En recuerdo del poeta Diego Gómez,
(Autodenominado:"El inculto poeta)
Diego Gómez, “El Inculto Poeta”,
como le gustaba llamarse falleció en
Moratalla, (Murcia), en diciembre de 2017. Moría un poeta, autor de
innumerables versos que ha compartido con sus vecinos y pueblos cercanos a
Moratalla en muchos actos. El último en
el que participó fue el titulado“Café con Versos”que en Moratalla comenzó a
realizarse bajo la idea de Pérez de la Hoyica.” Café con
versos”al que hace unos años fui invitado a participar y al que,
lamentablemente, no pude asistir.
Yo no llegué a
conocer personalmente a Diego Gómez,
su poesía me llegó de la mano de mi cuñado, Nicolás Sánchez, buen
amigo de Diego a través de su primer
libro titulado La torre de mis sueños.(Ediciones Bremen,
Toledo, 2001) El libro venía con una
dedicatoria que terminaba diciendo; “Deseando conocerlo algún día. Yo,
el inculto poeta, Diego Gómez. 31 /10/ 2001. En Moratalla.”
Como acababa de publicarse una recopilación de poemas míos, algunos de ellos publicados en revistas y/o periódicos, pero no en ninguno de mis anteriores libros. Decidí corresponder con Diego, agradeciéndole su libro y enviándole a mi vez uno mío: Azul de los afectos (2001), que no era otra cosa que una miscelánea de poemas dedicados a los amigos poetas y no poetas. Eran poemas de tipo formal con poesía ya clásica, ya tradicional o popular, escritos desde 1981 hasta 2000. Al ser un largo periodo de tiempo se daban en este libro muy diferentes estrofas: Sonetos, madrigales, liras, Décimas, romances, seguidillas, villancicos y algunas composiciones en verso blanco.
Y tal vez pudieran interesarle a un
poeta que se hacía llamar “Inculto” pero que a mí, tras leer su libro y aunque
técnicamente algunos de sus versos no se
ajustasen a las medidas métricas, tanto de la poesía mayor como de la menor, a
mí, digo, su lectura me pareció tan humana, hecha con tanta pasión, de tanta
profundidad y hondura ya nos hablase de la naturaleza, de su Moratalla querida, de sus fiestas y costumbres, de la vida y su temporalidad, de la muerte, del dolor y la
nostalgia, de la alegría y siempre del amor ya que de amor estaba impregnado
todo en La
Torre de mis sueños de principio a fin.
José Morata, un gran amigo
de Diego Gómez (y el impulsor de
este libro para su publicación), pintor, licenciado en Bellas Artes por la
Universidad Complutense de Madrid, nos dice: “Tras largas conversaciones,
muchas de ellas por lugares maravillosos de nuestro paisaje moratallero (…) fue
surgiendo la decisión de publicar este libro del que yo haría las
ilustraciones.”
Ilustraciones que este pintor realizó con deleite y emocionado sentir, dada su amistad y admiración por el poeta, de unos cuantos poemas del libro.
Decía yo antes que los conocimientos de Diego sobre la poesía, tal vez denotaban algunas carencias en cuanto a medidas versales; pero tras leer sus poemas, uno llegaba a la conclusión de que este poeta no era tan inculto como él se decía (la poesía para que lo sea debe diferenciarse de la prosa en el ritmo, en su cadencia, en su musicalidad, puede tener medida y cadencia o solo cadencia, puede llevar rima o no llevarla y puede, en su mayor libertad versal, en cualquiera de estas condiciones, transmitirnos la emoción ya nos hable de la naturaleza, de Moratalla y sus costumbres, de la soledad y del dolor o del amor.
Y Diego Gómez,
en mi opinión, era un apasionado estoico y contemplativo de la vida y
escribiera de la temática que escribiera, tenía el don de ofrecer en sus poemas
el ritmo y la emoción que solo puede sentir alguien que ama la poesía y que por
sus muchas lecturas (que le supongo), de libros de poesía, como un apasionado
autodidacta y gracias a ese don al que
me refería antes nos demostraba que su llamarse “Poeta Inculto” era una especie
de refugio personal frente a las carencias que el propio poeta, que, según me
dijeron, apenas fue al colegio, nos ofrecía como eximente aunque luego en
algunos de sus poemas nos demostrara que era más culto de lo que nos decía, una
cultura que le proporcionó la vida y su pasión por la poesía y que tenía un
don, el de versificar, como decía Demófilo, porque “le nacía desde
dentro”. Un poeta, suele decirse a menudo, nace y luego se hace. Diego nació poeta y luego, la vida y las circunstancias,
hicieron que no llegara a la segunda parte, pero su amor a la poesía, sin
embargo, le llevó hasta la Poesía y como un apasionado autodidacta, se hizo y sembró de versos su vida.
