viernes, 2 de junio de 2017

Federico Gallego Ripoll: "Quien dice sombra" (La voz de un poeta luminoso)






Federico Gallego Ripoll: Quien dice sombra (La voz de un poeta luminoso)



 “Dice verdad quien dice sombra”. Esta cita de Paul Celan inicia este libro, que toma su título de ella: Quien dice sombra. Nuevo libro del poeta manchego Federico Gallego Ripoll (Manzanares, Ciudad Real, 1953), que resultó ganador del Premio Villa del Libro 2015 (Fundación Jorge Guillén, Valladolid, 2017). Este premio, vinculado al municipio vallisoletano de Urueña, alterna desde 2010 las modalidades de novela y poseía.
Es este  Quien dice sombra un libro que reflexiona sobre el tiempo, sobre la vida y sobre la metafísica del alma (que es la poesía). Es la obra de un poeta que indaga, un poeta que toca y provoca con fervor, a través de su claridad, de sus símbolos, de su miedo y de su ternura, porque es su poesía de luz y de vuelo.
  
 Un poeta que nos toca los sentidos en el discurrir sereno y musical de su palabra, de su voz, cuando nos habla del tiempo, de la poética, de la sencillez y la complejidad del mundo, de los sonidos que no descansan nunca. Y nos toca cuando se torna metafísico o metapoético,  cuando nos habla del miedo a la vigilia (y a tantas cosas)  y establece baluartes de palabras para defenderse, para salvarse, para salvarnos, porque Federico generalmente emplea la primera o la segunda persona para escribirnos, es decir para ser él y nosotros. Incluso un poeta invisible (como tantos) cuando ha empleado el sarcasmo o la ironía  lo ha hecho con primorosa delicadeza de hombre educado (porque morirse –en la invisibilidad o en la muerte cierta –es cuestión  de hacerlo con buenas maneras). Y es que en la voz del poeta hay, casi siempre,  un decir pleno de serenidad, de calma, de sosiego. Federico es el árbol que abraza, desde su ramaje de palabras, la naturaleza y la vida.

Conocí personalmente a Gallego Ripoll hace relativamente poco tiempo. Fue en el magnífico ciclo de “No madrileños”, organizado por el blog "Mientras la luz" y por los poetas Francisco Caro y José Luis Morales en la Sala Trovador de Madrid,
 
Gallego Ripoll. Foto cedida por Francisco Caro

 Cuatro años de "No madrileños" que han dado lugar a un libro Cardinales y que incluye a los ocho poetas que han participado estos años, uno de ellos es Gallego Ripoll  junto con Vicente Gallego, Basilio Sanchez, María Ángeles Pérez López, Isabel Bono, Joaquín Pérez Azautre, Marta López Luaces y Tomás Sánchez Santiago.


 Cardinales (Huerga y Fierro, Madrid 2017) se presenta hoy 2 de junio en la Casa de Fieras de El Retiro

 Decía que conocí personalmente a Gallego Ripoll el año pasado, cuando vino a dar una lectura en "No madrileños"; pero al igual que sé que sigue  mi poesía, yo vengo leyendo la suya desde hace ya tiempo porque me parece a mí que es un poeta lleno de humildad, de ternura  y de inteligencia  y encuentro en sus poemas esa humildad de la palabra luminosa, que es sugerente, simbólica y de claridad.

 
Los poetas invisibles (y otros poemas) era una honda  mirada de amor y de sarcasmo sobre sí mismo y hacia los otros, Quien dice sombra es una profunda e íntima reflexión desde lo individual a lo colectivo. Una reflexión universal desde el yo que busca, analiza, indaga, a través de la palabra,  de las eternas preguntas del ser humano y de la duda y del miedo pero “La palabra es frágil. Escribimos, sobre papel quebrado, a veces hierba” Aquí el poeta mide el tiempo por su sonido y se deshabita, “feliz en la ignorancia” de la sabiduría  para abrirse sobre las nubes, para saber por fin su nombre porque – nos dice – “fui idea./ Conocí / la frágil maquinaria de los días felices, / el precio de la nada y de la prisa.” Y así: “El temor discontinuo se atempera en los labios” y busca dónde encontrar la luz, el olor, el sonido, que vivió -sintió durante su infancia –patria, donde pueda saber que siente, vive, cerca o en lejanía, junto a las palabras  que dan luz, junto a las cosas que ofrecen aroma, junto a las personas que habitan en su corazón.“A veces hablo y miro y toco con tu idioma./ Solo para saber que está tu voz, tu compañía,/ nutriendo desde dentro mis palabras”
 
