MEMORIA POÉTICA: II.- Conjuros y Alianza y condena
El primer libro que leí de Claudio Rodríguez fue Conjuros (1958) Fue en 1966 y poemas como A mi ropa tendida, Alto jornal, La contrata de los mozos, Con media azumbre de vino, El baile de las Águedas o Pinar amanecido, entre algunos más, y ahora que lo releo de nuevo, cuántas veces ya, en esta edición de Luis García Jambrina me detengo en estas palabras de su introducción: aquellas palabras de Conjuros que se refieren a elementos reales, particulares o concretos, gracias al peculiar uso que del lenguaje hace Claudio Rodríguez, adquieren ,al mismo tiempo, un significado esencial, universal y trascendente.
Puedo asegurar que, entonces, me gustó la poesía de Claudio (quién iba a pensar que años más tarde conocerlo y contar con su amistad sería algo tan importante, tan valioso para mí) me tocó los sentidos y, aunque era asiduo lector de poesía confieso que mi ignorancia era total sobre ella. Me gustaba, me emocionaba, como me gustó y me emocionó, sin saber muy bien el porqué aquel Cántico de San Juan de la Cruz que me regalo el doctor Almendral (médico de mi madre) cuando yo contaba trece años cumplidos. Entonces no entendí aquellos poemas del fraile carmelita, como posiblemente no llegué a entender luego los de Claudio en su plano de alegorización como dice García Jambrina; pero lo cierto es que se quedaron en mí, unos y otros y en las diferentes edades, por su ritmo, su música, su naturalidad, sus palabras, en definitiva, que me sonaban y me contaban mucho más de lo que yo podía comprender.
Claudio en Desde mis poemas, la edición que el mismo preparó de sus cuatro primeros libros (La primera edición de Desde mis poemas en Cátedra, fue en 1984 y en 19,uno de los días que quedamos para vernos, recuerdo que lo llevé para hablar con él del poema Alto jornal, lo hicimos, me aclaró algunas dudas y cuando nos despedimos me dedicó el libro: A Manuel López Azorín, con mi amistad y mi compañía en la poesía), nos dice sobre Conjuros: Sucesos políticos y familiares me influyeron de manera muy herida, aún no cicatrizada:(…) Pobre de aquél que vea / que lo que une es la defensa, el miedo.
El cepo de la sociedad, o la desbandada de tantas personas, y la insurrección importante del hombre, se alían, con la situación personal, , en una valoración general. Y, sobre todo, sentimental. Todo lo contrario de lo que dice Hegel "el hombre, en su Naturaleza íntima, deviene él mismo obra de arte". Palabra humana la de Claudio Rodríguez en Conjuros, hospitalaria, sin rencor, sin envidia, sin crítica, palabra auténtica, solidaria y de salvación. Conjuros es pues un libro donde la solidaridad humana está, de principio a fin, presente. En este segundo libro algunos poemas adquieren más calma, un tono más meditativo. Él lo decía mejor que yo: se encalma y no se modifica mi anterior poesía porque en ella continúa lo exclamativo, lo admirativo…. ¿Por qué Claudio? Preguntaba yo y él respondía siempre lo mismo: No lo sé, pero la respuesta está en la objetividad y la subjetividad de mi poesía y de mi vida. En mí siempre existe, en mi poesía, una tensión entre objetividad y subjetividad. En las posibilidades e incertidumbres o certezas o salvación humanas… y te remito a mi poema Ajeno, ya sabes, de Alianza y condena:
Largo se le hace el día a quien no ama/y él lo sabe. Y él oye ese tañido/
corto y duro del cuerpo, su cascada / canción, siempre sonando a lejanía./
Cierra su puerta y queda bien cerrada, / sale y, por un momento, sus rodillas / se le van hacia el suelo. Pero el alba,/ con peligrosa generosidad,/ le refresca y le yergue. Está muy clara / su calle, y la pasea con pie oscuro,/ y cojea enseguida porque anda / sólo con su fatiga. Y dice aire: / palabras muertas con su boca viva. / Prisionero por no querer, abraza/ su propia soledad. Y está seguro,/ más seguro que nadie porque nada / poseerá; y él bien sabe que nunca / vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,/ ¿Cómo podemos conocer o cómo / perdonar? Día largo y aún más larga / la noche. Mentirá al sacar la llave./Entrará. Y nunca habitará su casa. La dimensión social, en su poesía, de preocupación por el hombre es permanente aunque en unos libros aflore más que en otros, social y ética.
