Pedro Juan Gomila Martorell:
Eidolón III. La pasión según Dioniso
Pedro
Juan Gomila Martorell (Palma, 1967), acaba de publicar La
pasiónsegún Dioniso (La Lucerna-poesía. Palma de Mallorca, 2016)
Tercera entrega de su tetralogía Eidolón.
Al modo de la tragedia griega entona aquí Gomila Martorell un
canto coral a
Dioniso (dios de los placeres sensuales en la mitología
griega), una
composición poética escrita con diversidad de metros
(el primer estudio crítico
de la tragedia lo encontramos en la
Poética de Aristóteles), con un
personaje (a la manera de corifeo)
protagonista que, separado ya del coro, dialoga
con él y con otros
personajes incorporados
Se dice que Esquilo
fijó las reglas de la tragedia con diálogos,
contrastes y efectos teatrales.
Sófocles introdujo el monólogo. Esto
permitió al personaje expresar su
pensamiento y Eurípides
incorporó el realismo para mostrar la dinámica del
personaje.
Finalmente decir que
la catarsis, para Aristóteles, es el símbolo de
la toma de conciencia del
espectador para comprender al personaje. Se distancia de sus propias pasiones y
alcanza un alto nivel de conocimiento. Según el filósofo el defecto o debilidad
del personaje le lleva al desenlace y a su caída o sacrificio.
Esta simplificada síntesis
me sirve para establecer paralelismos
entre ella y La pasión según Dioniso de
Gomila Martorell que
parece haber
reunido es su poemario algo de cada uno de los
grandes trágicos griegos (diálogos,
monólogos, realismo) para
continuar con la tetralogía Eidolón, ya que al margen de la
temática, cada vez que el autor me
envía una nueva entrega me dan ganas de llamar a mi querido y admirado amigo Luis
Alberto de Cuenca, maestro en la cultura grecolatina que tanto me
enseña, para ahondar en las formas que Gomila Martorel emplea (los diferentes pies
griegos, los coros, las innovaciones de los diferentes trágicos,la exposición,
el nudo y el desenlace aristotélicos, etc. y etc.)
Lo cierto es que con
cada uno de sus libros he tenido que bucear y documentarme (además de leer las
notas finales de cada volumen que en este, por cierto, son menos extensas
aunque igual de aclaratorias) y debo decir que me ha servido para que mi
ignorancia en tantas cosas fuera algo
menor.
En cuanto a la
temática, en la que Pedro Juan
adopta el realismo de Eurípides, me retrotraigo a Eidolón I: Arcadia desolada donde ya dije que era un poemario a manera
de diario que nace de experiencia personal de Pedro Juan Gomila Martorell y es confesional y valiente dada
su temática homosexual. Así pues podrá decirse que su poesía nace desde la más íntima
necesidad y con ella, el autor toma conciencia de su condición, purga su
sentimiento, educacional, de culpa, se restituye consigo mismo y se enfrenta a
los prejuicios sociales imperantes antes de la legislación, de la
legalidad en España.
De la segunda entrega de Eidolón II: En la tierra de Nod dije
también que
Pedro Gomila Martorell, se siente como
Caín por defender
su opción de ser él, por negarse a sí
mismo para ser lo que
los otros le imponen. Lucha frente
a ese destierro impuesto porque no
quiere ser “fugitivo” en
esta sociedad, y la Ley española le ampara. En la
tierra de Nod
era, en definitiva, el poemario
pleno de coherencia, de un poeta,
un hombre, que lo que
nos cuenta forma parte de su experiencia
vital y en ella su gran
conocimiento de la literatura de ayer y de
hoy y con ella se sirve para
mostrarnos referencias de pensamiento
y de religión desde su lucha entre el yo
que es y el que los
condicionantes han pretendido que sea.
