Salomé Ortega: El silencio de la luz
Salomé Ortega
nació en Campo de Cámara, Granada aunque se trasladó a Madrid siendo muy niña.
Obtuvo el prestigioso Certamen
internacional Encarna León de la ciudad de Melilla por su libro La alfombra de la palmera y la media luna (2008), que,según palabras de José Antonio
Marina es “una protesta bella y
terrible”.
Ha publicado poesía y
narrativa y tanto en una como en otra Salomé posee un lenguaje lírico y transparente,
un lenguaje que se mueve entre lo onírico y lo real, es sugerente, de gran
claridad y sencillez emocional y capta las sensaciones de tal modo que su
escritura se convierte en un lenguaje rico en el concepto y en la forma.
Hace un tiempo Salomé me envió, El silencio de la luz, su
último libro hasta la fecha, publicado por Pigmalión ,con Basilio Rodríguez Cañada al
cuidado de la edición.
“Comienza el día / vestido de
poesía, / muestra el amanecer / como principio de un verso.”
Cuando escribí la introducción
que acompaña su libro El frío que me vela (2010), ya dije
de ella, de su quehacer literario lo siguiente: Leer a Salomé es llenarse de
una luz distinta porque su voz es singularmente plural.
Nombrar con amor el
mundo, los pensamientos, los sentimientos, darles vida a través de las
palabras, como atesorando saberes de filosofía oriental al tiempo que, también,
con esa filosofía senequista que simboliza al pueblo.
“Un poema/
simplemente brota, / vibra en la cuerda / de colgar la ropa, / en un verso / de
agua mojado, / en la memoria de un sonido / o el resplandor de un olvido, / en
la presencia de un abandono / o en el vértigo de un pensamiento, / en la herida
azul de un manantial / o en la sigilosa nieve ,/ pisada por el paso de una
sombra.”
Y
es que en la escritura de Salomé
Ortega, ya sea prosa ya sea, lírica. se percibe, se siente el sonido
de un agua poética que es como un rumor de suave manantial, y esta agua es la poesía
que calma la sed, que no sé si salva pero alivia, en su rumor. En ella se escucha
el latido de la vida (“Caminar seguro, / con la lámpara / de la conciencia”),
el susurro del tiempo (“No me fío de la vida / cualquier día, / me entregará a
la muerte”), el murmullo de la soledad y de la duda (“Incertidumbre divina, /
certeza de la duda”), el sonido del amor
(“ Al vestido azul, /hecho de cielo,/ un rayo de luna / le cruza el escote. /Lo
luzco de sol, solo para ti.”),la
tristeza de la denuncia (“Ni tan siquiera la luz / alumbra un destello de
cordura / en los abismos humanos”), la confesión
(“Desenredando el yo / libero el soy”), el testimonio y
la búsqueda, siempre, de la luz (“La
sombra se ruboriza / ante la presencia de la luz”), y el silencio porque “ el
enigma de un verso / lo escribe el silencio”.
Salomé Ortega con su enorme lirismo
al tiempo que su sencillez y su claridad expresiva nos ofrece un camino en el
que la incertidumbre , la duda, la derrota toman conciencia de la fugacidad de
la vida y al tiempo que reflexiona nos dice:“Errante por los libros, / pulula
el polvo, / dormido en la memoria olvidada / de quien los escribió”
Mientras
tanto, por la página escrita, la vida ya, literatura impresa, alarga la
memoria, alarga el tiempo y el "frío del olvido" (el frío que vela a
Salomé, como decía yo en la introducción de aquel libro) se desvanece y se
transforma en otra vida, en otro tiempo ya sin tiempo, con la palabra escrita.
El silencio de la luz, ahora,
es la búsqueda del conocimiento y de las emociones. Y son una reflexión sobre
el tiempo y el espacio que, como dice Luis Eduardo Aute en el prólogo, son “la
sucesión de claroscuros y ruidosos silencios, que trazan el itinerario a ninguna
parte de la aventura de la vida.”
Un libro El silencio de la luz con
poemas breves pero esenciales y claros, y poemas en prosa de un hermosísimo
lirismo. Todos de una pasmosa luminosidad. Algunos poemas son como aforismos,
otros se asemejan al bordón de la seguidilla pero en verso blanco (que es, en
su medida, como el haiku), y algunos otros son emocionales y precisos como
sentencias senequistas.
Sus temática, tan reflexiva a
veces, es amorosa, existencial, de testimonio, de denuncia, de conciencia para
desenredar e l otro que se es y liberarse así: “Desenredando el yo libero
el soy” -decía más arriba- de todas las derrotas que suponen la búsqueda de una luz, tanto vital
como poética, que solo tal vez llegue a encontrar a través de los sueños y
quizá la halle a través de espacio y el tiempo de la poeta en esta aventura
de realidad y deseo que supone la vida.
De ella, de su obra
se ha dicho:
Sobre La sabia insinuación de las cosas
(1999) Luis Landero dijo que “es una verdadera fiesta para los
sentidos” y Miguel Delibes declaró que “ es una obra llena de expresividad”
Sobre Perdí las estrellas (2008), según
Antonio Colinas: “ es uno de los libros más bellos que se han escrito”
Sobre El frío que me vela (2010) Luis García Montero, que presentó
junto a mí y Pepe Viyuela este libro en Ámbito Cultural,Dijo: “es un
hermosísimo libro”
De El
silencio de la luz les digo yo que Salomé Ortega nos ofrece la reflexión y la emoción a través de un mundo de sensaciones pleno de
belleza poética.
Manuel López Azorín
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