jueves, 29 de mayo de 2014

Victor Villapalos: "Excéptico con verso"



Victor Villapalos: Excéptico con Verso




Victor Villapalos acaba de publicar, en edición bilingüe español-francés, su primer poemario  titulado  Excéptico con verso. El 7 de mayo lo presentó en el Salón de Actos de la Facultad de Ciencias de la Documentación de la UCM. 
Acompañándole estuvimos Inmaculada Vellosillo, profesora de la Universidad Complutense en  la Facultad de Ciencias de la Documentación, una profesora- me dice Villapalos- comprometida con la profesión y  con el papel protagonista que deben jugar las bibliotecas y los bibliotecarios en la sociedad actual. Ha escrito  libros, entre ellos, Bibliotecas escolares ¿Para qué?  publicado por Anaya en 2012 junto a otros autores.Inmaculada Vellosillo ejerció de presentadora de este primer libro de Victor, primer libro pero no primerizo.  

Juan Miguel Sánchez Vigil , vinculado a la Universidad Complutense como profesor en el Departamento de Biblioteconomía y Documentación. Durante tres décadas ejerció como fotógrafo, documentalista gráfico y editor en Espasa Calpe, siendo además un apasionado de la Literatura Infantil por lo que se dice cuentista. Es autor de varios libros sobre fotografía, periodismo, revistas, edición e infantil como El amuleto Yoruba, publicado en Alfaguara en 2010.

Ambos elogiaron este primer libro de Victor. Ambos, según el autore nos cuenta en sus agradecimielentos al final de este libro,le ayudaron  en la selección y corrección de textos  de este poemario.

Junto conmigo acompañamos a Víctor Villapalos en la puesta de largo de este su primer libro titulado Excéptico con verso.




La introducción que abre este poemario es el comentario que escribí sobre él tras recibir una copia en pdf a principios de año, tras pedirme Quino Hierro, amigo de ambos, que lo leyese y valorase.
Cuando Victor Villapalotuvo en sus manos el comentario sobre su libro me escribió pidiéndome autorización para incluirlo a manera de prólogo en esta edición bilingüe. Hoy puedo volver a leer este libro, ya en mis manos, y ahora  incluyo el texto en este blog


VÍCTOR VILLAPALOS: Excéptico con verso



Víctor Villapalos  estudió para ser bibliotecario y documentalista. Su verdadera vocación.  Se quedó entre los anaqueles de la vida para terminar desarrollando, sin lo que más ama, los libros, una carrera profesional en el ámbito de la gestión sanitaria.
Nunca, aun así, abandonó su vocación, ni dejó de tomar notas, de escribir (ya que no ordenaba libros ordenaba notas para no olvidar) todo lo que sentía, vivía, pensaba que merecía la pena escribir, guardar  para, con el tiempo, refrescar la memoria, recordar lo ya sucedido.

Esto –nos cuenta–  le sirvió un poco para mitigar su sed de conocimiento, su anhelo por rodearse de la sabiduría que encierran los libros por un lado y, por otro, para salvar del olvido todo aquello que iba anotando  bajo su percepción, su verdad personal.

Pasado el tiempo, fue transformando en poemas  a algunas de aquellas anotaciones. Poemas que conforman una cosmovisión, un mundo que, a veces, nos dice, le han estallado en el pecho.  Así pues, tras tantas notas, tantos poemas, realizó una selección antológica y el resultado fue este Escéptico con verso, un libro donde la poesía  de tipo formal con versos blancos, a veces con suaves asonancias, a veces con versos más libres, nos va contando en pretérito, del mismo modo que la vida nos cuenta cuando nos vive, todo lo que ésta nos niega y lo que nos ofrece mientras la vivimos. Una reflexión que recuerda a aquel Califa cordobés que más o menos vino a decirnos que tras vivir muchos años había sido feliz catorce días, apostillando después, y tal vez he exagerado algo. Reflexión que conlleva una cierta desconfianza, razonable aquí, en un escéptico.

