viernes, 18 de septiembre de 2015

Alberto Avila Morales: La muerte de Dios




Alberto Ávila Morales: La muerte de Dios



Alberto Ávila Morales ha publicado su segundo libro de poemas. La muerte de Dios (Ediciones Vitruvio. Madrid, 2015). Antes, este madrileño que es fotógrafo compositor y cantautor, había publicado un poemario titulado Para Isabel. Gritos de amor contra el Alzhéimer (Sial poesía, Madrid 2011). En abril, durante un acto poético que yo coordinaba, me trajo este segundo libro suyo.

La muerte de Dios se acompaña de un prólogo o introducción de Ana María Reyes Cano que nos dice: “Porque sólo partiendo de la existencia de Dios como concepto puede tener sentido hablar de su muerte”. (Con la metáfora de la “muerte de Dios” Nietzsche explicaba el proceso de desintegración de la cultura occidental que concentraba en la idea de Dios todo el valor de este mundo.),

Este poemario de Alberto Ávila Morales, escrito con sentido del humor e ironía viene a decirnos, entre otras cosas, lo que el filósofo alemán, más o menos: "que ningún gobernante es honesto y digno." Así nos dice el poeta en el poema que abre este libro: “El ser humano no es consciente / que humanamente resulta ser / un pequeño o gran saco de mierda” de lo que se deduce que más que teología, el poeta no filosofa sobre la existencia o no de Dios, nos encontramos con un libro de versos con temática social o si se quiere una visión de la vida y del ser humano. 

Un libro con autocitas a excepción de la primera, de Eduardo Galeano, que nos dice: “El mundo de hoy invita a ser indigno” y dados los tiempos que corren, tiempos en los que priman más los dioses de la tecnología y del dinero, el autor, con un lenguaje directo, propio a veces de letras de canción, por su musicalidad, por el modo de rimar con libertad absoluta, por su verso de corte tradicional… (aunque, también hay que decirlo, además de influencias de Miguel Hernández, Machado o de Lope de Vega, se perciben otras de clásicos grecolatinos, místicos como San Juan de la Cruz  y de poetas como Francisco de Quevedo), y juega  a burlarse de sí mismo para hacerlo de ser humano.  

Al ser humano, que continuamente anda buscando la inmortalidad, le preocupa la muerte y le asusta la nada de tal modo que anda siempre aferrándose a la creencia de un dios que le permita liberarse de preocupaciones y de  miedos con el sueño de otra vida tras la vida: “Nací, dicen, de un dios / por su querencia de un vientre dolorido; / y sin embargo ni siquiera /me puedo elevar por encima de una tapia;”


Una poesía, esta de Alberto Ávila Morales, con aparente conocimiento de la forma pero escrita con absoluta libertad, directa, con ironía y valiente, una poesía cercana para un libro que en cincuenta y dos poemas y diez ilustraciones de Ángela Arranz Vicario nos presenta en este mundo “que invita a ser indigno” su visión caleidoscópica de la vida, del ser humano desde la reflexión y desde el sentido del humor (aunque también nos incluye algunos poemas intimistas que son miradas hacia dentro de sí mismo; pero que, de alguna manera, pueden servir  al lector para sentirse identificado.)
Dos poemas: Caida: “Das un paso, y el siguiente, / pero no recuerdas / haber oído el ruido del anterior;”y Resurrección conforman el epílogo:

“En el crepúsculo de los dioses
racionalizando la espera,
se diluye la piel
en la aridez de ésta,
mientras el viento aventa las esporas
y el ocaso oscurece tus miradas.

Esperas ser luz,
pero la duda ofende tu razón;
esperas tu resurrección,
pero el tiempo se dilata;
los eones marcan tu paso, y
ya ni recuerdas el acuerdo,
y allá en la húmeda tierra,
tal vez, solo tal vez,
un brote de tu yo
renueve la raíz de ese árbol.

En fin, como se dice en la introducción, según palabras del psicoanalista y psicólogo social Erich Fromm:”Somos dueños de nuestra propia libertad pero también de su miedo” o como nos dice el autor de este La muerte de Dios: “ Y al fondo, sobre el proscenio, /  la presencia oscura / de un telón de soledad / y miedo.”
Y para finalizar esta cita del autor “No hemos sabido ser dioses, por eso acabamos siendo sombras”
Él ha muerto,
yo lo he matado con mi indiferencia,
con la luz de mi ilustrada ciencia.

Tú lo mataste 
con tu búsqueda inaudita
de esa infinita nada que nos amenaza.

Jugamos la baza  
y ganamos.

Ellos lo mataron 
con la lectura de un saber impreso
que aún en prosa o en verso,
les narraba las delicias
de una libertad absoluta.
¿Qué importaba si vivían en palacios
o andaban en grutas?

Lo importante era saber,
no intuir;
importaba gozar,
no vivir.

Y en este fragmento de uno de los poemas, pienso, nos muestra tanto el pensamiento como el sentimiento este fotógrafo, compositor, cantautor y poeta que es Alberto Ávila Morales.
                                                            Manuel L.Azorín





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