miércoles, 23 de septiembre de 2015

Santos Dominguez Ramos: El dueño del eclipse y La vida navegable





Santos Dominguez Ramos: El dueño del eclipse y La vida navegable


Santos Domínguez Ramos me envió su último libro El dueño del eclipse (Algaida, poesía, Sevilla, 2014) que obtuvo el XXXII Premio de Poesía Ciudad de Badajoz: La lengua es la que mira / los signos descifrables del vuelo de las aves.
Claudio Rodríguez dijo: "la voz, la palabra humana, va excavando un cauce que puede, a veces, llegar hasta el oráculo del sueño o a la creación del ritmo de las cosas, o de la intimidad más inefable".
El dueño del eclipse comienza con una cita de René Char: Las palabras saben de nosotros /  lo que nosotros ignoramos de ellas. Esto viene a ser algo parecido a lo que Pepe Hierro me decía sobre la poesía: La poesía dice mucho más de lo que dice el poeta. Cuando Santos Domínguez dice: "La lengua es la que mira," nos hace sentir el oráculo del sueño que decía Claudio y nos hace pensar en todo lo que dicen esas palabras que conforman la poesía de la que hablaba Pepe Hierro.

Si Claudio Rodríguez hubiera leído a Santos Domínguez Ramos ( nunca hablamos de esto y no sé si llegó a conocer algún libro de este extremeño que es, en su poesía, magia, misterio, sueño, ritmo, sugerencia, imaginación… y algo así como un no sé qué difícil de explicar y a veces de entender, pero que toca los sentidos y hace que los ojos sientan el sonido de las palabras, los oídos vean las imágenes que nos ofrece, y el tacto, el gusto y el olfato se adentren en un mundo donde la luz alumbra la realidad oculta, la que se intuye pero no se ve, la que se imagina, la que está más allá de la palabra humana, más allá del ritmo de las cosas, más allá de la intimidad.  
Claudio me comentaba: “¿Qué quería decir Lorca con “verde que te quiero verde”? No lo sé, pero  cada vez que lo leo me ilumina cosas que ni imaginaba.” (Ya se que hay muchas explicaciones sobre este "verde que te quiero verde" y que Claudio conocía, pero el me lo decía así)


Y eso mismo me sucede a mí con este poeta que conocí en una lectura, gracias a Pablo Guerrero, hace unos pocos años y que, desde entonces, procuro leer lo que puedo de él como este El dueño del eclipse que junto con una antología marina titulada La vida navegable (La Isla de Sistolá, Sevilla, 2014), ha tenido la amabilidad de enviarme.
La primera parte del libro El dueño del eclipse: “En la ciudad del sueño” nos propone un viaje, un viaje de observación y de búsqueda, un misterioso viaje  hacia la palabra justa, precisa, para definir lo indefinible, para hacer visible lo invisible, lo que alumbra y deslumbra, lo que, a veces, muchas, no somos capaces de ver con los ojos. La realidad, a veces, o nuestra razón, es una niebla densa que nos impide la contemplación precisa, exacta, no nos deja escuchar la palabra que ilumina, que asombra, que tal vez no entendamos pero que, sin saber el porqué, la leemos y nos transporta hasta el oráculo del sueño, del misterio, de la magia… y no sabemos explicar el porqué.

Santos Domínguez Ramos, sin ser culturalista, nos conduce por caminos cultos hacia Siracusa, A la casa del sueño, para cenar sin saber dónde, si en cárcel o palacio. Nos lleva a Babilonia Cinco mil años pesan sobre esta arcilla viva / en la que un hombre hablaba una lengua de barro. (…) Caligrafía de la arcilla, Vamos con él hasta Agrigento mientras llueve verde el otoño de esta ciudad siciliana. Es un viaje por sendas de contemplación, de observación y de búsqueda, una búsqueda más allá de los límites de un  lienzo de Hopper ¿Dónde el límite entre el cuadro y la vida?, una personal y mística contemplación de un monje de  Zurbarán que arde sin llama viva en un lugar secreto. Nos conduce hasta El dueño del eclipse porque donde el está:…posan el sueño y el latido / su vocación etérea, su fugaz flor de hielo. Y es que: El dueño del eclipse / asombra por igual a rosas y serpientes,

La segunda, Canción de nieve y noche, es llegar al final del viaje. Un final sombrío, de luz secreta: Siembra sombra la luz / en la dudosa escala de los pájaros, Un final  misterioso y difícil de descifrar: Y allí, como un cuchillo, / también como la nieve, / cae la luz en la luz,/ la savia viva por la sombra verde / y el sueñi sobre el sueño.Un lugar donde "La rosa inmóvil: Bajo la piedra breve, bajo la luz de vidrio, / en el paisaje doble donde se incendia el agua, / la rosa inmóvil que no roza el viento."