Un escéptico lírico que, verso tras verso, nos desgrana la vida que fue, con su enamorarse, su desenamorarse, su olvidar y recordar, su entristecerse y alegrase, su dudar, su conocerse, su regresar a la infancia, su enfrentarse a los miedos, su sentirse abandonado, su alegría, su desamparo,  su soledad… Con todo ello, realidad vivida o imaginada por el tamiz  selectivo de la memoria, a pesar de las notas, nos ofrece  una realidad trastocada en realidad poética más con el aroma de lo elegíaco que de lo hímnico (cosa habitual en un porcentaje altísimo de poetas)

Un libro éste Escéptico con verso  que Villapalos ha dividido en cuatro secciones: Criaturas mitológicas  es la primera y en ella nos dice que no necesita símbolos, que una bandera es “la venganza de necesitar patria,/ de enjaular un corazón nacido / para reposar en las estrellas.” Villapalos prefiere izar su corazón: “en contra / de todo aquello que a favor confunda; gusta de “navegar ligero sin los símbolos.”

Tras esta declaración, rememora lo perdido, lo pasado, la infancia y especialmente el tiempo o los tiempos del amor y su contrario, en los primeros poemas Rumores y Duelos de adolescencia.  Hace hablar a don Antonio Machado, en un bien construido soneto que titula Guiomar, seguramente estableciendo paralelismos amorosos. En el  poema Los lunes de tu piel, nos confiesa que es más de escribirle al recuerdo, o de reinventarlo tal como le hubiese gustado recordar ya que parece que para Villapalos el tiempo “es ese sentimiento de añoranza  que tiene la materia”.


Y entre amores y desamores, recuerdos fidedignos o tamizados por el selectivo filtro de la memoria, Villapalos nos va mostrando su mundo poético ya, su cosmovisión  del amor, del tiempo, de la vida, con bandera de conciencia, no de símbolo, comprometida mirada que nos habla de  la indigencia y nos muestra, también, su ternura lírica mientras cierra esta primera sección con el poema Hoy supe que ibas a traer un alma al mundo.

El universo reposado (la segunda sección), se abre con una cita de Machado, muy presente en este libro (del mismo modo que Salinas también lo está),  que dice: “Señor, me cansa la vida / y el universo me ahoga. / Señor, me dejaste solo,/ solo con el mar a solas.” Y Víctor Villapalos, “Erre que erre” inicia, al tiempo que prosigue , con un poema de pérdidas: “Me quedo con escribir, mi amor, sobre tus labios” (…) “ versátil y ligero mi verso descansa en tu hoja / como  espíritu sutil de una estrella tendida en tu lecho”.  El poeta quiere un verso diminuto y embozado pero limpio, “calado por la lluvia (las emociones) que regó la flor que el corazón deshoja”.  Un verso que va desde lo formal con medida, versos blancos o rimas, principalmente en asonante, hasta fórmulas más libres; pero unas y otras, sujetas, como debe ser,  a un lenguaje preciso, apropiado y al  ritmo que la poesía debe tener para ser poesía.


De este modo y en un poema de verso octosilábico, verso tradicionalmente español, con rimas consonantes y suaves asonancias nos dice:“ Clara, suave, sosegada, / conocida, obvia,/ tersa, llana, cristalina, / transparente, pura,/ presta, aguda, positiva, /  evidente, justa, /  hueca, viva, separada, / extendida y propia, / boca de labios alada, / lengua sin memoria.” Y establece, al tiempo que nos canta cómo quiere hacer su poética, una poética que le nace en la hora tardía, enraizada a sus manos que eran “Templos / de sal. La sed / venía por momentos.” Lo sucedido es lo perdido, lo pasado en el tiempo, es lo recurrente, el deseo de imaginar y compartir, de abrazar el tiempo a través de colores,  de vivencias convertidas en libros… para superar la soledad “de unos libros mal avenidos”.  El poema Once de marzo, rememora  “la atmósfera plomiza / y su amargo sabor”  de aquel aciago día de terror y muerte.  Reflexiona el poeta, medita, tanto sobre su compromiso con la vida, con el ser humano, como  en la elección  de caminos a seguir, así nos dice: “No sé si fuiste tú / o fueron los caminos que escogiste / los que me borraron, sin más, / de tu presencia.” Y la ausencia, el recuerdo, la soledad, se convierte en una pesada carga que cierra esta segunda sección  con estos versos: “porque no sé cómo voy a pagar el peaje / por el valor de tu ausencia”

La contradicción de un recuerdo. En eta tercera sección el poeta se convierte en Ícaro caído  y canta: “y el mundo me dio una espalda sin alas.” Comienza hablándonos de las derrotas, continúa con el tiempo y las pérdidas,  con un pasado en el que perdió los sueños, todos, y aun a pesar de ello continúa indagando en la temporalidad  de los anhelos. Es decir, se han perdido unos sueños pero al afán de seguir hace que nazcan otros nuevos: “No han podido conmigo las palabras / y he seguido  inventando…”  En el poema Amor  nos habla de esos sueños, de sus deseos, en la primera estrofa y, en la segunda, asume una realidad que le conduce a la oscuridad de la noche sin el amor: “En tu pelo mi pelo,/ en tus pasos mis pasos, / que siguen con anhelo / el reflejo del ocaso / en el papel.

