Javier Rodríguez del Barrio: Manía de la duda
Ayer noche presentamos el libro de Javier Rodríguez del Barrio Manía de la duda (Colección Monosabio, Málaga, 2021) en el mítico Café Libertad8. Abarrotado de buenos amigos, la tarde comenzó con un Javier un tanto tímido y nervioso, pero poco a poco fue calmándose y ya tuvimos al javier amigo, amable, educado, simpático que hizo sonreír a los numerosos asistentes, que emocionó con su lectura de poemas y nos leyó un poema inédito para concluir que nos emocionó más aún.
Un Javier que creó expectación y terminó con numerosos aplausos para este autor tan querido por todos y, lo que fue estupendo, con cada uno de los asistentes con un libro en la mano esperando la firma y contentos con un hermoso libro y con una tarde de poesía y amistad en la que el periodista, escritor y poeta Valentín Martín escribió con asombrosa rapidez y, como siempre, magníficamente bien, una crónica del acto.
Os dejo aquí la presentación y unas pocas fotos del acto, las fotografías pertenecen a la poeta chilena Silvia cuevas Morales, a Teresa Delgado y al poeta J. Álvaro Gómez
Presentación : 10 de febrero a las 18,30 horas
CAFÉ LIBERTD 8
Javier Rodríguez del Barrio
es un enamorado de la música y de la poesía , un día se decidió a escribir y el
resultado tras unos años de creación ha sido este “Manía de la duda”.que ha publicado la Colección Monosabio del
Ayuntamiento de Malaga. Colección dirigida por Francisco Ruiz Noguera y Diego
Medina Poveda.
Javier ha estudiado y sigue, la obra de Pessoa
y sus heterónimos…precisamente abre su
libro con esta cita: “Todas las cosas para mí son consultas / que de la
normalidad parten,/ y sus incesantes preguntas cansan/ mi corazón. Alejandro
Buscar (heterónimo de Fernando Pessoa)
Javier , además de vivir en la duda, se ha
transformado en arquitecto y ha hecho una casa con tres plantas
(apartados) y 46ventanas (poemas). Una casa que mira afuera a la acacia y la niebla y
dentro se mira a sí mismo.
Hace
más lenta mi mano / la acacia y su
niebla.// Escribo para ver el cielo a través de las ramas,/ reconocerme y rezar ante ellas.//
Quedan extendidos los versos/
en las espesas y horizontales
terrazas/
del vasto silencio./
Tiene este Manía de la duda unas ventanas que se abren (o se cierran), con la inseguridad de quien duda si será mejor abrir y dejar pasar la luz de las palabras, de la vida, o cerrar y en la penumbra mantenerlas calladas, en silencio.
Y es que la duda es motivo siempre de pregunta, no para buscar certezas, sino para intuir qué camino tomar para llegar al lugar o estado que te acerque a tratar de no errar ya sea en el amor, en la poesía… en la vida.
Miro una ventana de la casa, me encuentro
con un poema en el que pregunta hacia dónde, a que casa ha de dirigirse para
encontrar, para hallar- dice -él- “el verso desnudo, sin tiempo”. Y entre otras cosas leo:
Escribo
para saberme aquí, /detenido ante una imagen mientras /un silencio de cripta
llena mi boca / de palabras e imágenes /que me impelen a alzar la cabeza /y
pedir./ Y pido.
¿Pide que
las ventanas, se abran al interior de la casa, en el caso del autor, como
tiempo de contemplarse desde dentro y escribir?
Pide.
Pues aquí tenemos la casa a la que tiene que
dirigirse, la del lenguaje, la casa que contiene las palabras con sus
significantes y sus significados (No
porque tengan o no referencias, que las tienen,
sino porque al escribirlas, al pronunciarlas, de un modo determinado se
dejan sentir, por el alma y la piel, y parecen sin tiempo ya). Y curan o, a al menos, liberas las palabras.
Siempre que me encuentro con un poema que me hace
sentir, recuerdo las palabras que me decía Claudio Rodríguez: “todo parece
estar escrito ya, pero cuando escribas, hazlo de lo que conoces, lo que
sientes, lo que contemplas desde dentro
y será tuyo y parecerá nuevo”..
“No quiero traer hasta aquí / ninguna ciudad,
amor o pérdida;”
Javier
nos
dice que no quiere referencias, ni tan siquiera suyas: Y sin embargo por culpa
de esa maldita (o bendita) duda que nos persigue desde la adolescencia hasta el
olvido, por la ventana abierta, nos encontramos con él, con sus emociones,
con su pensamiento, con su sentir, su
humano y solidario compromiso, su bondad
machadiana, su íntimo deseo de amor y su
reflexiva idea de la igualdad:
“Intento hablar de amor,/ mientras la calle / -la de ellas- reivindica /
Justamente / las causas elegidas e incuestionables.”
Él dice buscar, lo diré con
palabras suyas: “el silencio
blanquecino/ que resbala debajo de las puertas cerradas,/ y pone a salvo el
espacio callado /que compartimos como especie.”
