando con la certeza de que
la felicidad que le ha proporcionado, que le proporciona, la poesía no
anda en los cenáculos ni entre los oropeles, no, porque su felicidad
le ha besado la frente con los laureles del que necesita y disfruta la
creación poética junto al sueño de que la luz de la poesía le alumbre (antes en
el sonoro silencio de su almacén de tejidos mientras confeccionaba, lírico, un
traje de metáforas vividas, sentidas, experimentadas, a la medida de sus
sueños, de sus dudas y de sus certezas) ahora donde quiera que vaya al viento de su tierra, al eco de su voz. . Por
eso nos dice: Podría hacer poemas con alas de cristal / y lanzarlos un día a merced
de los vientos. / Podría hacer un verso tallado en mármol rosa. / Pero llevo la
tierra cincelada en la sangre / y recorren mi piel costurones de abrojos.
Los poemas de Soledades al igual que en su anterior libro ¿Y quién es el que canta? Pertenecen al mundo de la existencia y por tanto de su experiencia vital, de la memoria y, en este Soledades además de reflexionar en torno a la ilusión, el deseo, el olvido, el amor y al invierno de la vida del hombre, también lo hace sobre el desencanto que produce contemplar a éste en un mundo de egoísmos, insolidaridad que, en ocasiones, labra un camino que parece llevar a la autodestrucción. Es por ello que Jerónimo Calero nos ofrece también su compromiso, su testimonio social, su reflexión sobre la vida el tiempo y el hombre: Escribo desde un tiempo que no admite metáforas /si no son las que caben en la entraña de un surco. / Desde allí mis palabras, desde aquellas raíces, / desde aquel vendaval de primeras urgencias.
Los poemas de Soledades al igual que en su anterior libro ¿Y quién es el que canta? Pertenecen al mundo de la existencia y por tanto de su experiencia vital, de la memoria y, en este Soledades además de reflexionar en torno a la ilusión, el deseo, el olvido, el amor y al invierno de la vida del hombre, también lo hace sobre el desencanto que produce contemplar a éste en un mundo de egoísmos, insolidaridad que, en ocasiones, labra un camino que parece llevar a la autodestrucción. Es por ello que Jerónimo Calero nos ofrece también su compromiso, su testimonio social, su reflexión sobre la vida el tiempo y el hombre: Escribo desde un tiempo que no admite metáforas /si no son las que caben en la entraña de un surco. / Desde allí mis palabras, desde aquellas raíces, / desde aquel vendaval de primeras urgencias.
Finalmente, el poeta, admirador de Antonio Machado y de algunos heterónimos de Pessoa, el
poeta que busca, como ellos, la palabra sencilla, profunda y clara, en sus dos últimas entregas poéticas parece,
en su decir, hacer balance del camino recorrido, intentar ver hasta dónde ha
llegado, porque, nos dice: La vida, / es un andar constante en pos de
un sueño / o un sueño convertido en caminante.
Y frente a estos versos
me parece contemplar a un Eladio Cabañero desde su andamio: “El
aire distribuye, igual que siempre, / sobre la tierra su piedad y su música:” o
sus trenes de misterios, sueños y carencias: “era que el mundo estaba en otra
parte” y me parece ver también a un Claudio
Rodríguez, siempre caminando y escribiendo en voz alta: “Dad al aire mi
voz y que en el aire” y me parece ver la figura cansada de don Antonio
Machado caminando, recordando, por la playa en Colliure, que "se hace camino al andar".
Jerónimo Calero ha
recibido multitud de premios literarios entre otros: Francisco de Quevedo (Villanueva de los Infantes), Certamen
Literario de Peñaranda de Bracamonte, el Premio
Barcelona de Poesía J.A. Goytisolo, el Certamen Internacional de Poesía Mística
Malagón, el 2º premio Sexto Continente de Poesía Amorosa. Es Cofundador del Grupo Literario Azuer y
Cofundador y colaborador de la Revista Literaria Calicanto.
Manuel López Azorín
1 comentario:
Amigo Jerónimo,espero que esta publicación sea un éxito pues después de tantos trabajos, siempre el ultimo es que más se disfruta, FELICIDADES.
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