Y como bien dijo el poeta Francisco Caro en su día“Haber nacido en una tierra tan hermosa, tan recia, pero con una identidad tan desvaída tiene tales consecuencias.”  Y Federico Gallego Ripoll es “Un poeta que es siempre hombre en mudanza”. Un poeta que nos ofrece  “Una poesía que partiendo de los sentidos acostumbra a busca la complicidad; tanto en nosotros,sus lectores, como en el otro que en él habita.”  En su libro Caín, con relación al exilio de su tierra manchega, nos dejó dicho: “Alguien parte al exilio. // Y no sé si soy yo/ el hombre que se va /  o el país que se queda.”
Este poeta nombra para existir y escribe desde lo que se ha perdido. 

Nombrar lo que se pierde, hace que no perdamos la raíz, que no olvidemos la referencia del ayer, de lo ya sucedido. Nombrar, en definitiva, es dar nueva vida a lo ya inexistente, traerlo al presente como punto de partida del ahora, que nombrado ya, se convierte en instante sucedido.
 


Este poeta va, con claridad y ternura siempre,  tratando de conocer y conocerse, de buscarse para encontrarnos  para encontrarse, de ofrecer y participar, de buscar su raíz y dar testimonio de todas las raíces, de recorrer el camino de la poesía desde el amor y con el amor, desde la memoria del ayer y del ahora: “Se abrió mi centro / para  acoger el gesto de la honda. /  Vibró mi superficie y así supe   / que era."



Y en ese saber que era  nos ha venido diciendo, desde su primer libro hasta el último, a modo de poética que descalza su mirada y su memoria, su palabra para leer, para pensar, para decir: “ Tú, que no tienes nombre. // Sin tu nombre te nombro. / Te nombro / para oírme existir mientras te nombro.”
Su poesía es, también, emociónal  y así trata de transmitirlo al lector para tocarle los sentidos porque –nos dice: “el poeta pone nombre a las cosas, y también a los sentimientos y a las sensaciones. Sólo nombrando se conoce vivo. Sólo es capaz de amar a lo que nombra.”
Gallego Ripoll  también sabe transformar la sombra en destello luminoso, claro. Y sabe hacerlo porque es un poeta en continuo cambio hacia la esperanza, hacia lo vital. Por eso incluso cuando  canta a lo perdido, o eso que Bécquer dio en llamar “donde habita el olvido”,  o nos habla de los exilios voluntarios o forzados, resulta vitalista. 

En su libro Dentro del día, acaso, hay impulso vitalista, y en otro de sus libros,  Ciudad con puerto, nos dice:  “¿Quién es esta ciudad? / ¿Quién soy esta ciudad? / Habito forastero. / Me habitas forastero, / siempre dispuesto el equipaje, / siempre un pie en el andén / y el inventario hecho,/ siempre franca / la posibilidad de pérdida, de huida.///  Soy rico. / Cada vez tengo menos cosas. “
 

El poeta y crítico Pedro A. González Moreno cuando escribió sobre el poemario Dentro del día acaso  ya nos dijo:” Poemas río, donde el «corazón de río» del lenguaje, nos arrastra en una crecida siempre melodiosa, en una deriva que es, en el fondo, un celebrativo y luminoso reflejo del tiempo y de la vida.” Y así el poeta aprende a olvidar, a marcharse, a regresar de nuevo, nunca es tarde para iniciar un camino  o para desandarlo, ya en la vida ya en la poesía (Federico Gallego Ripoll parece estar comprometido con ambas), porque la esperanza sobrevive al tiempo. Yo tengo, porque los anoté cuando los leí hace tiempo aunque no recuerdo ahora dónde, unos versos suyos que dicen: “Hay que escribir sobre los muros. / Hay que llenar los muros de palabras. // Aunque el mazo derruya sus cimientos, / aunque no más que el polvo permanezca, / ojos leerán el polvo, / dedos leerán el polvo. // Hay que escribir sobre los muros. Las palabras / duran más que la piedra. Aunque fusilen / los signos, su hueco permanece. / Y ningún hueco calla.”