Y ese silencio del que nos habla
se rebela y con una poesía con libertad de verso, reflexiva, de pensamiento,
existencial… nos descubre el espacio íntimo, callado, porque las puertas (o las
ventanas) se abren, queriendo o sin querer, especialmente cuando se trata de
amistad: amigos que planean, en cualquier bar, viajar a Lisboa aunque no lo hagan nunca
Mania de la duda es un libro en el que podemos escuchar, en cada verso, el ritmo, la cadencia de lo cotidiano, el paso del tiempo, el amor, incluso cuando acaba ( aunque el amor nunca acaba del todo), la materia de los sueños, que es la memoria, guarda en nosotros el amor sido, guarda su dolor y su alegría, todo lo vivido, todo lo sentido, lo guarda en diferentes compartimentos: lo bueno… para recordar, el resto… archivado. Así es nuestra memoria: selectiva.
Ay la duda!, Esa que parece no
saber de la luz, la llama, el fuego, esa que no parece encontrar el alimento en
este juego de la vida…especialmente cuando el árbol del amor se resquebraja y
la duda nos envuelve con su manto de
niebla:
“Hoy pacté con el silencio tu ausencia, / discutimos la fecha, la hora,
/ y quién se ocupa del alma.”
Pretendemos, a veces, repartir el
dolor, compartir lo querido sin causar
ningún daño:
“El dolor quedó bien repartido:/ el fin de semana, tú;/ cinco días yo.”
Y en el fondo se lucha, se puja
en la subasta, se divide , y con el valor de la pieza, el verbo ejecuta su
acción y conjuga pronombres: yo, tú, él, nosotros…sin entender de tiempos ni de
pujas.
Por eso las palabras, cuando el papel abrazan, dicen: “No luchamos por el sabor metálico,” El poeta pretende escribir y hacer como Pessoa: fingir que finge.
Hay que recordar sus versos
cuando nos dice:“ “El poeta es un fingidor./ Finge tan completamente /que hasta
finge que es dolor / el dolor que en verdad siente” Y es por eso que al escribir quiere hallar la
manera de que no se le reconozca ese dolor:
“Dije ‘te querré siempre’ / y la avenida fue nave de cruz / para que
quedase hasta este día / en el que llueve, como en todas las despedidas / desde
la muerte de César Vallejo.”
Pero no es así del todo. Nosotros, solo
nosotros tenemos que decidir qué camino elegimos en Paris, en Madrid, cualquier
día, con lluvia o sin ella.
Entonces…“¿A qué casa ha de dirigirse / para hallar el verso desnudo”. Y yo le digo: A tu casa, Javier, a la que tú conoces bien, sea humilde o no, las cosas por humildes no son menos importantes que las que no lo son. Recuerda a Rilke y escribe, por muy sencillo que sea, decía Rilke al joven Kapput, tendrá belleza .
Porque todas esas palabras que surjan de ti,
de tu casa, aunque sean humildes y parezcan fingidas, serán tu poesía y lo será con las
interferencias necesarias, las intertextualidades necesarias, producto de las
muchas lecturas de los poetas que te preceden, de los muchos poetas que lees ahora, no le temas a las
interferencias, también forman parte de ti, “somos lo que leemos” somos lo que sabemos de nosotros y de los
demás.
Escribir nos obliga a desnudarnos
de ropajes innecesarios, escribir nos conduce a mostrarnos como pensamos que
somos y a mostrar lo que pensamos de los otros: “Amar
o vivir nos obliga a hacerlo / como si fuese para siempre”
Pero hoy somos, estamos y mañana
seremos y estaremos, pero diferentes en parte. Seremos lo mismo y distintos, la
búsqueda continua, la duda, esa que nos permite, que nos ofrece múltiples
caminos y que solo nosotros podemos elegir el que creamos mejor:
“Torpe bipedestación / de animales, en continua búsqueda.” Sí.
Que nos mantiene siempre en la manía de la duda.
Escribir es dudar, indagar,
investigar, es contemplar, aprender, formas clásicas, tradicionales, formas con
más libertad, formas nuevas, pero
siempre con ritmo y emoción, interiorizar y escribir.
Es, en fin, con la forma o la
temática que sea, ir a la búsqueda de la luz, esa que alumbre las palabras y
les da claridad. Hacerlo de modo neorromántico, existencialista, metafísico,
filosófico o de pensamiento, crítico o de compromiso social, de comunión con la
otredad, es lo mismo si se abrazan a las emociones, al ritmo y a la musicalidad
de la palabra.
Javier
nos muestra aquí su casa, una casa
singular, una casa sincera, con mucho sol y con la sombra de la duda que anda
pegada a las 46 ventanas por las que él
se asoma para mirar el mundo y tratar de entenderlo. Ha escrito este hermoso libro y lo muestra a los
demás para que, los lectores, vengan a
su casa (ya libro), se acerquen y lean…¿para que?, pues para… como dijo Claudio Rodríguez
refiriéndose a su voz, que era su casa:
“para que sea de todos y la sepan
todos igual que una mañana y una tarde
Manuel López
Azorín
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