Era un poeta, un hombre bueno, una persona inocente, (que no quiere decir tonta como estamos acostumbrados a entender) un poco niño siempre, un niño grande que nunca perdió su capacidad de imaginación, ni dejó de contemplar las cosas, los hechos, desde esa inocencia de la infancia (tal vez porque al tener que asumir responsabilidades con catorce años, niño aún, debido a la muerte del padre, aquella infancia adolescente que abandonó de golpe, se quedó interiorizada, guardada en él para vivirla y recordarla siempre)
Alianza y condena es un gran libro de Claudio Rodríguez. Un libro que me resultó un hallazgo poético. Busca en él Claudio, a través de la palabra, la salvación, me parece a mí Sus palabras ayudan a superar el dolor y tantas cosas como la pérdida de valores, el pesimismo...Son poemas que expresan perfectamente el desengaño frente a la mentira, son poemas que nos muestran la enorme belleza de las cosas que consideramos sin importancia,las cotidianas. Un magnífico libro, un regalo siempre, un hermoso regalo para los lectores que Claudio meditó mucho y bien (él, en poesía, no era nada espontáneo, por eso tardaba tanto en publicar. Claudio solía decir que cada poema, cada libro suyo era una aventura controlada
Su voz entera, clara, limpia, su voz optimista, alumbradora surgía del caminar, de la contemplación, la observación, la interiorización de las cosas concretas, objetivas, naturales, sencillas, su voz nos ofrece la mejor fusión entre la forma y el fondo, entre la ética y la estética, la voz de Claudio Rodríguez no pierde con los años, no se desfasa, porque su voz, sus poemas, sus libros, conserva la frescura de lo que no marchita el tiempo,
Su voz está repleta de imaginación y de realidad. Poeta que creyó que ésta, la poesía, es revelación. Claudio Rodríguez fue un grandísimo poeta con la inocencia de los justos y la claridad de los tocados por la iluminación, un inmenso poeta tocado también por el amor y la intuición, una intuición que le permitió, en su caminar, contemplar la realidad y saber que esa realidad iba mucho más lejos de lo que nosotros somos capaces de ver, de mirar, (tienes que aprender a mirar siempre, me decía) de conocer.
ESPUMA
Miro la espuma, su delicadeza
que es tan distinta a la de la ceniza.
Como quien mira una sonrisa, aquella
por la que da su vida y le es fatiga
y amparo, miro ahora la modesta
espuma. Es el momento bronco y bello
del uso, el roce, el acto de la entrega
creándola. El dolor encarcelado
del mar, se salva en fibra tan ligera;
bajo la quilla, frente al dique, donde
existe amor surcado, como en tierra
la flor, nace la espuma. Y es en ella
donde rompe la muerte, en su madeja
donde el mar cobra ser, como en la cima
de su pasión el hombre es hombre, fuera
de otros negocios: en su leche viva.
A este pretil, brocal de la materia
que es manantial, no desembocadura,
me asomo ahora, cuando la marea
sube, y allí naufrago, allí me ahogo,
muy silenciosamente, con entera
aceptación, ileso, renovado
en las espumas imperecederas.
Claudio Rodríguez
Del libro Alianza y condena
3 comentarios:
Wuau!!! Espectacular post.
Mi más sincero agradecimiento.
Hola, de paso te encontré, te leo y tu pluma deja huellas de sangre en la arena donde escribes estos versos tan desoladores pero bellos, me gusto tu blog y tu estilo.
Saludos
Me he pasado con ganas de leer, y me voy satisfecha y "aprehendida" de lo que nos has compartido.
Un abrazo y buena semana
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