Memoria poética.
Leopoldo de Luis I: Poeta
de preocupación existencial
Hoy 11 de mayo de 2016, al ver una nota del poeta Luis Llorente en las redes sociales sobre Leopoldo de Luis me ha recordado que yo estaba preparando una memoria poética para publicar en este blog. Como la parte I ya estaba terminada, he decidido "colgarla" , gracias a Llorente, el el día de hoy fecha de su nacimiento(nació un once de mayo) .
Diez años ya, va para once, que el poeta Leopoldo de Luis (Córdoba, 1918– Madrid, 2005) nos dejó. En noviembre de 2005, falleció
este gran poeta cordobés del que guardo un inestimable recuerdo y al que acudo
de vez en vez a su Obra poética (1946-2003), o a alguno de los otros libros que
tuve la fortuna de que me regalase, para
releer algunos de sus poemas.
Siempre que lo hago me llegan recuerdos de este
hombre, tan humano, tan poeta, tan buena persona. Recuerdos como aquel en que estuve en su casa de la Calle Rodón para
grabarle unas palabras para un homenaje que yo preparaba a través de Helicón
en torno al poeta Gabriel Celaya. Corría el año 1995, era febrero y hacía frío,
me recibió Maruja, su esposa, una dulce y amable mujer que enseguida me
pasó a la biblioteca donde Leopoldo y yo, charlamos mientras
tomaba un café que me trajo Maruja. Hablamos de Gabriel
Celaya y de Miguel Hernández que andaba junto a nosotros enmarcado (era el
dibujo que Antonio Buero Vallejo le hizo en la cárcel), Leopoldo
tenía presente siempre al poeta- cabrero de Orihuela no en vano fueron amigos
en los años treinta.
Leopoldo con Vicente Aleixandre |
Yo veía en Leopoldo,
siempre que hablaba con él, a un hombre con sentido del humor, aunque serio al
tiempo que amable, educado y gran conocedor de la poesía en general y en
particular de la de los años cuarenta, la del desarraigo, y cincuenta, la
llamada poesía social en la que Leopoldo era un experto y nos dejó un libro importante:
Poesía
social española contemporánea,
antología (1939-1968) Pero no sólo escribió sobre poesía social, (La
suya es una obra de preocupación existencial importante.) Su obra crítica ha
versado también sobre poesía española religiosa contemporánea y también sobre
Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Miguel Hernández, Carmen Conde, león
Felipe y el modernista olvidado Gonzalo Morenas de Tejada.
En el obituario
que Ángel
L. Prieto de Paula, profesor de literatura en la
Universidad de Alicante y crítico literario, dedicó el 22 de noviembre de 2005 en el diario El Pais a Leopoldo de Luis tras su fallecimiento
nos decía: “El tópico del erial, referido a la pobreza cultural española de los años
cuarenta y cincuenta, es uno de los más consolidados de nuestra historiografía,
a pesar de que no faltan trabajos que lo han revisado y cuestionado. Pero
cualquier reivindicación de la literatura y el arte en esos años de hierro
choca con los esplendores de los tiempos de la dictadura de Primo de Rivera y
de la República. Comparada con ellos, la cultura de la postguerra había, por
fuerza, de parecer cosa baladí a los que hicieron recaer las miserias del
franquismo en quienes, con él o contra él, trataron inútilmente de suturar la
brecha abierta por la guerra de 1936. Leopoldo de Luis, muerto el 20 de
noviembre de 2005, fue uno de los que contribuyeron más intensamente a que esta
sima no fuera aún más honda.”
Su nombre completo era
Leopoldo Urrutia de Luis aunque usaba el apellido de la madre para firmar
como escritor. Hijo de un abogado e intelectual del grupo
modernista cordobés, amigo entre otros de Julio Romero de Torres y hermano (por
parte de su padre cuyo nombre era Alejandro
Urrutia) del escritor Francisco Umbral.
Jorge Urrutia, hijo de Leopoldo de Luis, ha dicho: “Todo empieza cuando Umbral y el poeta Leopoldo de
Luis se conocieron en Madrid, a mediados de siglo, en medio del bullicio
de la época.” Los hermanos parece ser que, aunque no públicamente, mantuvieron
una relación de amistad que también tuvo Umbral con el hijo de Leopoldo, Jorge Urrutia. Yo,
personalmente escuché a Francisco Umbral en una ocasión mientras
conversaba con José Hierro, hablar con
elogios, y muy cariñosamente me pareció a mí, de Jorge Urrutia que por
aquel entonces, era a finales del año dos mil, estaba de director del Instituto
Cervantes en Lisboa. Leopoldo de Luis utilizó el apellido de su madre: de Luis para burlar la dictadura, su
primer apellido era Urrutia. El hijo
de Leopoldo es licenciado y
doctorado en Filología Románica, catedrático de universidad, crítico literario,
traductor y, como su padre, poeta. Tiene
su obra traducida a varios idiomas.
