viernes, 11 de diciembre de 2020

Teresa Pacheco Iniesta: "¿Cómo se dice adiós?"

 



 Teresa Pacheco Iniesta¿Cómo se dice adiós?

 


Teresa Pacheco Iniesta (Las Pedroñeras, Cuenca) Vive en Madrid y, desde los 12 años, que ganó el primer premio  de relatos en un concurso, escribe relatos y poesía.

Es enfermera en excedencia y abogada en ejercicio, Máster en Gestión  Sanitaria y Máster en Derecho Sanitario por la UCM.(Universidad Complutense de Madrid)

¿Cómo se dice Adiós? (Amargod Ediciones, 2020) es su tercer poemario. El libro contiene una serie de pinturas originales  del pintor valenciano Alex Alemany.


Me interesé por este libro tras leer unas palabras que el poeta Rafael Escobar Sánchez le dedicó en su blog.  Rafael no solo es un buen poeta sino que sus análisis críticos, en mi opinión, suelen ser acertados por tanto me incitó a leer ¿Cómo se dice adiós? . Teresa Pacheco Iniesta, al enterarse, tuvo la amabilidad de enviarme un ejemplar acompañado de un CD con diecisiete poemas grabados de este libro  y leídos por la autora con música original de Cristina Feiner Bas.

Teresa me parece que es poeta por necesidad. Sentarse a escribir a ver qué surge, así sin más, no parece su manera de escribir poesía.  Más bien sabe que la poesía llega cuando quiere y si entra en ella  la voz, si está la poesía con ella, escribe lo que lleva  dentro por necesidad, por sacar sus preguntas, sus dudas, sus sueños,  por ofrecerse a los demás mostrando sus emociones fuera y tal vez con el sueño de que los demás se emocionen con lo que escribe. Supongo que eso le ayuda a vivir. Es sabido que la lectura nos ayuda a soñar, a vivir, pues con la escritura sucede lo mismo. Yo, personalmente, siempre he dicho que la lectura te lleva a vivir otras vidas y escribir poesía te salva o al menos te libera, la poesía es como el baluarte que te defiende de las agresiones, de los ataques, del enemigo…de la misma vida.



Es ¿Cómo se dice adiós? un  poemario, de temática elegíaca o como bien ha  dicho  Rafael  Escobar Sánchez: “por un inventario de cicatrices infringidas por el tiempo y la ausencia de los afectos fundamentales al menos mitigado por la mínima satisfacción de las lecciones de sabiduría vital (renuncia, empatía, serenidad, inutilidad del rencor) aprendidas a fuerza de golpes, dando por sentado que es el dolor el método “didáctico” espontáneo, natural, el que impone la vida predispuesta a dejarse difusamente entender, aunque hay cierto sentimiento de culpa por el sufrimiento, llega a reprocharse, debido a su rotundo nivel de autoexigencia una flaqueza que le impide identificar cuánta vida sigue en pie a pesar de la devastación que se alterna con la convicción de quien no aguarda ya nada salvo llegar a apreciar el brillo de su recuerdo “


En ¿Cómo se dice adiós?, nos habla de lo que cuesta despedirse de las personas, de los sueños, de la manera de concebir la vida a la que se tiene que renunciar. De las preguntas que se hace y que no encuentran respuesta. Y la reflexión sobre la escritura es importante Así en el poema “Ejército de versos” nos dice: Un ejército de versos / invadió mi cordura / con la primera luz.  (…) Tiraron de la manta,/ revelaron mis secretos, / me hicieron carne de cañón. (…) “El capitán de este ejército sangriento, /  sabe bien que la derrotada, soy yo.

Desconozco si este libro se ha escrito durante la pandemia o antes; pero, en cualquier caso, viene bien para reflexionar sobre tantos adioses sin despedidas como se han producido y siguen produciéndose  por este maldito virus que asola el mundo.

Pero  tanto la reflexión como la lectura. y el escribir ayudan a vivir, si la lectura nos transporta a otros mundos, otras vidas, otros sueños, otras situaciones, la escritura de poesía no lleva a soltar laste, dejar escritas las emociones, mostrar el pensamiento y el sentimiento, hecho ritmo, como terapia que alivia y libera al tiempo que comunica a los lectores sensaciones que pudiera ser se identifiquen con sus vidas y les toquen los sentidos.

