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Luis Alberto de Cuenca (
Fco Javier Arcenillas)
Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950), en su última entrega poética
El reino blanco (Visor, 2010), reúne noventa poemas escritos entre los años 2006 y 2009 en la nueva Colección de
Visor titulada
Palabra de Honor, dirigida por el poeta
Luis García Montero y el editor
Jesús García Sanchez que es, sencillamente, de lujo y donde ya han sido editados, entre otros, los poetas
Juan Gelman y
Ángel González.
Cuatro años ha pasado ya desde la publicación de su anterior libro
La vida en llamas que fue
Premio Ciudad de Melilla 2005 y ahora llega con un poemario lleno de formas y de músicas: endecasílabos blancos y / o libres, haikus, sonetos, seguidillas… como continente arquitectónico y, como decoración de contenido, la hímnica, el canto a la vida, el humor y el erotismos que es la pornografía de los ricos, –según
Luis Alberto– y, todo ello, repleto de buena lírica, sabia poesía que va desde la cultura a la Cultura, pasando por el cine, el comic, el vampirismo, la novela negra, sus fetiches personales,Virgilio…
Se inicia este libro con una nota del autor en la que nos dice:
El título de este libro me lo regaló Marcel Schwob. Y está dedicado a
Alicia. En él
Luis Alberto de Cuenca, poeta poliédrico y ya un clásico contemporáneo, continúa mostrándonos, con su personal estética, la manera de combinar lo intelectual, lo cultural, con lo cotidiano…
La poesía – dice
Luis Alberto – tiene algo de necesidad y de obligatoriedad. Y él, pienso yo, necesita la poesía para desdramatizar la vida y siente la obligación de escribirla, de enmascararla, de aderezarla, con humor, sexo, alegría y música, Música en unos versos donde el dominio de la métrica, el alejandrino, el endecasílabo del soneto y de otras estrofas como los pareados del poema
Buscando el yo perdido (página 149), o los heptasílabos y pentasílabos de la seguidilla o el haiku, y en composiciones más libres, suena siempre con el compás, con la cadencia, que precisa la armonía.
Cuando publicó su primer libro
Los retratos (1971), contaba 20 años y era novel en el mundo de la lírica. Su formación como filólogo clásico ha hecho que conozca, y le guste, la poesía griega y latina. Pero aún hoy, continúa diciendo que no es un poeta “profesional” aunque tampoco pude presumir de poeta autodidacto. (De autodidacto podría presumir yo– que no lo hago, ya me gustaría a mí ser tan erudito como él– porque inicié Derecho y me torcí para la poesía sin llegar a hacer nada) Pero es de
Luis Alberto de Cuenca y de su poesía de quien quiero escribir, no de mí, escribir de este profesor del C.S.I.C que fue
Secretario de Estado y antes Director de la
Biblioteca Nacional y antes, como ahora, profesor del C.S.I.C. Pero antes que todo fue y es poeta de su tiempo.
Luis Alberto de Cuenca ha dicho:
Tengo un cúmulo de influencias enorme y Aprendí a escribir versos leyendo a Juan Ramón Jiménez, además de declarar que
Pere Gimferrer es uno de sus maestros. Las influencias o fuentes en las que bebemos los poetas son esencialmente importantes pues ¿Cómo se puede ir al verso sin haber bebido de las aguas que nos han precedido?
Este gran admirador de
Shakespeare, parece fijarse, más que en sus grandes y extraordinarias tragedias, en sus comedias y, tal vez, en personajes como
John Falstaff, que viven y se beben la vida a largos tragos de humor, de alegría y de placer y, también, de derrota.
Y es que desde que publicara en 1985 su ya famosa
La caja de plata (
Premio Nacional de la Crítica) este filólogo enamorado de la poesía grecolatina, optó, y en
El reino blanco persiste en ello, por una poesía de claridad, hímnica y desenfadada, donde la tristeza se vela para poder colocar, por ejemplo, al mítico
Ulises en una fiesta actual con
Naussica y que todo sea, o al menos casi todo, porque en todo himno siempre hay algo de elegía y viceversa, un canto a la vida.
Dice
Luis Alberto en el poema,
Elogio de la poesía (Sección
Homenajes, página 130):
Y esas voces fundaban un jardín de palabras / hermosas en el centro del desierto silente / del mundo, una floresta de color y belleza / que, como un cáncer, iba destruyendo, implacable, / el bosque sin memoria de nuestra soledad, / haciéndonos mejores, más libres y más sabios. Este poeta que maneja a la perfección la ironía, el humor y que desdramatiza lo que de dramático tiene la vida piensa que la poesía debe de ser
una fiesta alegre / y comunicativa donde quepamos todos.
El libro lo presentó
Luis Alberto de Cuenca, que es ya un autor de referencia para muchos lectores, en septiembre de este año en la mítica
Residencia de Estudiantes.
La primera sección de
El reino blanco se titula
Sueños y de manera onírica nos introduce el autor con unos pocos poemas, en una especie de lugar, no de este mundo, de desasosegada atmósfera. La sección
Hojas de otoño nos muestra un sol poniente donde se desnuda el pensamiento y el alma. El lugar en el que somos:
Una esquina doblada en cualquier hoja / de un libro con las páginas en blanco. El camino de la imaginación donde mueren los cisnes, el de las pérdidas, de la desorientación y el deseo de permanecer en el vacío de la última frontera.