En poesía las palabras permanecen y hablan. A veces con lectores, a veces solas olvidadas entre las páginas del libro, pero nunca callan, siempre andan dispuestas a saltar a los ojos de los otros, a las voces de los otros, aunque a veces el poeta se sienta invisible (y lo sea, como tantos), a veces la palabra pisa fuerte y  nos deja sorprendidos, asombrados, Gallego Ripoll lo dice así en este Quien dice sombra: “La palabra llegó / cimbreándose, / pisando fuerte, / mirándome a los ojos: / // tan  única,/ directa, / imprescindible. /// Me dejó mudo./// (no supe / ni desabotonarme la camisa.)”
 

En fin Federico es un poeta que, como dicen unos versos suyos  en su libro Mal de piedra: “Pudo ser agua. / Quiso ser vaso. / Sólo fue sed” Esa humildad tan suya le hace pensar que 
"sólo fue sed." Y es cierto que es sed, pero porque la sed de poesía es permanente ya que, amigo Federico, el poeta verdadero siempre será sed porque estará sediento y beberá:

"No del día o del agua, bebemos
la transpariencia de la piedra,
el temblor del mineral
                                              indefenso en la honda noche del subsuelo,
                                              la risa de los árboles,
                                              la duda del desierto,
                                    la urgencia del chotillo que mama por primera vez.

                                             No sabemos 
                                             que ocurrirá mañana, acaso
                                             luego;
                                                          mientras,
                                             entretenemos nuestra sed
                                             con las cosas del mundo."

Saciar la sed "con las cosas del mundo", Federico, es decir las cosas de la vida, del amor, del tiempo, de la muerte, es decir las cosas de la poesía, que es el agua de la vida: "Ella es luz e ilumina cuando quiere a quien quiere / porque sabe muy bien a quién es necesaria."

Federico Gallego Ripoll cursó estudios de turismo y teología. Integrante del grupo de poetas que editaron entre 1993 y 1996 los cuadernos de poesía “Bauma” y miembro fundador, junto a Jordi Villaronga, Concha García y Eduard Sanahuja del "Aula de Poesía de Barcelona."



Reside desde 1995 en Palma de Mallorca. Ha publicado cerca de una veintena de libros  y la mayoría de ellos acompañados de importantes premios: Poemas del Condottiero, Rialp, 1981; Libro de las metamorfosis, Biblioteca de Autores Manchegos (B.A.M.), 1985. Crimen pasional en la plaza roja (accésit del premio “Adonáis”), Rialp, 1986.  Escrito en No (premio “Castilla-La Mancha”), Junta de Comunidades, 1986. Caín, Ed. Libertarias, 1990. Tarot, Ed. Libertarias, 1991. Tratado de Arquitectura, B.A.M., 1991. Ciudad con puerto (premio “Barcarola”), Albacete, 2001. La Sal (premio “Feria del Libro de Madrid”), Endymion, 2001. Para entrar en la nieve, El Brocense, 2002; Quién, la realidad (premio “Jaén”), Hiperión, 2002. La torre incierta (premio “San Juan de la Cruz”), Rialp, 2004. Mal de piedra, El Toro de Barro, 2005. Cantos prófugos (premio “Ciudad de Irún”), Fundación Kutxa, 2006. Los poetas invisibles (y otros poemas) (premio “Emilio Alarcos”), Visor, 2007. Dentro del día, acaso (premio “Ciudad de Badajoz”), Algaida, 2011 y Cuaderno de Valdepeñas, Grupo A-7, 2011. Además  de  la recopilación Un lugar donde esperarte, Antología 1981-2007, B.A.M., 2008.
                                 
                                           Manuel López Azorín





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