En su libro La noche que llegué al Café Gijón Francisco
Umbral nos dejó escrito: “Leopoldo de Luis —el mínimo y dulce Leopoldo
de Luis, se llegó a decir en la tertulia—, era de ojos pequeños y maliciosos,
nariz grande, boca inexistente, rostro un poco rojizo, fácilmente alegrado y
subido de color de la risa, y venía de sus oficinas de seguros lleno de versos,
de cultura, de conversación, de chistes malos y poemas buenos. Escribía una
poesía en la música de Miguel Hernández, hecha de humanidad y socialismo, con
gran sentido del verso, gran ductilidad lírica y una melodía grata y honda,
monótona y cierta, que daba gran calidad a todo lo suyo”.
Recuerdo que en una ocasión, con motivo de las
fiestas de Navidad y fin de año, le envié un poemilla en el que hablaba de
“abrir la ventana a la poesía” y él me
respondió con estos versos:
“La ventana todavía / abierta a la poesía / porque
López Azorín / sabe que la vida sin /ella, poca luz tendría.”
Poco tiempo después escribí un soneto dedicado a
Leopoldo y años más tarde lo incluí en mi libro Azul de los afectos (2001) Cuando el libro salió publicado le envié un
ejemplar. Tardo muy poco en responderme y, como siempre, con mucho afecto. El
poema de la página 76 era éste:
Humanísimo
Traje
A Leopoldo
de Luis y Maruja
De
humanísima tela viste el traje
que
envuelve su figura cordobesa
y
el telón de sus actos se sopesa
por
los versos que lleva su equipaje.
Muchos
versos, Maruja, y mucho viaje
alrededor
del mundo y de la mesa
que
protege al poeta que no cesa
de vestir humanísimo ropaje.
En
Rodón, permanente, y aledaños,
recorriendo
despacio cada día
las
madrileñas calles de los años.
Muchos
años de vida y poesía,
muchos
años de amor ya, muchos años
y
muchas ilusiones todavía.
Manuel López Azorin
Del libro: Azul de los afectos (2001)
Entre sus grandes valores como poeta, cabe destacar
su existencialismo, su conciencia del tiempo, su honda forma expresiva, su
preocupación social y, tras volver a releerle, decir que su poesía sigue viva,
esta y es actual.
Su primera obra poética Alba del Hijo fue publicada
en 1946,
a la que siguieron Huésped de un tiempo sombrío en 1948, Juego limpio en 1957, La luz a nuestro lado en 1964, Igual que guantes grises en 1979, Una muchacha mueve la cortina en 1983 y Del temor y la miseria en 1985, entre otros muchos.
a la que siguieron Huésped de un tiempo sombrío en 1948, Juego limpio en 1957, La luz a nuestro lado en 1964, Igual que guantes grises en 1979, Una muchacha mueve la cortina en 1983 y Del temor y la miseria en 1985, entre otros muchos.
En febrero de 1988 recibió un homenaje
de sus amigos, por sus 40 años de labor literaria.
Y
en Octubre del 2002 fue nombrado socio de honor de la Asociación de Escritores
y Artistas Españoles.
En octubre de 1995 le pedí que viniera como poeta invitado a Tertulias de Autor de Helicón.
´Así lo hizo, vino y nos ofreció una lectura digna de lo que era, un grandísimo poeta (Os dejo el video por si os apetece comprobarlo escuchándole)
´Así lo hizo, vino y nos ofreció una lectura digna de lo que era, un grandísimo poeta (Os dejo el video por si os apetece comprobarlo escuchándole)
Lo dejo aquí. En breve incluiré una segunda parte
que estoy preparando.
Manuel López Azorín
2 comentarios:
Querido Manuel López Azorín: te envío una abrazo y la expresión de mi agradecimiento por esta entrada tuya en el blog. A mí, esto años de ausencia me han parecido una fosa difícil de superar. El cariño que le demuestras, la admiración que expresas por su obra me emocionan. Cuenta con mi amistad.
Jorge Urrutia
Gracias, Manuel por estas crónicas impagables,llenas de humanidad y de verdad literaria. Leopoldo pasó los últimos días de la guerra en mi pueblo, en Piedrabuena junto a Juan Alcaide. en el Estado Mayor del general Escobar.
un abrazo, siempre.
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