Víctor Villapalos escribe este libro desde  los sueños, la derrota, el desamparo, el cansancio, la descofianza… al tiempo que reflexiona sobre la vida,  la infancia, el amor, lo perdido, lo ganado, sin darse por vencido. Nos dice aquí que esta recopilación de poemas escritos  a lo largo del tiempo tendrá segunda parte, que hay mucho que decir todavía, que tal vez lo que nos cante en nuevos  poemarios no le deje ya el corazón a la intemperie como nos dice en el poema que cierra esta parte tercera titulado Corazón a la intemperie: “Asumo que los libros que me visten / cuentan con los versos de sus páginas en  blanco,”

“Te busqué por la duda / no te encontraba nunca”  Con estos versos del poeta del amor, Pedro Salinas, inicia  Víctor Villapalos la cuarta y última de las secciones de este Escéptico con verso. Regeneración celular es un poema en prosa que no habla de espacios, tiempos, límites en el amor… Todo lo que sucede, aun con huella, termina regenerándose hacia el olvido, hacia la transformación o hacia “las cloacas de una negación  inadvertida” Ya no sirve ni el grito porque enmudece ni sirve el archivo de la memoria. Solo la amistad (frente al amor, otra forma de amor) sobrevive como un sueño matemático y solo la lectura ,el amor a  la palabra, a la poesía, salva  al poeta  de líricas y reflexivas meditaciones en torno al amor, al deseo, la duda, la pérdida, la derrota, el desamparo, los sueños, la soledad… Salva al poeta que acepta la realidad no trastocada aún en poesía, la vida, con una cierta ironía: “Cuando te dije  que necesitaba un polvo / no me refería  a que me dejaras aquí / acumulándolo durante meses, / sin salir, / esperando a que vuelvas.”


El poeta nos dice: “Tener un desierto en las manos / y no saber qué hacer con tanta arena, / forjar con las palabras los caminos, / saber templar la voz si la voz tiembla.” Con el propósito de la fortaleza y con el temblor de la voz por la página rememora el tiempo en que cortó “desde raíz / los antepasados que pesaban. /  La herencia  de un acento equivocado, / la culta efervescencia de la rabia, / los egos de unos días trasnochados” y, como un francotirador, se arrancó de los padres: “Yo cercené el tronco de mi origen / decidí caminar solo / la avenida que la vida nos prepara acompañados.” Su dignidad  –nos dice– ha sido la última frontera entre mi amor / y tu indiferencia.  Y tras esta reflexión, tras arrancarse de su raíz  y tras saber de la indiferencia, se pregunta con  un cierto despojamiento de esperanza frente a quienes sonríen con dolor porque ésta, la esperanza,  no trae las expectativas deseadas,  soñadas, anhelada: Qué extraña es la sonrisa, titula este poema de descreimiento y decepción: “Qué extraña es la sonrisa de aquellos / a los que les dueles su sonrisa, / con esa mirada que sabe a tarde, a luego, a ya no importa.”



Y este  escéptico  poeta nos deja un libro de memoria y de vuelta en el descreimiento porque la verdad no existe o al menos es desconocida para el hombre y esto le hace desconfiar, incluida su propia experiencia,  por eso por una parte escribe: “Se tiende la mirada en los rellanos / sin un posible oasis que refresque” y por otra nos deja con la promesa de “segundas partes que aún deben ser escritas / y pensadas y sentidas.”

Escéptico con verso me parece, en definitiva, un libro donde se unen arquitectura verbal (estética)  y decoración interior (ética) conformando la elegía de la vida sucedida, escrita en un tiempo no de nostalgia sino de ajuste de cuentas con el pasado, tratando con ello de encontrar el consuelo que le permita, ahora, liberado ya,  contar y cantar otra verdad (la verdad, como el hombre puede ser poliédrica),  con otro tono, sin tanto escepticismo, y con otros versos.
                                                                  Febrero de 2014

                                 Manuel López Azorín

1 comentario:

V. Villapalos dijo...

Muchas gracias por la difusión, Manuel.

Un abrazo,
Víctor.