Y ese soltar lastre, ese dolor  interno que alivia, da sosiego, serenidad  y posiblemente reconforta porque conseguirlo es producto del recuerdo, la nostalgia.  En el poema “Tristeza” agradece que  los recuerdos se  conviertan en melodías dulces de otro tiempo chapado en oro. Porque, cómo se dice adiós a lo sucedido, a las personas que amas, madre, padre, hijo:  ¿Cómo se deshace una casa / con sus recuerdos en el aire? / Cómo se baja  ese abismo / y sobre todo, cómo se remonta / de nuevo la vida?

 


La muerte nos  ofrece un desvalimiento y un rechazo a su aceptación, pero sabemos que inexorablemente, aunque nos deje de pronto la vida como paralizada , este tiempo nuestro es fugaz y conlleva la finitud, por eso nos dice:

Guardo mis últimas monedas para Caronte / y así poder cruzar hacia su orilla /Todo lo demás lo he regalado./ Apenas estoy vestida. Y /descalza.

 

Nos ofrece su nostalgia, se abraza al sueño del pasado, del paraíso rilkeniano, tiempo en el que, por edad, no se sabe de las despedidas y desde el recuerdo nos dice: Antes la muerte no existía /Solo existía la vida por delante / y un viento suave que empujaba hacia el futuro.

Y poco a poco, la misma vida, nos trae su aliento y la conformidad de seguir porque sin esto sería muy difícil existir:  Ya no importan los relojes/ ni si es de noche o de día /Me conformo con la calma / de no tener sueños por cumplir / y que no sea el latido del miedo /el que me despierta.

 

Y así, el dolor va mitigándose, dejando paso al por qué de las preguntas  que no parecen tener respuestas: Me he preguntado muchas veces, / qué se llevan las lágrimas / en sus viajes desde los ojos, al vientre.

 

Y se vuelve a vivir, sin olvido, pero con serenidad: La muerte azul se entretuvo,/ suele ser muy negligente./ Aplazó su entrada en mi casa /ese día de tormenta y lluvia   oblicua.” (…) “Te llevé a la iglesia huérfana,/  junto al puente, sobre el río verde./ Y fui tu mujer incendiado el otoño,/ en el lecho olvidado de la muerte.

 


Y eso que llamamos el futuro, lo por venir, parece encendernos una luz  que nos alumbra y nos permite seguir diciendo: He de consentirle a la vida un poco más / solo porque la curiosidad me mata. De manera que cuelga las palabras en el inocente sueño de la memoria y prosigue con su vida de pequeños gestos, sencillos,  sueños por cumplir, anhelos de escribir y mientras sigue,  aguarda  que llegue la necesidad de la poesía: Limpio a fondo la habitación, / perfumo con lavanda su blancura” (…) Todo está listo para recibirle, / preparada para que él llegue: Mi poema.

Y mientras espera ya no se pregunta:¿Cómo puede una ausencia acabar contigo?/ Si no está ¿cómo puede herirte?

 

Cuando llegue la voz la necesidad le hará  escribir de nuevo  y lo hará dando gracias  y lo hará mientras sienta esa necesidad imperiosa de soltar sus emociones, aunque recuerde que: Alguien construyó una hilera, / de nichos vacíos  (…) se han ido llenando deprisa / con mis cadáveres queridos (…) Debes saber que la angustia no redime. / Solo ahora expectante en la puerta del túnel,/ voy a ser valiente y antes de decir adiós / escribiré casi todo lo que pienso.

Y continúa, con dolor, con el recuerdo y la tristeza y la nostalgia  y con  la esperanza y la alegría de este milagro inexplicable que es la vida, y la poesía, para decirnos: Mi lecho es la página de un libro./ Lo cierro conmigo dentro y ya soy libre.

Un hermoso libro pleno de preguntas, de dudas, de nostalgia, de amor…de poesía sincera, un libro que canta lo perdido y espera un mañana machadiano de renacida primavera.

                        Manuel López Azorín  

                                                         

 

 

 

 

 

 

 


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