viernes, 22 de noviembre de 2013

Jorge de Arco:Las horas sumergidas





Jorge de Arco: Las horas sumergidas




Con Las horas sumergidas (Algaida poesía, Sevilla 2013) el   poeta Jorge de Arco resultó  ganador del I Premio Nacional de Poesía José Zorrilla. Premio constituido por Enrique Cornejo y la Fundación Axa y cuyo jurado se reunió en Valladolid el 4 de febrero de este año para emitir su fallo.

Estuvo compuesto por el poeta y director del Norte de Castilla Carlos Aganzo, Bárbara Allende,  fotógrafa, pintora y poeta conocida como Ouka Leele, el académico Luis María Ansón, el poeta Antonio Colinas, el periodista Jesús Fonseca y el editor Miguel Ángel Matellanos con Jesús Julio Carnero, presidente de la Diputación de Valladolid, en calidad de presidente de honor de este jurado que otorgaba este premio por primera vez.

Jorge de Arco (Madrid,1969) es un poeta con ya sólida trayectoria que ejerce como profesor universitario  de Escritura Creativa y Literatura Española en Madrid, ciudad donde se licenció  en Filología Alemana por la Universidad Complutense.  Dirige la revista Piedra de Molino, una digna revista de poesía que nació hace diez años como elemento aglutinador  de la poesía, que es una y diversa, en Arcos de la Frontera (Cádiz) el pueblo natural de su familia paterna (una familia que cultiva la poesía  con maestría y pasión) y que es también, supongo, el pueblo de la niñez del autor , esa patria rilkeniana del hombre, que tantas veces salva a los poetas que nos aferramos a esa materia de los sueños que es la memoria.


Su primer libro Las imágenes invertidas, lo publicó en 1993 al concederle el Ministerio de Cultura una Ayuda a la Creación Literaria. Tras este primer poemario ha publicado Lenguaje de la culpa (Premio Ciudad de Alcalá), De fiebres y desiertos (Premio Comunidad de Madrid Arte Joven), La constancia del agua,libro del que ya di cuenta en este blog, La casa que habitaste (Premio Internacional San Juan de la Cruz) y Con el balón en juego, poemario infantil y juvenil que Jorge, como su padre,el reconocido poeta Carlos Murciano, maneja  los hilos de la palabra con la pericia del hombre que lleva al niño dentro y, por tanto, sabe empatizar con la infancia, acercarse a ella.

Pero Las horas sumergidas sólo tiene en común con la infancia el canto de la pérdida, del tiempo sucedido, aquel machadiano canto que, en este poemario de -me parece a mí-  romanticismo lírico, entre Heine y Bécquer, nos llega dolorosamente emocionado y emocionante para mostrarnos, como bien dice su contraportada, que El quehacer del poeta se mide por su conducta ética dentro y fuera de las páginas que pergeña.

En este poemario, como bien dice  en el inicio del  prólogo Luis María Ansón que, como me comentaba tantas veces Pepe Hierro, es un  gran conocedor de poesía y un ávido lector: Las palabras se le pierden a Jorge de Arco en la región más árida del sueño. Quiere posar los labios sobre los azules túneles del olvido, pero no puede.   


La amarga experiencia vital, la ingrata realidad a veces, puede producir en el poeta, en el sujeto poético, sensación de canto nihilista, derrota y desamparo frente al deseo  de olvido y anhelo de esperanza (aludía antes a los poetas Heine y Bécquer como referentes de realidad doliente y de sueño esperanzado) y esto se produce en este libro repleto de lirismo, hermosas metáforas, magnifico ritmo, cadencia  que produce una armoniosa música en  sus medidas versales y un emocionante 
compás, gracias a un buen conocimiento que domina lo literario y una sincera tensión emocional frente al dolor de las pérdidas, del desamparo, la nostalgia y el sueño de la memoria que no produce el olvido y recrea, al tiempo, el  recuerdo (Ya doloroso, ya alegre) de la vida sucedida, del amor vivido, de la infancia... en fin, del tiempo perdido ya en el tiempo. Un tiempo en el que el sujeto poético, trata de seguir al menos con el sosiego del que sabe que: 
Quien soñó  el otro lado de la noche, /o lo vivió con todas sus estrellas /apagadas, con todos /sus miedos encendidos,/ quien tuvo resbalando / entre los dedos /como hormigas punzantes las horas sumergidas,/ no puede ser el mismo (...)
No  puede ser el mismo y, sin embargo / lo ha sido, lo está siendo /
ahora, cuando escribe estas palabras / amarillas, que el viento va limando / con su lengua y su aliento de lebrel acezante.


Y es que el sujeto poético no tiene otro elemento,  otra moneda que el recuerdo / otra constancia / que conversar a solas con (su) ayer. Y así escribe y se traga la noche y su esperanza en el recuerdo de lo que fue y ya no es y busca  el Cobijo súbito / bajo la suave / melodía del agua / en la furtiva dicha que fabula / la plegaria del tiempo. Para  no amanecer de espaldas a la vida. Y su voz  se convierte en ...la campana / que rompe / el cristal de la tarde / abandonada.

Y lo hace  con el despertar, dentro de sí, de un pueblo, de una infancia, de una melodía de luz caliente, dichosa, plena de alegría y color aunque teñida ya por la pátina sepia del tiempo.

El poeta, finalmente sosegado, reescribe con palabras su dolor y su dicha, las deja impresas en las páginas sin tiempo por si acaso éste quisiera apropiarse de ellas para hacerlas ya perennes.

Tiene Las horas sumergidas un lenguaje que no sólo acompaña sino que niela el jardín de las palabras  de una manera hermosa y mezcla la cadencia  y la emoción con lo amatorio, lo existencial,  la infancia, el tiempo ya perdido y el sueño de que la palabra en el tiempo, que decía don Antonio Machado, pronuncie su nombre (el del autor) alguna vez.

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