Memoria poética (III)
Rafael Montesinos: Sevilla, Madrid, Sevilla
He vivido cuatro días: / tres no fueron sevillanos. / Llevadme a la tierra mía.
Desde que salió de Sevilla para vivir en Madrid Rafael Montesinos nunca dejó de pensar, de sentir su tierra y, con su tierra, el recuerdo de su infancia. Otra soleá suya nos dice: Haz caso a lo que te digo, / que nunca le he puesto letra / a copla que no he vivido. Y es cierto. Rafael vivió cuatro largos días que sumaron 85 años. Uno de esos días lo vivió en Sevilla (hasta los veinte años), los otros tres días, que no fueron sevillanos, lo vivió en Madrid, 65 años.
Marisa, Rafael y yo hablábamos de todo esto. De sus primeros años en Madrid, de sus primeros libros, de aquellos tiempos de poesía de valores tradicionales primero y más existencial, más realista después.
Este gran poeta que fue (que es) Rafael Montesinos no fue miembro de la “generación” del 36 (él publicó su primer libro en 1942: Resurrección, libro que más tarde repudió) ni sólo Garcilasista, como se ha dicho, por más que participara, como tantos, en aquella revista de los primeros años cuarenta ya que, como tantos otros, también escribió en las revistas Espadaña, Halcón, Proel, Ínsula....
Hay que recordar que Montesinos, como bien ha dicho Carmelo Guillén Acosta, en la Antología poética sobre este poeta, que preparó en Adonais en 2003, junto a Jose María Delgado, “manifiesta entonces una noción profunda de intensa espiritualidad, vinculada a los límites de las experiencias diarias como proyección del yo”. Y, también, decir que en su antología La verdad y otras dudas y en algunos fragmentos de su libro de prosa Los años irreparables, muestra, Rafael, una poesía de preocupación social y en una u otra poesía (la poesía es Una y diversa) vemos a un Rafael Montesinos con brillantez expresiva, reflexivo y preocupado por el hombre, en fin , un poeta de agudeza verbal que ya con melancolía, ya con reflexiva esencialidad, se nos muestra a gran altura como creador y, con un especial salero sevillano, como director de directores tertulias con sus martes de la poesía o dicho de otro modo, con la Tertulia Literaria Hispanoamericana, conocida por todos como la Tertulia de Rafael Montesinos. Martes a martes siempre repleta de poetas y amigos de la poesía.
(Foto Salón de la Tertulia, en Reyes Católicos nº 4. público. En primera fila: Franca Figueroa, Marisa Calvo, Rafael Morales, Antonio Porteta y Emilio Ruiz Parra)
Hablábamos de las tertulias literarias dirigidas por él y a las que, con frecuencia, había asistido el poeta Gerardo Diego. Conocerle, ya saben, es hablar de todo esto… Y de Marisa Calvo: Pero te tengo a ti, mujer, ahora, / paisana de mi pena y mi alegría, / alma que de mi alma se enamora.
Hasta ellas (las tertulias) – solía decirme Rafael – me trajo Gerardo la primavera cargada de esperanza y con nombre propio: Marisa.
Y es que el inventor de la llamada generación del 27 con aquella antología, de 1932, le presento a quien luego sería su esposa, una jovencísima, casi niña, Marisa Calvo de quien el poeta sevillano se quedó prendado para siempre y nos dejó versos como éstos: saltándome la edad, la seriedad, el orden, / he venido hasta ti, niña mía de siempre, / sólo para decirte: – buenos días amor, / es nuestra la mañana.
Foto cedida por Marisa Calvo: Rafael y Marisa en Dinamarca
Cuando llega a Madrid y conoce a Manuel Machado, éste le prologa su libro, Balada de amor primero en 1944. A este le siguen El libro de las cosas perdidas (1946) y el mismo año, Canciones perversas para una niña tonta. Dos años después, Rafael Montesinos, el poeta que sugirió el nombre de Adonais para esta Colección de poesía a quien fue el directorde esta colección, José Luis Cano, hasta mediados los años sesenta en que tomara el relevo el poeta Luis Jiménez Martos. En esta Colección Adonais de la Editorial Rialp, publicó Rafael, en 1948, su libro Las incredulidades.
