Ricardo Fernández Moyano (Minaya, Albacete, 1954), publicó un nuevo poemario Zarzal (Amargod ediciones, 2015). Cuando me envió el libro (por pdf, que me ha costado leer por la incomodidad para mí de hacerlo en un soporte que no sea papel), tardé un poco en abrirlo y dedicarme a su lectura. Pero una vez abierto y leídas las citas que lo inician, yo también "firmé el decreto que autorizaba mi presencia" (cita de Fernando Ferreró que, junto a otra de Antonio Gamoneda: "En la ebriedad de la melancolía; como acercar el rostro a una rosa enferma, indecisa entre el perfume y la muerte", me incitaron a seguir y leer el poema que abre este libro Autobiografía que dice así: Nací en un pedestal perfecto / donde todo era falso.// Me crié rodeado de hombres doctos / ávidos de majar neuronas. // Viví la estrategia del miedo, / confundí aceras con esquinas. / Escuché voces apagadas / que me arrastraron al vacío / donde los adoquines son cadáveres. // Hallé espinas sin rosas, / pírgano en las miradas, / larvas en los entierros. // Ebrio, puse un ancla a la orilla, / enredado en el aire y la locura, / en la palabra.
Zarzal es un libro en el que el lenguaje, esencial y
depurado, logra abrazar la palabra poética eliminando retóricas innecesarias y
servidumbres de artificio. Fernández
Moyano muestra en este poemario una
voz personal, nueva, y al tiempo suena, tal
que la verdadera poesía, como de
siempre.
El poema que abre el libro, Autobiografía, nos deja bien claro que Zarzal anda lleno de espinas, para su defensa, porque es un poemario herido por este otro zarzal de la vida, una vida con el lastre existencial de quien intenta, con la palabra, salvarse del vértigo de la desaparición y se aferra al fruto de la esperanza, del amor, del deseo, de la vida y de la muerte. Un poemario que se lamenta al tiempo que canta: Necesito un aval, / un anticipo de ternura / para hacer soportable la existencia. Porque lo que busca tiene hambre de sol, de luz, para apagar la sombra. Si como tan hermosamente nos dice que Recordar es abrir una ventana / al corazón desnudo de la tarde habrá que pensar que en los recuerdos, además de cólera, hay ternura porque el zarzal tiene espinas pero también tiene fruto.
Poemas
de realismo simbólico, de testimonio
imaginativo que nos ofrecen una visión poética de desaliento, dolor,
pérdida… Zarzal es la vida echa escritura, la vida hecha palabra en
el tiempo para vivir en ellas como en el poema Hogazas donde nos dice: EL día pasa imperceptible / por este pedazo de pan,/
y el peso de las horas / deja aroma de harina / entre mis dedos.// Solamente
los hornos / hambrientos de mendrugos / recuerdan la masa dormida / en esta
habitación deshabitada. Este
poema, frente al silencio, vive de las
palabras para restituir lo silenciado, lo desaparecido. Vivir en las palabras,
luchar contra el silencio, dar testimonio de la experiencia vital, con la
memoria viva, para salir de la sombra, del olvido y abrazar la luz.
En Rituales de identidad
(Huerga y Fierro, Madrid 2011) libro que
le escuché leer en su presentación en la Casa de Castilla la Mancha de Madrid,
percibí en él pasión por la escritura, amor por la palabra y búsqueda de la serenidad, tras dolerse de la
ausencia y todo ello con ciertas veladuras (por el pudor de no mostrar, en sus
versos, la desnudez de lo más íntimo – nos dijo). No conozco el resto de su
obra y tal vez me equivoque pero tengo la sensación de que en Zarzal,
aun con esas mismas veladuras simbólicas y/o imaginativas trata de mostrarnos
su experiencia vital, su testimonio íntimo, algo más abiertamente y me parece a
mí que gana con ello altura poética y mas ganaría, en mi opinión, despojándose
de pudores, mostrando en la palabra toda su riqueza imaginativa.
Ricardo
Fernández Moyano se enfrenta a la
escritura poética abrazando al lenguaje como lo más suyo, intentando llegar
hasta el fondo de los significantes y sus significados, buscando la luz que
alumbra la palabra. Trata de huir, de
escapar, para buscar refugio en versos sin paisaje porque lleva en
la grafía de su rostro cicatrices, cunetas, claroscuros, enigmas…porque
dentro de sí siente que: Somos densos escombros / reflejados en una
esfera / donde todo es exilio. Pero él se abraza a la pasión de la
palabra para renovarse, para sentir el rumor de la poesía, del agua que es
vida, luces, voz, vida, su canto son las palabras, vive en ellas,
porque son la esencia de (su) anhelo más callado. Y en este Zarzal
Fernandez Moyano ha buscado en la
palabra, la salvación, la solución, la liberación, de una situación difícil, por
su dolor desalentado y lo ha conseguido, al menos, en las palabras.
Este profesor de E.G.B. en la especialidad de Ciencias Humanas
es organizador y colaborador de los
recitales poéticos de la Ruta del Arte, desde 1999, en Zaragoza, la ciudad en la que reside, y en
Zaragoza ha participado en diversos
volúmenes colectivos y ha desarrollado una intensa actividad cultural.
Ricardo Fernández Moyano es también pintor autodidacta desde 1995.
Fue miembro del Colectivo de Artistas Plásticos de la Margen Izquierda
(A.P.M.I) de 1999 a 2009. Participó como autor en el folleto del X Aniversario
de la Ruta del Arte del Colectivo A.P.M.I. y en el libro Arte Libre “Libro de Arte
realizado por Artistas” publicado por la editorial Comuniter de Zaragoza en
2004
Manuel L. Azorín
Manuel L. Azorín
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