Y leído este libro vuelvo a recordar las palabras de Claudio Rodríguez cuando me hablaba de Federico y de su”verde que te quiero verde” del Romance sonámbulo y este viaje de observación y búsquedas, este misterioso viaje de lenguaje me hace sentirme en un mundo de sueños, un onírico mundo de palabras misteriosas que conforman un lenguaje mágico que a veces no entiendo pero que me hace sentir su música y su emoción aunque no sepa explicar el porqué. Debe de  ser el oráculo del sueño que me decía Claudio o tal vez la misteriosa magia de la rosa que conforma, a través del lenguaje, la realidad poética de Santos Domínguez. 
Dice el poeta,al final, en las dedicatorias de este libro, que dedica a Félix Grande: “Y para Félix Grande, in memoriam, porque ahora ya es El dueño del eclipse”. Antes Félix Grande había dicho que Santos Domínguez es "una de las voces más importantes y más auténticas de su generación, en quien se combinan prodigiosamente los dos principales ingredientes poéticos: la exactitud y el misterio".




La vida navegable es la antología poética de Santos Domínguez Ramos que ha publicado la Isla de Sistolá (Sevilla, 2014)   Una antología con poemas relacionado con el mar. Unos cincuenta poemas  que según palabras del autor están: “organizados con un criterio que evita lo cronológico para hacer un nuevo libro en el que los poemas dialogan entre sí de manera distinta a como lo hacían en su contexto original”.
Os dejo un poema incluido en esta antología  titulado “Como en las caracolas”

Como en las caracolas, escuchas las mareas 
en el pozo de niebla de tu sueño
y oyes llegar despacio, por sus pasos contados,
la alta noche, la dura
domadora de tigres,
la que en la arena pinta el agua de los mapas
y el bajamar agita
su insistencia en escamas, sus anzuelos urgentes
y el óxido de cobre de la aurora.

Las que ayer eran islas 
las ha cubierto ahora con olvido y con olas 
el mar innumerable y allí naufraga el ave
y no encuentran la orilla
los barcos desolados del invierno.


El poeta sevillano José María Jurado nos dice en la contraportada de esta antología: “Santos Domínguez, como el viejo marinero en su balada, ha navegado todos los océanos y ha descendido a todos los abismos. Y aunque su mar es el azul de Cádiz, la cúpula salina de la nieve al sol, es un naufrago errante, un extranjero, que ha cambiado el hielo por la espuma amarga, el invierno de todos los caminos por el hondo silencio de la ola que rompe, la alambrada de espinos por la cortada roca de la costa africana.
Este libro no es un acuario ni una colección de marinas brillantes, aquí ruge el mar, aquí chillan los pájaros, aquí reluce el ojo vítreo del pescado y trepa el salitre con su lepra de luz por las jarcias de los huesos.
Para el poeta puro que es Santos Domínguez hay siempre un barco ebrio listo para descender por las salvajes aguas del espíritu, cada poema de esta antología es una invitación al viaje que aguarda al hombre libre, dispuesto a asomarse al ancho estuario surreal del espíritu.”
Y dicho lo escrito por José María Jurado de este La vida navegable, de Santos Dominguez Ramos, solo decir que me parece  un poeta que trastoca la realidad en realidad poética y transmite la emoción,  toca los sentidos, y deja al lector, sea cual sea y cómo sea, como en un no sé qué "que queda balbuciendo".

                                             Manuel L. Azorín





2 comentarios:

Santos Domínguez Ramos dijo...

Muchas gracias por tu lectura, Manuel. Decía Lorca que se vuelve de la inspiración como se vuelve de un país extranjero. Y mi maestro -mi hermano- Félix Grande reivindicaba como propio de la poesía la exactitud y el misterio. En esas andamos, amigo.

UN abrazo fuerte

blog del poeta Manuel López Azorín dijo...

De nada Santos. Es un placer leerte. Un abrazo