miércoles, 16 de diciembre de 2015

Manuel Rico: Los días extraños




    Manuel Rico: Los días extraños

El pasado 28 de noviembre de 2015 presenté en el Centro Cultural Blas de Otero el último libro de poemas de Manuel Rico, Los días extraños  (Valparaiso, Granada, 2015)  Un libro donde el intimismo y el compromiso se funden para contarnos a través de la memoria una parte de la vida del autor.



Y según estoy haciendo esta reseña-crónica de Los días extraños  me llega la noticia de que Manuel Rico ha obtenido , como narrador, el noveno Premio Logroño de novela  con su libro Un extraño viajero. Este premio Logroño de Novela está convocado por el Ayuntamiento de Logroño, la Fundación Caja Rioja y la Editorial Anaya y será publicado en Algaida.
Manuel Rico define este  Un extraño viaje como una historia de amor "extraña" que se inicia "a partir de la recepción en un hotel rural dede  un viajero con el que la propietaria tiene una relación de amor fugaz y que desencadena en un proceso de investigación, indagación y conocimiento de una realidad de la España de los años 40 o 50 bastante desconocida". Una novela, dice Manuel Rico, que "abre ventanas a la memoria histórica".

Presentación de Los días extraños:


Los días extraños es un viaje a la intimidad del poeta, un viaje de lo vivido y lo sentido por el autor de tal modo que lo íntimo se funde con lo colectivo. Un recorrido por el pasado y el presente. 

La primera parte que da título al poemario es el recuento del tiempo de la infancia, juventud, madurez, el recuerdo más íntimo y en comunión con el aprendizaje  que nunca acaba: En la tarde y sus grietas, con tu historia /  de adversa devoción, de mundos compartidos, sientes / que es preciso volverse y respirar, / inventar la mirada que indaga tierra adentro, / restaurar el refugio y las estancias / donde viviste,  quizá lloraste y tuviste descendencia / (…) parte de un tiempo en mutación, / parte de un tiempo.
Parte de un tiempo de aprendizajes, de un tiempo que: Es la historia pequeña de los días extraños, de esos días / en que fuimos felices sin saberlo del todo.

Un tiempo de bogas oscuras donde el poeta descubre, en la mirada de otra mirada idéntica, acaso no cumplida, / cuarenta años atrás: la del niño / que, huérfano de arroyo y de montaña, / creció en un barrio de la ciudad inversa,
Un niño que aprendió  por ríos y carreteras ese misterio escrito en la piel de los montes (…) la huella de la niñez y de los cuentos.
Un tiempo que rememora el poeta mientras contempla a su hija, que entonces tenía siete años,  y sus ojos acuden a todas las estaciones de nuestra historia, todas las sombras / de los fracasos, todas las encogidas luces. Es tiempo sucedido, lejano ya en el tiempo, producto del recuerdo alentado por la meditación y por los años.



El poeta valiéndose de lo que yo doy en llamar materia de los sueños, nos presenta viajes, gasolineras sin vida, rememora la calle, las tardes de juventud, la casa paterna de los fresnos: A esta casa llega a veces el viento (…): Es la casa que soñó mermeladas y hortalizas / en veranos remotos, la casa / del níscalo y las lluvias tardías de noviembre,
Esta que fue su casa donde al igual que él, el hijo descubrió el aire y sus olores, y El telescopio… de un  vecino en el que al mirar por él: Viajó por nebulosas, tocó cráteres / e imaginó una noche diferente, / quizá sin cicatrices ni carencias.///
Era agosto. (…)… Y la luna parecía la misma / que pisó un tal Neil Armstrong una noche / en que mi padre me enseñó que era frágil la vida, / que madurez y muerte a veces se contemplan, / se saludan de paso, casi huyendo, / o se asoman, como en la noche aquélla, / al círculo de luz de un telescopio


Fue la casa de las alegría, de las celebraciones, la casa, su casa, parte de su vida y de la de los suyos y también de los otros, de los que disfrutaban de ella, de los que han hecho que unos recuerdos íntimos, se hayan convertidos en memoria colectiva.
No es Manuel Rico amigo de mostrar lo más intimo en la poesía, es…como si sintiera pudor  por ello, este poeta, de compromiso, con bandera de conciencia de libertad siempre, le ha puesto veladuras a la intimidad a su poesía. Tan sólo en su libro La densidad de los espejos además de dar testimonio, a través de los espejos se mostraba un tiempo gris, con un gobierno gris, donde la única posibilidad de escapar estaba en el sueño y en la rebeldía silenciosa y activa y en este contexto Manuel Rico se atrevió a mostrar sus emociones, a quitar veladuras a algún que otro poema crítico pero más intimista.
Y es que  él pertenece a una generación crítica que se daba en hablar más de lo social y casi nada de lo confesional. En Los días extraños, sin embargo, lo confesional prevalece; pero la experiencia vital que dio lugar a lo testimonial, a lo social, no desaparece de su poesía sino que se funde con el intimismo.
Volvamos a La casa de los fresnos. La casa de la sierra, , la casa del poeta y de los otros que, ahora, en el recuerdo Es la imagen / de la vida que ignoraba la muerte, (…) es la risa apenas agrietada, sin heridas aún / y sin ausencias.


