viernes, 11 de febrero de 2022

Javier Rodríguez del Barrio: "Manía de la duda"


 


Javier Rodríguez del Barrio: Manía de la duda




Ayer noche presentamos el libro de Javier Rodríguez del Barrio Manía de la duda (Colección Monosabio, Málaga, 2021) en el mítico Café Libertad8. Abarrotado de buenos amigos, la tarde comenzó con un Javier un tanto tímido y nervioso, pero poco a poco fue calmándose y ya tuvimos al javier amigo, amable, educado, simpático que  hizo sonreír a los numerosos asistentes, que emocionó con su lectura de poemas y nos leyó un poema inédito para concluir  que nos emocionó más aún.

Un Javier que creó  expectación y terminó con numerosos aplausos para este autor tan querido por todos y, lo que fue estupendo, con cada uno de los asistentes con un libro en la mano esperando la firma y contentos con un hermoso libro y con una tarde de poesía y amistad en la que el periodista, escritor y poeta Valentín Martín escribió con asombrosa rapidez y, como siempre, magníficamente bien, una crónica del acto.



Os dejo aquí la presentación y unas pocas fotos del acto, las fotografías pertenecen  a la poeta chilena Silvia cuevas Morales, a Teresa Delgado y al poeta J. Álvaro Gómez 



Presentación : 10 de febrero   a las 18,30 horas

         CAFÉ LIBERTD 8

Javier  Rodríguez del Barrio es un enamorado de la música y de la poesía , un día se decidió a escribir y el resultado tras unos años de creación ha sido este “Manía de la duda.que ha publicado la Colección Monosabio del Ayuntamiento de Malaga. Colección dirigida por Francisco Ruiz Noguera y Diego Medina Poveda.   

Javier ha estudiado y sigue, la obra de Pessoa y sus heterónimos…precisamente  abre su libro con esta cita: “Todas las cosas para mí son consultas / que de la normalidad parten,/ y sus incesantes preguntas cansan/ mi corazón. Alejandro Buscar (heterónimo de Fernando Pessoa)

Javier , además de vivir en la duda, se ha transformado en  arquitecto  y ha hecho una casa con tres plantas (apartados)    y 46ventanas (poemas). Una casa  que mira afuera a la acacia y la niebla y dentro se mira a sí mismo. 

Hace más lenta mi mano /  la acacia y su niebla.// Escribo para ver el cielo a través de las ramas,/    reconocerme y rezar ante ellas.//

Quedan extendidos los versos/

en las espesas y horizontales terrazas/

del vasto silencio./

Tiene este Manía de la duda  unas ventanas que se abren (o se cierran),  con la inseguridad de quien duda si será mejor abrir y dejar pasar la luz de las palabras, de la vida, o cerrar y en la penumbra mantenerlas calladas, en silencio.        

Y es que la duda es motivo siempre de pregunta, no para buscar certezas, sino para intuir qué camino tomar para llegar al lugar o estado que te acerque  a tratar de no errar ya sea en el amor, en la poesía… en la vida.       

Miro una ventana de la casa, me encuentro con un poema en el que pregunta hacia dónde, a que casa ha de dirigirse para encontrar, para hallar- dice  -él-  “el verso desnudo, sin tiempo”.    Y entre otras cosas leo:

Escribo para saberme aquí, /detenido ante una imagen mientras /un silencio de cripta llena mi boca / de palabras e imágenes /que me impelen a alzar la cabeza /y pedir./ Y pido.    

¿Pide que las ventanas, se abran al interior de la casa, en el caso del autor, como tiempo de contemplarse desde dentro y escribir?  Pide.

Pues aquí tenemos la casa a la que tiene que dirigirse, la del lenguaje, la casa que contiene las palabras con sus significantes y sus significados  (No porque tengan o no referencias, que las tienen,  sino porque al escribirlas, al pronunciarlas, de un modo determinado se dejan sentir, por el alma y la piel, y parecen sin tiempo ya). Y curan o,  a al menos, liberas las palabras.  

Siempre que me encuentro con un poema que me hace sentir, recuerdo las palabras que me decía Claudio Rodríguez: “todo parece estar escrito ya, pero cuando escribas, hazlo de lo que conoces, lo que sientes,  lo que contemplas desde dentro y será tuyo y parecerá  nuevo”..    

 “No quiero traer hasta aquí / ninguna ciudad, amor o pérdida;” 

Javier nos dice que no quiere referencias, ni tan siquiera suyas: Y sin embargo por culpa de esa maldita (o bendita) duda que nos persigue desde la adolescencia hasta el olvido, por  la ventana abierta,  nos encontramos con él, con sus emociones, con su pensamiento,  con su sentir, su humano y solidario compromiso,  su bondad machadiana, su íntimo deseo de amor y  su reflexiva idea de la igualdad:

Intento hablar de amor,/ mientras la calle / -la de ellas- reivindica / Justamente / las causas elegidas e incuestionables.”    

Él dice buscar, lo diré con palabras suyas: “el silencio blanquecino/ que resbala debajo de las puertas cerradas,/ y pone a salvo el espacio callado /que compartimos como especie.” 