Desde Canciones perversas para una niña tonta (1946) el amor formó parte de su poesía: De tanto como en ti pienso, / tú eres ya toda mi alma / y yo soy sólo mi cuerpo. / me estoy muriendo y no tengo / un sitio en tu corazón / adonde caerme muerto. El poeta le canta a su antiguo amor, un amor de adolescencia y descubrimiento, desde Madrid: Lejos de Sevilla/ me quedé a morir, / lejos de la torre / que ha crecido allí, / lejos de tu nombre, / (ay, quien lo diría), ángel de mi ausencia,/ dulce compañía.
Cuando conoció a Marisa Calvo. (Fue en 1953, Rafael contaba 32 años y Marisa, una adolescente, acompañada por Gerardo Diego asistió a la Tertulia Literaria Hispanoamericana. Tertulia que, desde 1954, comenzó a dirigir (antes, desde su inico en 1952 fue, de la Tertulia, asesor literario junto a José Manuel Caballero Bonald) y la dirigió luego hasta su fallecimiento el 4 de marzo de 2005 en Madrid.) Marisa fue, además de dibujar la cicuta como símbolo de la Tertulia, el motor de su poesía de amor a partir de País de la esperanza (1949-1955) Pero te tengo a ti, mujer, ahora, / paisana de mi pena y mi alegría / alma que de mi alma se enamora.
Foto cedida por Marisa Calvo: Boda de Rafael y Marisa
El año que publica este País de la esperanza se casan. Desde aquel 27 de junio de 1955 ya no se separaron. Se querían. Lo sé, se notaba. En su casa y en público he podido comprobarlo siempre. Gerardo le trajo la primavera, como solía decir Rafael de Marisa y la primavera se quedó junto a él, tan junto a él, que le rejuveneció de tal modo que su edad parecía indeterminada. Cuántas bromas suscitaba esa cara de niño bueno y pícaro, cuando nos reuníamos.
No fue Rafael Montesinos un poeta de muchos Premios pero si importantes ya que en 1954 le concedieron el Premio Ateneo, en 1957, el Premio Ciudad de Sevilla, en 1958 el Premio Nacional de Literatura (poesía) por el libro El tiempo en nuestros brazos, en 1979 el Premio Fastenrath de la Real Academia y en 1989 fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía. Llegar al Guadalquivir por el paseo de Colón y a la entrada del puente de Triana, es encontrarse, también, con unos recoletos jardines, junto al río, llamados Jardines de Rafael Montesinos.
A lo largo de su trayectoria poética y al margen de los libros ya mencionados y de varias antologías y reediciones, publicó los siguientes poemarios: La verdad y otras dudas (1967). Cancionerillo de tipo tradicional (1971). Último cuerpo de campanas (1980). De la niebla y sus nombres (1985). Con la pena cabal de la alegría (1996) y la edición póstuma del libro acabado que al principio tenía otro posible título (La libertad de la duda), pero que luego definitivamente, ya en el año 2000, tituló: La vanidad de la ceniza (Ediciones Vitruvio, 2005)
Os dejo aquí uno de los poemas pertenecientes a este libro último, poema que, junto a otros de este libro, me dio Rafael Montesinos a finales de 1999, entonces inéditos, porque preparaba yo, por entonces, un monográfico sobre el para publicar en la revista Poesía en la diana. Pero esta es otra historia que contaré en otra entrada.
APÓCRIFO SEVILLANO
A una sombra con mi nombre
Sangre paterna mía tu llevabas
sin que constara en acta de bautismo,
o en felicitaciones y regalos
por santos o por reyes.
Tan sólo eras mi hermano
en amargos reproches
que nuestro padre soportaba
sin decir ni hijo
tras las dolientes puertas entreabiertas
de la niñez lejana.
Hoy, con aquellas puertas
definitivamente ya cerradas,
te estrecho entre mis brazos, pura sombra,
entre las sombras que también se fueron
tras la entreabierta puerta de la muerte.
Rafael Montesinos.
Del libro: La vanidad de la ceniza.
Anatomía de una queja.,.
Hace 7 años
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