Fotografía:
Emilio Ruiz Parra, tras su lectura en
Tertulias de Autor de
Helicón, y Manuel López Azorín (1995)
Emilio Ruiz Parra a sus casi 79 años, los cumple el mes próximo, anda enfrascado en dilucidar, dentro de las varias propuestas que le han hecho, con cual de ellas se queda para reunir toda su obra poética, que por otra parte no es muy extensa, se limita a cuatro o cinco libros y a algunos poemas inéditos o no incluidos.
Hace unos años ya me confesaba
Emilio que le gustaría hacer una recopilación de sus poemas en un sólo volumen; pero claro, no para que se quedaran acumulando polvo en cualquier estantería de cualquier almacén de cualquier Entidad, Organismo, etc. etc. sino para que la releyeran los amigos, los conocidos y algún que otro lector (Que haber, los hay).
A mí, por la amistad que nos une, me alegraría mucho ver su obra poética reunida en un sólo volumen. Me alegraría por él y porque, por otra parte, siempre es interesante tener la obra de un autor en un sólo libro. Y si es con algún estudio crítico sobre ésta como medida introductoria a su poesía, a su poética, mejor que mejor. Entiendo que lo que damos en llamar
Obra, cuando el posible lector quiere acometer su lectura y se encuentra con unas claves que le despejan, si hay que despejar, el camino, posiblemente le resulte más atractiva iniciar esta senda que conduce a los poemas del autor.
Emilio Ruiz Parra, manchego de Valdepeñas y residente en Andalucía durante casi veinte años, primero en Jaén y luego en Córdoba,ha tenido siempre dos cosas muy presentes: que es valdepeñero por obra y gracia de su nacimiento y que nació a la poesía a la edad de diecisiete años, de la mano de otro valdepeñero ilustre, el poeta
Juan Alcaide.
Cuando conocí a
Emilio Ruiz Parra, hace ya casi veinte años,me pregunté al saber de su oficio: ¿Qué hace un inspector de finanzas, en el mundo de la poesía? Un mundo tan, pienso yo, alejado del "Poderoso caballero" quevediano (¿O no?). Supe tratando con él que su pasión era y es la poesía y su obligación, para con los suyos y su sustento, el ganarse la vida.
Emilio salió de Valdepeñas en 1950 rumbo a Jaén. Antes, en 1947,se publican sus primeros textos.Entre los años 1951 y 1953, colaboró con artículos cuentos y poemas. En Jaén fundo y dirigió la revista
Aljaba (Revista donde colaboraon con sus poemas muy importantes poeta y que al inicio de este siglo XXI (2002) y tras cumplirse los 50 años de su nacimiento a sido reeditada, con todos sus números, en edicion facsímil.También la revista fue objeto de una tesis doctoral.
Tras vivir en Jaén, fijó su residencia en Córdoba. Funda en ella otra revista que también dirige:
Revista del Mediodía. Durante esta etapa
Emilio Ruiz Parra se licencia en Derecho, se casa con
Franca Figueroa (mujer que merece capítulo para ella sola) y publica el poemario titulado
Cabo de buena esperanza. En los años 70 fijó su residencia en Madrid y ahí continua.
Emilio no ha escrito profusamente sino que ha ido haciendo versos del mismo modo que se hacen las espigas de su tierra: grano a grano, lentamente hasta madurar para terminar siendo el pan de aquellos que se aproximen a las espigas de sus versos. Versos de actitud vital aun con poemas de un cierto desasosiego tal vez por la fugacidad con que se esfuma el tiempo.
Se ha dicho de
Emilio Ruiz Parra que es un poeta
tradicionalista y se ha dicho en el sentido del poeta amigo de lo clásico y poco amigo de innovaciones. Pero yo aconsejo leer lo que sobre
Emilio Ruiz Parra escribió otro poeta y joven filólogo,
Pedro A. González Moreno, en un ensayo titulado
Aproximación a la poesía manchega. Libro que fue publicado en la
Biblioteca de Autores Manchegos en Ciudad Real en 1988. Dice
Pedro A. González Moreno:
Emilio Ruiz Parra es un poeta cuyo tradicionalismo, pese a ser incluido dentro de este apartado,podría ser puesto francamente en duda.(...) Su atracción por la estrofa clásica no es relevante, pues apenas cultiva algún romance aislado, algún soneto esporádico, alguna silva arromanzada. Su diseño del verso es ciertamente peculiar ya que no lo somete a inflexibles esquemas rítmicos, aunque denota una marcada predilección por los poemas de metro corto. Y acusa una tendencia tenaz al empleo de la rima (...) asonantada casi siempre. (Si quieren saber más sobre este autor, lean este interesante estudio de
Pedro A. González Moreno sobre poetas manchegos donde podrán encontrar, entre otros,a
Ángel Crespo,Sagrario Torres, Félix Grande, Eladio Cabañero, José Corredor Matheos, Nicolás del Hierro, Miguel Galanes...)