Y ese silencio del que nos habla se rebela y con una poesía con libertad de verso, reflexiva, de pensamiento, existencial… nos descubre el espacio íntimo, callado, porque las puertas (o las ventanas) se abren, queriendo o sin querer, especialmente cuando se trata de amistad: amigos que planean, en cualquier bar, viajar a Lisboa  aunque no lo hagan nunca

Mania de la duda es un libro en el que podemos escuchar, en cada verso, el ritmo, la cadencia de lo cotidiano, el paso del tiempo, el amor, incluso cuando acaba ( aunque el amor  nunca acaba del todo), la materia de los sueños, que es la memoria, guarda en nosotros el amor sido, guarda su dolor y su alegría,  todo lo vivido, todo lo sentido, lo guarda  en diferentes compartimentos: lo bueno… para recordar, el resto… archivado. Así es nuestra memoria: selectiva.  

 

Ay la duda!, Esa que parece no saber de la luz, la llama, el fuego, esa que no parece encontrar el alimento en este juego de la vida…especialmente cuando el árbol del amor se resquebraja y la duda nos envuelve  con su manto de niebla:

Hoy pacté con el silencio tu ausencia, / discutimos la fecha, la hora, / y quién se ocupa del alma.

Pretendemos, a veces, repartir el dolor, compartir  lo querido sin causar ningún daño:

El dolor quedó bien repartido:/ el fin de semana, tú;/ cinco días yo.”

Y en el fondo se lucha, se puja en la subasta, se divide , y con el valor de la pieza, el verbo ejecuta su acción y conjuga pronombres: yo, tú, él, nosotros…sin entender de tiempos ni de pujas.

Por eso las palabras, cuando el papel abrazan, dicen:  No luchamos por el sabor metálico,”       El poeta pretende  escribir y hacer como Pessoa: fingir que finge.

Hay que recordar sus versos cuando nos dice:“ “El poeta es un fingidor./ Finge tan completamente /que hasta finge que es dolor / el dolor que en verdad siente”  Y es por eso que al escribir quiere hallar la manera de que no se le reconozca ese dolor:

 Una hendidura,/apenas reconocible,/ que tras su lectura, desaparezca.”  Pero las palabras, con sus verbos, y sus significados, no desaparecen, nos muestras los caminos del gozo o del dolor y se quedan grabadas (o escritas).

Dije ‘te querré siempre’ / y la avenida fue nave de cruz / para que quedase hasta este día / en el que llueve, como en todas las despedidas / desde la muerte de César Vallejo.”

Pero no es así del todo. Nosotros, solo nosotros tenemos que decidir qué camino elegimos en Paris, en Madrid, cualquier día, con lluvia o sin ella.

Entonces…“¿A qué casa ha de dirigirse / para hallar el verso desnudo”. Y yo le digo: A tu casa, Javier,  a la que tú conoces bien, sea humilde o no, las cosas por humildes no son menos importantes que las que no lo son. Recuerda a Rilke y escribe, por muy sencillo que sea, decía Rilke al joven Kapput, tendrá belleza .

 Porque todas esas palabras que surjan de ti, de tu casa, aunque sean humildes y parezcan fingidas,  serán tu poesía y lo será con las interferencias necesarias, las intertextualidades necesarias, producto de las muchas lecturas de los poetas que te preceden, de los muchos poetas  que lees ahora, no le temas a las interferencias, también forman parte de ti, “somos lo que leemos”  somos lo que sabemos de nosotros y de los demás.       

Escribir nos obliga a desnudarnos de ropajes innecesarios, escribir nos conduce a mostrarnos como pensamos que somos y a mostrar lo que pensamos de los otros:   Amar o vivir nos obliga a hacerlo / como si fuese para siempre”


Pero hoy somos, estamos y mañana seremos y estaremos, pero diferentes en parte. Seremos lo mismo y distintos, la búsqueda continua, la duda, esa que nos permite, que nos ofrece múltiples caminos y que solo nosotros podemos elegir el que creamos mejor: 

Torpe bipedestación / de animales, en continua búsqueda.”  Sí.    Que nos mantiene siempre en la manía de la duda.

Escribir es dudar, indagar, investigar, es contemplar, aprender, formas clásicas, tradicionales, formas con más libertad, formas nuevas,  pero siempre con ritmo y emoción, interiorizar y escribir.  

Es, en fin, con la forma o la temática que sea, ir a la búsqueda de la luz, esa que alumbre las palabras y les da claridad. Hacerlo de modo neorromántico, existencialista, metafísico, filosófico o de pensamiento, crítico o de compromiso social, de comunión con la otredad, es lo mismo si se abrazan a las emociones, al ritmo y a la musicalidad de la palabra.


Javier nos muestra aquí su casa,  una casa singular, una casa sincera, con mucho sol y con la sombra de la duda que anda pegada a  las 46 ventanas por las que él se asoma para mirar el mundo y tratar de entenderlo.  Ha escrito este hermoso libro y lo muestra a los demás para que, los lectores,  vengan a su casa (ya libro), se acerquen y lean…¿para que?, pues para…  como dijo Claudio Rodríguez refiriéndose a su voz, que era su casa:  “para que sea de todos  y la sepan todos igual que una mañana y una tarde           

                            Manuel López Azorín         

 

 

 

 

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