Amando
Carabias María: Quizá un martes de otoño
Amando Carabias María (Segovia 1962) me envió su nuevo
poemario. Un libro publicado por Urania
Ediciones, editorial castellonense dirigida por la poeta y escritora Amelia
Díaz Benlliure. El poemario se edita dentro de la colección Astrolabio y su título es Quizá
un martes de otoño (Castellón,2013). Este es su tercer libro de
poemas tras haber publicado Humanidad
perdida (1981) y Versos como carne (2011), libro del
que di cuenta en este blog,
Este tercer poemario de
Amando Carabias María nos cuenta cómo duele la enfermedad de uno de los seres
más queridos para cualquier humano: su madre. Y nos habla de esa
incertidumbre, ese desasosiego, ese miedo que nos embarga y que nos domina sin
que nada pueda evitarlo.
“No
existen palabras contra el desasosiego,
ni
existen relojes que lo aplaquen,
no
el filo de una espada lo extermina”
El poeta,
nos dice la solapa, concentra en una
jornada toda la tormenta de sentimientos y de visiones a veces desgarradoras, a
veces apocalípticas. Siempre pegado a lo cotidiano. Y en su poema sentimos el
temor, la tensión, la emoción que lo envuelve y el lirismo de unos versos
que aplaca el fuego de la impotencia que
crepita en ellos.
“En esta pesadilla también me he levantado
antes que los tejados carmín de la ciudad
Ni siquiera los pájaros habían regresado
de nuestra madrugada de volcanes.”
Pero Amando Carabias María, poeta de
reflexiva humanidad y de testimonio de vida, siempre camina escrutando la estela de la esperanza:
“Busco una huella tuya entre mi carne
herida por tu ausencia
y añoro como un surco tu sonrisa.
Cuando mis ojos besan el claror,
descubro tu presencia junto a mi;
tus labios son presente.”
El poeta,
ha tenido la necesidad, imperiosa necesidad de escribir este libro Un poemario
enormemente íntimo, doloroso y desasosegante. Un libro en el que el poeta
inicia la aventura de escribirlo para sacar de sí el miedo, el miedo que
siempre se nos convierte en el más doloroso inquilino cuando se instala en
nuestra casa, el miedo que le atenaza frente a la enfermedad, ante el
dolor del dolor en el ser querido, desde
la angustiosa impotencia y a modo curativo, porque de haberlo dejado dentro,
ese dolor, ese desasosiego que embarga al poema, fragmentado en diferentes horas,
seguramente se habría enquistado no ya en el cuerpo, el corazón, sino mas allá,
en el misterioso aliento que llamamos alma.
“En esta pesadilla ya no estabas,
como si adivinara el porvenir,
o tal que si el temor a tu partida
fuera espejismo de alabastro.”
En Quizá
un martes de otoño nos encontramos con 37 poemas (fragmentos del poema)
de concepción formal y verso blanco con predominio de endecasílabos y
heptasílabos de perfecta ejecución y buen ritmo y, al tiempo, unos pocos
fragmentos ( del poema) en prosa poética como este que inicia el camino de lo
cotidiano, del camino de tener que continuar, aun sin fuerzas, con la rutina
diaria:
“Una camisa blanca sin sonrisas, sin lágrimas, ahorcado en mi /
corbata color
viento de otoño, dentro de la armadura de/
un traje azul
cansado…Como un viejo soldado, de nuevo /
estoy dispuesto a
emprender esta lucha cotidiana en la/
niebla, una
infinita guerra de trincheras y frio, la batalla/
sin sangre que
siempre me derrota, y me devuelve a casa,/
cadáver cada
noche.”
A veces
hay que vomitar las palabras por si, de este modo, obran el milagro de las
sanaciones.
Quizá un martes de otoño, como dice el poeta Francisco
caro: que
el pulso poético de Amando es capaz de mantener la tensión del dolor, del
llanto y el desaliento hasta las 3:28 de la madrugada siguiente, último poema,
donde ya se atisba la calma, el sendero de la esperanza.
Y estos
versos finales no sé si pensados o soñados pero de cualquier modo con la
certeza de que son sentidos, implorados, deseados.
“¿No existen palabras contra el desasosiego?
Quizá no haya palabras, sin embargo
sé que existe el sendero donde el alma
llegará al fuego de tus manos
donde arderá mi pánico, y después
alcanzaré el jardín para el reposo
donde cantan los árboles :”
Quizá un
martes de otoño me parece a mí, en
definitiva, el canto desesperado de quien
anda instalado en el miedo, en la angustia, en el dolor y para tratar de hallar
un resquicio de luz, una palabra de consuelo, le ha puesto horario a su
desasosiego tratando de “cotidianeizar” el dolor que, sin remedio, nos acerca el miedo, el temor, el espanto
para llevarnos a la más cruel de las derrotas. Pero el ser humano, finalmente,
aun con dolor y miedo dentro de sí no abandona esa luz que alumbra la esperanza. En definitiva un
libro de perfecta ejecución, un libro emocionado, un libro con ritmo, un libro
tremendo y vivo en el que el poema, o
los fragmentos del poema, mantienen el
latido, la tensión, el pulso, el vuelo de los buenos poetas.
2 comentarios:
Todo un honor aparecer en este lugar. Me dejan emocionado tus palabras.
Lo firmo, punto por punto. Un poemario magnífico, aunque no me sorprende siendo de Amando Carabias.
Gracias por traerlo y besos, que no falten.
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