Porque
Luis Alberto sabe y nos dice:
ya sabemos que todo en la vida es derrota, pero una derrota que vive buscando la batalla de la victoria segundo tras segundo de la vida, sin esa triste resignación de
La maltratada (página 45) donde el poeta nos cuenta la inútil locura de dejar de ser por amor:
Me quedo / acurrucada en un rincón del dormitorio, / esperando que vuelvas y sigas arrasando / con gestos de desprecio, con golpes y con gritos, / aquel campo de amor que cultivamos juntos. Y también, ese sueño de eternidad donde vive el perfume de las flores. Otra sección más
Puertas y paisajes nos muestra una serie de puertas desde las que nos hace ver el mundo ardiente de un poeta irónico que contempla y juega con seriedad con los diferentes mundos que pueblan la vida y los sentidos.
Tras estas tres secciones nos ofrece
Quince Haikus asonantados y cinco seguidillas fetichistas. Haikus de mirada, de observación, de contemplación para percibir la otra realidad. Hay haikus orientales,
Dame tu magia, / la alfombra voladora / de tus palabras. De amor,
Me lo dijeron / con la voz de tus ojos / el mar y el viento. De tiempo detenido (amor y tiempo),
Reloj de arena. / Me subo a tu cintura / y el tiempo cesa. De duda,
Dime, tú, estrella, / si tu cielo es un premio / o una condena.
Y unas deliciosas seguidillas donde el autor juega con sus fetiches con un lenguaje de siempre y nuevo mucho buen humor y un
Renovarse o morir como final de juego laureado, de ágora abierta al mundo, de salida a hombros:
¿De qué armario de diosa / mesopotámica / sale tu lencería / de seda grana? /// –De un millonario, / que es quien ha renovado / mi vestuario. Versos con agudezas, ironías… princesitas de cuento de ayer vistas ahora, versos que nacen de hoy, formas poéticas de ayer( y de siempre).
El
Tríptico de Foxá que ofrece laureles a este poeta conservador. Vivo todavía –Ha dicho
Luis Alberto de Cuenca– porque aún hay algunos que le siguen odiando.
En
Caprichos, otra de las secciones,
El poeta planea por un cielo sin nubes para demostrarnos que el hombre es, finalmente, caída, descenso y que
El buen Dios que no suele equivocarse lo hizo con
Lilith y que los recuerdos de infancia nos muestran nuestra finitud, por más que nos empeñemos en
hacernos a la mar/ en el barco pirata del deseo. etc.y etc.
La sección
Homenajes es para
Brian Stoker,
Sand y Musset, Dante, Virgilio y Shakespeare.
El cuervo de
Poe, visto a través de las páginas de un libro con ilustraciones de
Doré… Leer, imaginar con los ojos cerrados, ver sin mirar y contemplar con nitidez.
La penúltima sección se titula
Recuerdos y no es otra cosa que la ausencia hecha poemas en este reino blanco de
Carta a los Reyes Magos, de
Vieja fotografía con tebeo y una (y toda la sección)
Radiografía de la ausencia. (Antes dije que todo poeta hímnico lleva dentro a un poeta elegíaco o viceversa)
Cierra este reino blanco, onírico y oscuro, este reino de puertas abierta o entreabiertas a los deseos, este hermoso reino de haikus de filosofia Zen y seguidillas de renovación, este reino blanco de caprichos que suben y bajan porque la vida es eso: subida y bajada, este reino blanco de homenajes y recuerdos de todo aquello que deja huella, este buen reino blanco con
Un paseo vespertino (no podía titularse de otro modo) para buscar la diosa blanca
por las calles vacías del olvido, en viajes
con escalas / interminables, en suspiros, como la vida, cortos.
Un paseo vespertino donde el amor, inmerso en todo el libro, en todo el reino, pasea a caballo
por las suaves / laderas de un crepúsculo dorado. (…)
y cabalgan oscuros por lo oscuro, / como un rey y una reina destronados.Un reino blanco de noventa poemas en 186 páginas para disfrutar con temáticas de literatura misma, de cine o de tebeo o de vida, donde el amor, la reflexión, el pensamiento, la duda, se alternan con la poesía de humor, de ironía, con esa poesía seria pero bien-humorada que, aun enmascarándola en ocasiones, se nos deja ver a través los sueños, de los recuerdos, de las puertas abiertas, de los homenajes, de las radiografías de la ausencia e incluso del fetichismo, del sexo... En fin, del velo desdramatizador que
Luis Alberto de Cuenca (y esto es lo que me gusta de su poesía, tal vez porque la mía se escribe entre el temor y la duda) le pone no a la vida, pero sí a sus poemas desde aquella
La caja de plata con que nos sorprendió allá por 1985. Un reino blanco éste, en mi opinión, para recomendar vivamente su lectura. Lo leereis lo mismo que se lee este poema (página 156) que os dejo y que
Luis Alberto titula
SUSPIROÉramos otra vez los dos primeros
habitantes del mundo, y no sabiamos
qué hacer con tanto amor.
¿Por cuánto tiempo? Qué más da. Un minuto,
varias horas, un día. No se mide
facilmente la magia del deseo
consultando el reloj.
Pero sabemos que su vida es corta,
breve como el suspiro
que le dedico hoy.
Luis Alberto de CuencaDel libro:
El reino blanco
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