Jesúa
Aparicio : Sin saber qué te espera
Es esta nueva entrega de poeta Jesús Aparicio González (Brihuega, 1961, Guadalajara): Sin saber qué te espera
(Ars Poética. Asturias, 2019), un libro
que ha tardado en llegarme, inexplicablemente en su primer envío algún
admirador de la poesía de Jesús Aparicio,
ha debido intuir que su último libro, que venía destinado a mí, estaba dentro
del sobre y se lo ha debido apropiar , seguramente con el afán de disfrutar de
su lectura.(espero que sepa aprovecharla y disfrute con ella) Tras un segundo
envío por parte del autor, me ha llegado, por fin, para desde la amistad y el amor a la
poesía, abrazarme con sus poemas de incertidumbre, y ese no sé qué que en este nuevo libro queda balbuciendo junto al temor y la esperanza al tiempo, libro donde el poeta nos habla en el aquí y ahora de un
futuro en el que la vida, perecedera como sabemos, se marche allí donde nos
decía Bécquer que habita el
olvido.
Con una cita de Borges:”En mi pecho el reloj de
sangre mide / el temeroso tiempo de la espera”, abre este libro sus brazos,
brazos de páginas escritas, poemas que surgen desde el corazón, como semillas
que sueña serán como una nueva epifanía
para el poeta, el hombre, que no sabe qué le espera mañana, pero que siente que
ese mañana ha de llegar un día a poner fin a este camino de vivir , pero no es
el fin lo que produce temor en el hombre, en el poeta, es el miedo a no saber
qué le espera. De manera que la incertidumbre y la esperanza
al tiempo que la ternura y la inocencia, abrazan este volumen que
sorprende por su difícil sencillez, su precisión en el lenguaje, su desnudez
retórica, su emoción que brota de cada uno de sus breves, concisos y precisos
poemas que parecen indicarnos que menos es más.
Como la poesía de Jesús Aparicio surge siempre de lo más cotidiano, de las cosas
aparentemente más sencillas y que son las que llegan con mucha hondura desde la ternura de los
inocentes, esta poesía de Aparicio,
digo, y en este libro más que nunca, no puede comenzar sino con un poema de
inocencia, la infantil, la de la magia y de los sueños: “Un viaje, un libro, /
una pluma, un cuaderno / abierto en blanco.// / Reloj y mucha magia / para el
resto del año” Inocencia pura, buenos
deseos, puros y limpios, entre místicos tratando de fundirse en la Luz y panteístas ( Dios y el universo en la
naturaleza), cuando nos dice de la luz que: “Luz sobre la tierra mojada donde
crece la hierba / de la que un pájaro arranca la semilla y un hombre / la
contempla y pronuncia la palabra siembra…/ y se hace más luz.” Y esas cosas
pequeñas, dichas con el amor, con el sosiego de quien sabe que hoy, al
pronunciarse ya se vuelto ayer y lo que ha de llegar no sabe qué, ese instante que va del ahora al
después, sereno, limpio y claro, nos dice: “esta cuartilla en blanco / sabe su
condición / de tierra preparada / para la lluvia” Y esas cosa pequeñas se
convierten en grandes, hondas, profundas, inmensas en su pequeñez de reflexión
profunda.
El poeta sabe que un día habitará un cielo con
bandadas de gorriones y alas de lluvia,
sabe que allí no habrá “Ni lienzo ni papel / ni color ni palabras.”
Pero si sabe que se hará poema fundiéndose
con la naturaleza y así nos lo muestra: “En lo alto un poema/ navegando
a favor del viento / hasta encarnarse / fecundando las piedras, / manantiales y
árboles / y esa cara mudable de las cosas / que aún no conocemos”
La vida es como un círculo que empieza en una línea
desenredando ese vació que es el antes de
nacer del agua y que concluye en el punto de llegar al agua.
“El punto prefigura / la línea y el dibujo / su solo
movimiento / desenreda el vacío”
Y entretanto la vida y en su discurrir el poeta nos
la presenta así: “El punto abarca entero
/ la órbita de una estrella / que se ha dejado ver / en una gota de agua”
Si nos conforma el agua y terminamos, como nos decía
Manrique,
en el agua: “El punto es ese círculo/ – anillo
fecundado –/ que creciendo se adentra/ en el mar que nos viene”
Concluye este libro con un epilogo tras una
despedida : (“Sobre sábanas blanca sin memoria / se revuelve el espejo en que
me miro/ y no me reconoce”) y en unos versos que me recuerdan a José
Hierro y su soneto “Vida” que tanto conocí porque me lo leyó en sus tres versiones hasta
dejar definitiva aquella que me regaló manuscrita en 1992 y que decía en su
terceto final: Qué más da que la nada
fuera nada / si más nada será, después de todo, / después de tanto todo para
nada. A modo de narración elegíaca a los últimos días del padre y su
posterior adiós Jesús Aparicio sabe que “Todo fue para nada, / nada por donde fluye
/ lo que fue todo”
Y termina este libro, en ese septiembre en que el
padre se marcha, con la incertidumbre: “de que la vida es todo para nada”; pero
el poeta que navegas por las aguas del temor a no saber qué le espera mañana,
nos muestra en este libro de desasosiego y de esperanza el deseo de una nueva
epifanía tras las aguas del mar manriqueño “Se cae del árbol / la fruta en el
jardín. / Madura el cielo. /// Un pájaro en el pico / se lleva la semilla / que
ha de ser memoria / de sus cenizas” y esa memoria de sus cenizas le lleva a
soñar que, convertida ya en espuma, es como aquella imperecedera de Claudio
Rodríguez : Miro la espuma, su
delicadeza / que es tan distinta a la de la ceniza.
Jesús
Aparicio nos tiene acostumbrados a usar un lenguaje luminoso con la palabra justa, precisa, en un
verso breve, conciso, valioso y en este Sin
saber qué te espera nos muestra su personal manera de escribir y de soñar la luz, desde la bondad siempre, pienso yo, y de emocionarnos.
Manuel López
Azorín
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