Alberto Ávila Morales: La muerte de Dios
Alberto Ávila Morales ha publicado su segundo libro de poemas. La
muerte de Dios (Ediciones Vitruvio. Madrid, 2015). Antes, este
madrileño que es fotógrafo compositor y cantautor, había publicado un poemario titulado
Para Isabel. Gritos de amor contra el Alzhéimer (Sial poesía, Madrid 2011). En abril,
durante un acto poético que yo coordinaba, me trajo este segundo libro suyo.
La muerte de Dios se acompaña de un prólogo o introducción de Ana
María Reyes Cano que nos dice: “Porque sólo partiendo de la existencia
de Dios como concepto puede tener sentido hablar de su muerte”. (Con
la metáfora de la “muerte de Dios” Nietzsche explicaba el proceso de
desintegración de la cultura occidental que concentraba en la idea de Dios todo
el valor de este mundo.),
Este poemario de Alberto Ávila Morales, escrito con
sentido del humor e ironía viene a decirnos, entre otras cosas, lo que el
filósofo alemán, más o menos: "que ningún gobernante es honesto y digno." Así nos
dice el poeta en el poema que abre este libro: “El ser humano no es consciente
/ que humanamente resulta ser / un pequeño o gran saco de mierda” de lo que se
deduce que más que teología, el poeta no filosofa sobre la existencia o no de
Dios, nos encontramos con un libro de versos con temática social o si se quiere
una visión de la vida y del ser humano.
Un libro con autocitas a excepción de
la primera, de Eduardo Galeano, que nos dice: “El mundo de hoy invita a ser
indigno” y dados los tiempos que corren, tiempos en los que priman más los
dioses de la tecnología y del dinero, el autor, con un lenguaje directo, propio
a veces de letras de canción, por su musicalidad, por el modo de rimar con
libertad absoluta, por su verso de corte tradicional… (aunque, también hay que
decirlo, además de influencias de Miguel Hernández, Machado o de Lope de Vega,
se perciben otras de clásicos grecolatinos, místicos como San Juan de la
Cruz y de poetas como Francisco de
Quevedo), y juega a burlarse de sí mismo
para hacerlo de ser humano.
Al ser humano, que continuamente anda buscando la
inmortalidad, le preocupa la muerte y le asusta la nada de tal modo que anda
siempre aferrándose a la creencia de un dios que le permita liberarse de
preocupaciones y de miedos con el sueño
de otra vida tras la vida: “Nací, dicen, de un dios / por su querencia de un
vientre dolorido; / y sin embargo ni siquiera /me puedo elevar por encima de
una tapia;”
Una poesía, esta de Alberto Ávila Morales, con
aparente conocimiento de la forma pero escrita con absoluta libertad, directa,
con ironía y valiente, una poesía cercana para un libro que en cincuenta y dos
poemas y diez ilustraciones de Ángela Arranz Vicario nos presenta
en este mundo “que invita a ser indigno” su visión caleidoscópica de la vida,
del ser humano desde la reflexión y desde el sentido del humor (aunque también
nos incluye algunos poemas intimistas que son miradas hacia dentro de sí mismo;
pero que, de alguna manera, pueden servir
al lector para sentirse identificado.)
Dos poemas: Caida:
“Das un paso, y el siguiente, / pero no recuerdas / haber oído el ruido del
anterior;”y Resurrección conforman el
epílogo:
“En
el crepúsculo de los dioses
racionalizando
la espera,
se
diluye la piel
en
la aridez de ésta,
mientras
el viento aventa las esporas
y
el ocaso oscurece tus miradas.
Esperas
ser luz,
pero
la duda ofende tu razón;
esperas
tu resurrección,
pero
el tiempo se dilata;
los
eones marcan tu paso, y
ya
ni recuerdas el acuerdo,
y
allá en la húmeda tierra,
tal
vez, solo tal vez,
un
brote de tu yo
renueve
la raíz de ese árbol.
En fin, como se dice en la introducción, según
palabras del psicoanalista y psicólogo social Erich Fromm:”Somos dueños
de nuestra propia libertad pero también de su miedo” o como nos dice el autor
de este La muerte de Dios: “ Y al fondo, sobre el proscenio, / la presencia oscura / de un telón de soledad
/ y miedo.”
Y para finalizar esta cita del autor “No hemos
sabido ser dioses, por eso acabamos siendo sombras”
Él
ha muerto,
yo
lo he matado con mi indiferencia,
con
la luz de mi ilustrada ciencia.
Tú
lo mataste
con
tu búsqueda inaudita
de
esa infinita nada que nos amenaza.
Jugamos
la baza
y
ganamos.
Ellos
lo mataron
con
la lectura de un saber impreso
que
aún en prosa o en verso,
les
narraba las delicias
de
una libertad absoluta.
¿Qué
importaba si vivían en palacios
o
andaban en grutas?
Lo
importante era saber,
no
intuir;
importaba
gozar,
no
vivir.
Y en este fragmento de uno de los poemas, pienso,
nos muestra tanto el pensamiento como el sentimiento este fotógrafo,
compositor, cantautor y poeta que es Alberto
Ávila Morales.
Manuel L.Azorín
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