Miguel
Ángel Yusta: Ayer fue sombra
La editorial Lastura ha publicado una nueva edición
ampliada de Ayer fue sombra, de Miguel
Ángel Yusta (Zaragoza 1944). Este
poemario obtuvo el VI Premio de
Poesía Delegación del Gobierno, patrocinado por la entidad financiera Cajalón
en 2009.Libro que publicó en su primera edición (Aqua, 2010)
En su momento, el jurado dijo: “un poemario escrito en clave autobiográfica que aporta una visión histórica,
emocionada y a la vez crítica, pero con una puerta abierta a la
esperanza".
La
poeta y profesora María Luisa de la Peña, que ha prologado esta nueva
edición nos dice: “Ayer fue sombra huye de esa imagen de la niñez
como paraíso, como patria feliz de la inocencia, la verdad y la belleza. Nos
muestra, por el contrario, la dura infancia de los niños que habitaron la
posguerra española, niños hambrientos y escuálidos, a los que les robaron la “dulzura
de los años irreparables” que decía Jorge Guillén, y el derecho a la
ociosidad, a ser perezosos, divertidos, absurdamente felices y
despreocupados. La dictadura destrozó para siempre la infancia de los hijos de
los vencidos, e incluso la de sus propios hijos… Crecieron en un mundo de
miedos y verdades a medias, de infamias y mentiras. Aquellos niños y niñas que
vivieron el franquismo sufrieron la pésima educación nacionalcatólica, basada
en la falta total de rigor científico o histórico, de espíritu crítico y de
libertad.”
Miguel Ángel Yusta (“Nací por la mañana / un domingo de marzo / de un olvidado
invierno de posguerra.”) nos ofrece, en este
libro, una muestra de poesía generosa, sin olvido; pero con la delicadeza y la
dulzura de los junco abatidos por el viento hostil de la posguerra hasta casi tocar la tierra (“En las salas, las mantas arrugadas/ con olor a pobreza /
guardaban el sudor de los vencidos.”)
Juncos que se yerguen, sin embargo, con la dignidad de la fortaleza, de la ternura, del amor y de la esperanza (“Heladoras mañanas de un invierno. / cualquier calle de barrio de cualquier ciudad. / España, años cuarenta del siglo de las guerras.”), hacia un cielo soñado, esperado, menos azul oscuro (“En la terrible soledad del miedo y la escasez / una madre se afana en la cocina /(…) mientras contiene a solas el rumor de sus lágrimas”).
Juncos que se yerguen, sin embargo, con la dignidad de la fortaleza, de la ternura, del amor y de la esperanza (“Heladoras mañanas de un invierno. / cualquier calle de barrio de cualquier ciudad. / España, años cuarenta del siglo de las guerras.”), hacia un cielo soñado, esperado, menos azul oscuro (“En la terrible soledad del miedo y la escasez / una madre se afana en la cocina /(…) mientras contiene a solas el rumor de sus lágrimas”).
Un cielo deseado, un cielo más luminoso para todos y, al no tenerlo había que buscar algún modo de evasión. Uno de ellos era aquella luz que , entonces
ofrecía el cine, un cine como huida de
un tiempo desgarradamente duro donde con él se olvidaba , cuando lo había, hasta el
bocadillo de mortadela (“No entendimos, niños de la posguerra, / por qué éramos distintos/ a los niños de las
películas americanas/ felices y contentos.”),o la huida hacia el sueño de un
descapotable que solo se podía conducir con la imaginación por ser algo
inalcanzable.
Entretanto:“Estudios sin retorno con sopapos y rosario” dieron paso a la soñada libertad sin permiso: Paris (y la imaginación al poder, que se vio años más tarde.) y con la luz de la libertad que ya, sin sombra, abraza un ahora que rememora un ayer triste, difícil, incomprensible, repleto de carencias y de una cruel dureza vital, existencial, para todos los que tuvimos que sufrirlo, especialmente para la infancia. “Eran los años duros de soledades grises” y “Corrían tiempos de silencio y miedo”. Y trenes de tercera con asientos de tablas y pobreza.
Entretanto:“Estudios sin retorno con sopapos y rosario” dieron paso a la soñada libertad sin permiso: Paris (y la imaginación al poder, que se vio años más tarde.) y con la luz de la libertad que ya, sin sombra, abraza un ahora que rememora un ayer triste, difícil, incomprensible, repleto de carencias y de una cruel dureza vital, existencial, para todos los que tuvimos que sufrirlo, especialmente para la infancia. “Eran los años duros de soledades grises” y “Corrían tiempos de silencio y miedo”. Y trenes de tercera con asientos de tablas y pobreza.
Un poemario de honda raíz
humanista con la inocencia puesta en unos años de amargura, que el poeta con la
materia de los sueños que es la memoria (una memoria de dolor y de frío, de
asombro y de sombra, entre tanta incomprensión, tanto silencio impuesto, tanto
miedo y tantas carencias como se soportaron en aquella interminable posguerra
española), nos traslada a un tiempo de “Escaparates
con camiones trenes eléctricos bicicleta”, un tiempo de "niños desconocidos"con
posibilidad de alcanzar aquellos juguetes, un tiempo de niñez descolorida y de
pobreza , un tiempo , en fin, oscuro y al tiempo, como milagro de la niñez, de mirada ilusionada e inocente (aunque andaba la tristeza por sus ropas, sus cuerpos, sus almas.)