En esta tercera entrega
Eidolón III: La pasión según Dioniso, quiero
destacar, al igual que lo hice en las anteriores el magnífico prólogo (en esta
ocasión de mi paisano el poeta y filólogo Alberto Chessa), del que cito: “No
era yo sino un espectro / un extraño simulacro”, leemos en estas páginas como
una ratificación del epígrafe global de la serie (pues eso –es- pectro, fantasma,
aparición y no otra cosa es eidolón en
griego). El héroe de toda esta – podríamos llamar – epopeya del desgarro que a nigún lector puede (¡ni debe!) dejar indiferente, es
un adolescente embarcado en una agónica búsqueda de la propia identidad;(…) La raíz del dolor,
la música del grito, el silogismo de la amargura, el álgebra de la soledad
sancionada por la diferencia son los pilares, tan vulnerables, sobre los que el
poeta se levanta para clamar, no en un desierto, sino en una selva de cemento y prejuicios (…) El muchacho se mueve allí con una
calculada impiedad, una inmisericordia hacia aquellos que (con la broza de mis odios) desconsidera como sus semejantes, algo
que –acaso irremisiblemente – lo termina
abocando a celebrar el cuerpo desde algo parecido a una mística perversa,
elevada a la vez que sojuzgada, herida, contrita: se intuye que no hay más
valle para los despojos que el de un originalísimo – al punto que sadiano –
valle de Josafat.”
El personaje de La
pasión según Dioniso es el yo y el otro en
continua lucha. El yo
condicionado, reprimido, obligado por los
condicionamientos religiosos y
sociales nos muestra su dolor y su
amargura su ser sin ser, su máscara que
oculta y el otro, el ser que
siente que es, el igualmente condicionado, se
rebela, para conseguir
ser no el otro sino el yo verdadero.
La última escena de
este libro es el desenlace, la caída, el sacrificio para alcanzar la metafórica
muerte del condicionamiento, de la represión, del dolor, la amargura. La
batalla ganada a la impostura y la hipocresía de los que no toman conciencia, de
los que masacran en vida, de los que no toleran.
En vano. Sin
plegarias. En silencio.
el viento quedó mudo cuando el hierro
atravesó mi
espalda ya desnuda.
Vena de las púrpuras corrientes mana,
espuma de la vida
que se vierte…
Caído en la celada como ciervo
que fía de la voz de batidores.
Sí. Vuestros son los miembros. Todos ellos.
Cortadlos. Divididlos en
pedazos.
Las ramas de mi tronco se desgajan.
Se arroja la cabeza, pies y manos.
Preparan guarniciones para el resto.
Crepitan en parrillas mis
entrañas.
La grasa se derrite gota a gota.
La sangre, una delicia a fuego
lento.
¡Saciad vuestro apetito caballeros!
¡Dejad mondos los húmeros y
radios!
¡Trinchad el pene hervido en los calderos!
Mas mío el corazón. Y es
suficiente.
Y el corazón que es aquí imagen de su sentimiento, de lo que le nace por dentro y nada ni nadie lo puede arrebatar, me recuerda unos versos de mi libro La ceniza y la espuma (Sial poesía, madrid, 2008) titulado
"Lo intangible"
Pusieron cerco con los alambres, las cuerdas...
y tejieron las redes de la trampa.
Como señuelos, las palabras dulces,
las excusas fingidas, las sonrisas de dientes afilados.
Escuché las aristas del espino
alimentándose en mis venas;
pero no di ni un paso, dejé que me creyeran atrapado.
(Pueden desposeernos de todo lo tangible,
pero nunca de aquello que nos crece por dentro.)
Termino
con lo que ya dije en Eidolón II: La
tierra de Nod: La
poesía de Pedro
Gomila Martorell, me parece a mí que es, y por
ello me gusta, testimonio de sí mismo, da cuenta de lo
que le toca
vivir en un tiempo concreto, que es su tiempo, y es, a la
vez, búsqueda
y conocimiento del ser, de la vida y del
mundo, porque la Poesía, que es
una y diversa, lo digo siempre,
debe de ser una ventana receptiva, abierta, a
todas las aguas, las de
uno y las de otros ya que en sus aguas podemos
encontrarnos
en cualquier momento con un yo cercano al nuestro e incluso,
como en el caso que nos ocupa, con nuestro propio yo y con el otro.
Manuel López Azorín
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