Sirva este
pequeño ejemplo que pongo aquí: Con este cuarteto en serventesios de perfectos
endecasílabos,
Belleza y más belleza sin sonrisa.
Amor y más amor del que te hiere.
Color de luz opaca, fría brisa
De aquel que muere y muere, y nunca muere.
Así comienza su libro La torre de mis sueños., libro que me llegó acompañado de un excelente prólogo de Marcial García García, natural de Moratalla, maestro, historiador y un gran amante de la Cultura grecolatina, un hermoso prólogo en el que entre otras cosas que citaré más adelante, nos dice de Diego Gomez y de su poesía: “Hay que conocer a Diego Gómez- “Inculto Poeta – se rebautiza él- para poder llegar a vislumbrar el intrínsico valor de su recio y profundo vocabulario.”
Y en ese profundo vocabulario nos muestra sus miedos y su amor, un poeta existencial, un ser humano que se desnuda y nos ofrece, como nos dice Marcial García, en un muestrario de sentir humano: “el amor de la madre, la soledad, el silencio, el descubrimiento de la identidad, la impotencia, el hastío, la injusticia, la frustración, la consciencia de la caducidad…” Y en esa desnudez que nos trae el poeta, leyendo La torre de mis sueños, que vuelvo a releer ahora que he sabido de un homenaje a Diego Gómez a través de una noticia digital del Noroeste, vuelvo a comprobar que aun escribiendo con libertad métrica, en su fondo, y también en su forma Diego Gómez creaba su propio ritmo, su cadencia que es lo importante y necesario en poesía, el resto son normas que se pueden o no seguir, pero el ritmo, la cadencia musical es imprescindible para diferenciar la poesía de la prosa.
Aun así en muchas de sus composiciones se puede comprobar que Diego Gómez manejaba también la norma, como en el ejemplo que puse al principio con unos endecasílabos perfectos, pues igual lo hacía con el llamado verso menor, ese verso tradicional o popular que, nacido del pueblo y luego hizo que los grandes poetas ya desde el siglo XIII y XIV lo hicieran suyo empleándolo en sus poemas véase (o mejor léase) las coplas, de verso quebrado, a la muerte de su padre de Jorge Manrique, Diego emplea esta copla de pie quebrado en el poema “Redobla” y nos dice:
Te llamo a este pupitre
donde la gloria es poca
para hacer de tu tambor
una rosa.
O bien más adelante usaron la cuarteta Cervantes, Lope de Vega e igualmente en su primera y juvenil época Luis de Góngora que empleó el romancillo y estos y tantos y tantos, entonces y en adelante, nos fuimos apropiando del romance (anónimo hasta el siglo XIV) y de las diferentes estrofas tradicionales o populares; pero, en realidad todo esto surgió con la poesía oral y anónima, es decir surgió del pueblo. Diego Gómez fue, es, un poeta del pueblo y en sus poemas encontramos versos que son coplas como en el poema “El alhárabe se desborda” que comienza así:
La luna se asomó al río
Moratalla |
para jugar con el agua
y el agua se enamoró…
Se
despertaron al alba.
Y
también al tiempo que loa a Moratalla y
a sus tambores y tamboristas nos dice
con una copla con libertad de rima:
Satisfechos del pueblo.
Moratalla en sus sienes
Que redoblan sus calles
con las voces lejanas.
O
esta otra, aquí ajustándose a la cuartea en medida y rima con la que finaliza
el poema “Moratalla: Viernes Santo en la tarde”:
Moriré y en la tierra
seguiré estremeciendo
al sentir los redobles
que redobla mi pueblo.
Y
para concluir y estableciendo un
paralelismo de vida y poesía que no es otra cosa que lo que vivió y sintió este
poeta vayan estos cuatro versos del
poema Canto al ruiseñor:
¡Ay, cantor que estoy herido
con nudos en mi garganta,
mi corazón oprimido,
mis ojos llenos de lágrimas
Sirvan
estas palabras sobre Diego Gómez el
culto “inculto poeta” como bien señala Marcial en su prólogo, para
recordarle y para acabar yo quiero recordarle con una cuarteta, una copla que le escribo y que dice:
Si todo el pueblo quisiera
ser como tú, Diego Gómez
otro gallo cantaría
en los corrales, las torres.
Manuel López
Azorín
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