Les quedaba la radio, ese medio
consuelo de las ondas por el cual se podía soñar (“Por la noche, la radio encendía sus ojitos y sé que nos veía
/ cuando mi padre regresaba cansado de golpear el viento / y mi madre
desenvolvía el papel de estraza de la cena,”) evadirse por un rato del cansancio, de las necesidades,
de la miseria de un tiempo de sufrimiento y silencio.
Y el autor, con mirada de niño a través del recuerdo (“¿Por qué hace tanto frío en los recuerdos / y se diluyen los colores en un gris tan difuso?”), se pregunta: "quién tuvo derecho a robarnos tantas primaveras, / quién prohibió, hasta asfixiarnos, cuanto nos ilusionaba."
Vuelvo de nuevo al prólogo de María Luisa de la Peña que nos dice: "Desde los versos del poeta, los
niños de la posguerra nos miran deseosos de ser escuchados, de ser tenidos en
cuenta, de que nadie pase página sin haberla leído antes”.
Porque tras haber leído estos versos y junto a la memoria, sin olvido, de un tiempo injustamente impuesto que desterró la esperanza, la ilusión y la infancia durante, al menos, 20 años de penurias, de impotencia, de miedo, de silencio porque “ Ayer fue sombra ” verán que “en las horas de las largas noches / durmió el poema hasta llegar la aurora.” , Y en esa esperada amanecida, inmensamente larga ( “Vienen al fin los días de la luz.”) que es un magnifico colofón para este triste-hermoso libro en el que la memoria (historia personal y colectiva) guarda, preserva, da a conocer, todo aquello que no debe olvidarse.
Porque tras haber leído estos versos y junto a la memoria, sin olvido, de un tiempo injustamente impuesto que desterró la esperanza, la ilusión y la infancia durante, al menos, 20 años de penurias, de impotencia, de miedo, de silencio porque “ Ayer fue sombra ” verán que “en las horas de las largas noches / durmió el poema hasta llegar la aurora.” , Y en esa esperada amanecida, inmensamente larga ( “Vienen al fin los días de la luz.”) que es un magnifico colofón para este triste-hermoso libro en el que la memoria (historia personal y colectiva) guarda, preserva, da a conocer, todo aquello que no debe olvidarse.
En definitiva este es un libro de sufrimiento y
de amor porque el amor es la luz y la vida. Ya lo ha dicho Miguel Ángel Yusta: “Sin
amor no es posible la vida. La poesía lírica descubre los entresijos del alma,
hace el mundo más habitable y bello. El poeta dice: “Mirad mi amor, que también
es mi sufrimiento, mi grito ante la injusticia o mi deseo de paz”. El amor lo
contiene todo."
Miguel
Ángel Yusta es Colaborador desde 1970 del diario Heraldo
de Aragón, ha escrito centenares de colaboraciones en diversos medios.
Actualmente es responsable de la sección “El rincón de la copla” en dicho
diario donde, desde hace años, recopila coplas de autores diversos y suyas
propias, habiendo publicado en varios medios, entre ellos el diario El
País, y obtenido numerosos premios y reconocimientos con su autoría.
De su
autoría, entre otros muchos trabajos, son los poemarios: Luces y sombras, (Gobierno de
Aragón, 1999); Cancionero de
coplas (Olifante 2011) El
camino de tu nombre (Quadrivium 2011) Pavesas del silencio y de la espera (La Fragua del Trovador, 2012,
con prólogo de Carlos Alcorta y nota final de Laura Gómez Recas), Amar y callar (Sabara 2013. Prólogo y epílogo
de las poetas Luisa Miñana y Laura G. Recas) y De silencio y luz (Prólogo
de Joaquín
Sánchez Vallés).
Ha participado en antologías y
poemarios colectivos. Algunos de sus textos han sido recogidos en revistas
literarias, así como diversos artículos relacionadocon el folckore aragonés y
con la copla, con cuya autoría ha obtenido numerosos premios.
A través de su cargo en la Junta Directiva de la Asociación Aragonesa de
Escritores, organiza numerosas actividades literarias, presentaciones, ciclos,
conferencias etc. Es actualmente director adjunto de la revista literaria Imán, órgano de la Asociación Aragonesa de Escritores.
Manuel López Azorín
1 comentario:
Querido Manuel: No tengo palabras para expresar el agradecimiento por tu enorme generosidad al escribir, tan exhaustivamente, sobre mí y sobre mi trabajo. No soy persona que halague gratuitamente, no tengo edad ni necesidad de ello, pero sí he de decirte que tu reseña merece la mayor de las gratitudes y que los que somos -y tú lo eres- de esa generación sufridora y silenciosa, sabemos valorar el abrazo, literario y humano, de quienes seguimos en este vital camino (que ya vamos siendo menos). Esas líneas, querido Manuel, son ese gran abrazo literario y humano que emociona especialmente cuando ya casi se ve la meta en el horizonte.
Mi gran, agradecido abrazo.
Miguel Ángel Yusta,
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