Con la ausencia de los seres queridos, de los amigos, de los poetas: Vino después el frío. El hueco anunciador de lo precario / cuando Diego, cuando Félix, cuando
Frente a tanto dolor de ausencias el poeta celebra la alegría de saberse acompañado por el amor. Años contigo titula el poema donde recrea ese tiempo desde su inicio hasta el ahora: eras la que llegaba  de la patria humillada, / de las adolescencias rotas, la que traía / la luz firme y poderosa de la sabiduría: la que amaría /sin contrapartidas al amado (…) Estás, no te has ido, eres pequeña / e interminable.

La segunda parte que titula Noticia del otoño está compuesto por un solo poema dividido en seis partes y en él el poeta rememora, leyendo a Auden, tiempos actuales frente a pantallas  heridas por noticias de guerras, de contiendas sangrientas, lejanas, que le hacen traer a la memoria nuestra pasada y cruenta guerra incivil, especialmente en el fragmento V: … porque duele el recuerdo y hace mucho / que el olvido desteje la razón aprendida, la ilustrada / devoción / del abuelo perdido en los cuarenta.  
Estos recuerdos le regresan al poeta como regresan cada otoño al valle. Sus fantasmas cobran forma en ellos, en las  sombras que viven todavía /  en las paredes desconchadas,  en cada huella / dejada en el ladrillo por los fusilamientos.


La tercera parte titulada Retornos  recorre la geografía de la península a través de evocaciones vividas en diferentes lugares: viajes en tren que son como ver pasar su vida y la vida. Y recorre, igualmente,  la geografía vital a través de la memoria en los poemas Quince años editando poesía y qué bien le entiendo y hago míos algunos versos como: Era el descubrimiento, el viaje / de la imaginación a escondidos senderos. Porque editar poesía de otros autores es  Dudar, soñar, beber las páginas ajenas. Y resulta emocionante cómo la evocación, muestra la experiencia que se ha vivido y es entonces cuando lo personal, lo intimo, se vuelve colectivo, en este y en muchos de los poemas, y la nostalgia se convierte en alegría porque los recuerdos son vestigios que guardamos para que el tiempo sucedido no llegue con la derrota sino con la caricia sobre nosotros al saber que “todo pasa y todo queda/ pero lo nuestro es pasar” que nos dijo el maestro Machado.


Y me he detenido con varias lecturas en el poema Letraheridos, por ser un vaso repleto de nostalgia, una juventud que fue deslumbramiento  y fuego vivo de sueños y esperanzas en los años 80 y que, con el paso del tiempo, el poeta, sosegada la casa que le habita, atemperado ya, mira, reflexiona y nos dice: Hemos sido inquilinos / de noches desatentas y frías madrugadas / constatando la crecida y la bruma que la edad nos concede. Ellos, los aficionados a las letras, los letraheridos, ya no son lo que fueron, lo que  soñaron ser, la edad le ha advertido que son otros tras ir pasando por el tiempo de la llama y andar en el rescoldo ahora de aquel fuego de sueños que ardía en plena juventud. La vida se atempera y el tiempo ofrece la serenidad en la nostalgia viva del recuerdo.  


Una cuarta y última parte que titula De la vida y su espuma,  compuesta por cinco sonetos en los que el poeta con formal precisión en los endecasílabos  nos resume  Los día extraños, especialmente  en este último de los cinco sonetos, perfectos en su ejecución, donde nos dice: Vengo de los inviernos y la duda. / De una casa de frío y tos ferina / del campo amanecido y de la encina /angustiada de escarcha y luz desnuda.///Vengo del padre joven, de la ayuda / de la memoria ciega y la rutina, / de ocultar el dolor que se empecina / todavía en vivir, y que demuda /// la ensombrecida tez de los vencidos. / Soy de la juventud desperdigada / entre bares y sueños insolventes. / Vengo de los planetas escindidos / entre días de plomo y luz alzada / con briznas de memoria y con presente



Así pone fin a este libro que nos ha llegado a través de la materia de los sueños, en la memoria de este poeta que ha querido abrir su más íntimo sentir y su conciencia  a los lectores para ofrecernos, lo que dije al principio, su poesía más suya, hecha también viento colectivo, su poesía que es nuestra, y que es experiencia vital que le sirve, y nos sirve, de bálsamo y bandera del ayer y del ahora.

                                          
                                                            Manuel López Azorín

                                        

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