Una rima que merece un estudio detenido, según nos cuenta más adelante, pues no es rima convencional y carece de regularidad aunque esta irregularidad no es caprichosa sino provocada a propósito. Es, dice
Pedro,
una rima circunstancial que libera al poema de la mecánica reiteración de la rima fija,, dotándolo de una mayor libertad sin llegar a desvirtuarlo musicalmente. Totalmente de acuerdo con
Pedro A. González Moreno. Una rima que produce inarmonías, vacíos sonoros en algunas zonas del poema (
Emilio lo elabora así, conscientemente) y lo hace, en muchas ocasiones acompañándolo de rima aguda. Nos dice también
Pedro que, en ocasiones el ritmo en la poesía de
Ruiz Parra podría
considerarse inarmónico
pues incluso los de medida fija presentan violentos encabalgamientos que convierten la secuencia rítmica en una especie de quebradaCuando yo traje a
Emilio a
Tertulias de autor para que leyera sus poemas, lo hice precisamente, por esa disonancia rítmica, por ese
tradicionalismo nada tradicional en muchos aspectos y, en definitiva, para que el público pudiera comprobar otro modo de ritmo diferente al establecido en la poesía clásica o tradicional. Entonces me preguntaba y ahora me pregunto: esa
rareza intencionada, a propósito en la poesía de
Emilio Ruiz Parra ¿No es la que se viene señalando en muchos jóvenes poetas? ¿No será que buscan, como
Emilio, otro ritmo rompiendo los esquemas del ritmo tradicional? ¿No será, en fin una forma de intento innovador por parte de los jóvenes y que Emilio lleva practicando desde los años sesenta? Son preguntas que dejo al aire para reflexionar sobre todo ésto.
En
Cabo de buena esperanza(Publicado en
Adonais en 1965)
Emilio mira metafóricamente, desde sus treinta años,tanto lo cercano en el tiempo como lo pasado así como el posible devenir. Un libro que es la imagen de su propio existir y en él, la esperanza como aliento, el desasosiego de lo fugaz y el temor de futuras tempestades.
En
Carnaval(Zaragoza 1973) nos ofrece una visión acre de la fealdad del ser humano donde las máscaras dan paso a otras mascaras horribles en el interior del hombre.
Crónica de un tiempo de bonanza(Diputación de Córdoba 1993) trata sobre una etapa feliz vivida en Córdoba con los suyos. El poeta mira aquel tiempo recuerda el antes y escribe:
No es glosa mi verso / es crónica del vivir y en este vivir donde Emilio se dice "Cronista de sí mismo" se suceden el yo y el nosotros, alrededor y a través del tiempo.
Crónica helena, continua siendo la crónica de sí mismo a lo largo de un viaje a Grecia; pero aquí, como le sucedió en su juventud por un tiempo, con cierto toque de postismo. Algo de humor y una pizca de ironía (los dioses griegos de fondo) en un
ejercicio de libertad para tratar de afianzarse , no ya sólo en la página, sino en el diario vivir.
Me gustaría que
Emilio se decidiera ya por alguna opción de las que le proponen y diese, por fin, su obra a la imprenta para tenerla toda en ese volumen del que me hablaba hace unos años y me gustaría porque, además de ser ya libros descatalogados, Emilio es un buen amigo, un versificador-cronista de sí mismo, con preocupaciones existenciales que da testimonio de su vivir, de su pasar,con vitalismo no exento de una cierta melancolía en ocasiones y casi siempre, con el deseo de la esperanza. Como aquel poema
La esperanza que yo le escribí en un tiempo en el que ambos andábamos llenos de temor y escasos de ella por razones que no voy a contar aquí."Cuelgo" pues este poema para
Emilio Ruiz Parra (Y confieso que para mí también) y espero que pronto se decida y me lo cuente.
LA ESPERANZAPara
Emilio Ruiz ParraQuerido amigo: digo
que la esperanza es luz -a buen seguro-
que salva al hombre del apuro
de sentirse angustiado.
A veces es más fácil el lamento
que aferrarse al segmento
que -mínimo de luz- se nos ofrece.
Así, la angustia crece
y, crecida, no alcanza
a elevarse a la luz de la esperanza.
si envuelto en tanta sombra
y en tanta oscuridad y en tanto velo
no se encuentra la luz que inicie el vuelo
para subir tan alto...
hay que buscar el hilo de confianza,
mínima luz que alcanza
la salida del lado más oscuro.
Hay que volar ¡Seguro!
para salir del trance,
para darle a la caza, al fin, alcance.
Del libro:
Azul de los afectos
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