sábado, 13 de mayo de 2017

Ángel García López: "Cuando todo es ya póstumo"






Ángel García López: Cuando todo es ya póstumo




Ángel García López: Cuando todo es ya póstumo

Con Cuando todo es ya póstumo, publicado por Castalia Ediciones, 2016, dedicado a la memoria de Emilia, su mujer, Ángel García López (Rota, Cádiz, 1935), parece querer cerrar  una obra poética que en 1963 inició con su primer libro titulado precisamente Emilia es la canción.

(En la Navidad del 2014 recibí una carta de Ángel García López que al tiempo que me emocionó, hizo  que recordara tiempos pasados. Al abrir la carta me encontré con una fotografía  de Emilia en plena juventud y ni una sola letra escrita al dorso de la foto. Se me saltaron las lágrimas. Ángel acababa de perder a Emilia y pensé, no tiene palabras para expresar el inmenso dolor que le ha producido su muerte.)
Emilia es la canción fue (y  es) un libro de expresión amorosa y júbilo existencial. Casi tres años ya que a Ángel se le fue la canción  pero su canto, tal vez como el canto del cisne, nos trae ahora esta inmensa elegía en la que  se pregunta:
“¿En qué muerte cifrada del país claroscuro han guardado este cuerpo? / ¿En qué taller sin nombre se hilaron esas cuerdas que su voz maniataron? / ¿Cómo oírla en los ángeles que madrugan las aguas y empujan las falúas; / los que vuelan la orilla y lucen pies marinos, corazones de brea / con la piel transparente que el salitre ha tostado? “


Y este preguntarse, este ubi sunt  que es querer saber dónde están  o qué fue de quienes vivieron antes que nosotros (y con nosotros, junto a nosotros, como Emilia ), es el resultado de este nuevo y doloroso canto titulado Cuando todo es ya póstumo-
Ángel, que me lo envió en la Navidad de 2016, como recuerdo del segundo aniversario de la marcha de su mujer, pero que yo he tardado en dar cuenta de él porque volvió a impresionarme con estos versos  de tono solemne y dolorosísimo sentir,                                                               
                                                                    “Los días sin ti ahora /
oscuros más que noche, tejen el maleficio Fantasmal de los vientos, / el sonido de un réquiem esparcido en la sombra.”

Leyéndolo  me pareció que, con estos versos plenos de soledad y desolación, Ángel  cerraba  no ya solo el inmenso círculo de una obra poética extensa e intensa, una reconocida trayectoria poética con diversidad de temas y siempre con enorme preocupación por el lenguaje, siempre con su magnífico lenguaje formal, pero aquí más versicular y más libre, (aunque estos versículos  bien podrían organizase con medidas más formales),
 
Con estos catorce poemas que componen Cuando todo es ya póstumo, versos de evocación dolorida, de insufrible ausencia, versos que desbordan sentimientos, que abrazan la desgana total del mundo, el desaliento de la vida frente a un mundo ya sin Emilia, sin la canción que lo fue todo y ahora siente que es nada porque ya no está y se pregunta: “¿Sabré dónde encontrarla al buscarla en mí ahora?”

Evocación y confesión, pasado y presente: para llorar lo perdido:
                                                                    “Sobre ti, luna extinta ,/ pese leve la tierra. Sitio eterno este tuyo bajo el cielo de Wátani, /  brezal donde el consuelo no hallará nunca día./ Escindida hoy del mundo, tu muerte a mi palabra ha dejado sin nido. Tú eras ella, voz única. / La que, ahora, conclusa, sepultada en lo mudo, es ceniza contigo.”

El poeta de Cuando todo es ya póstumo parece emitir el canto del cisne para ofrecernos su último aliento hablándonos de que  “tu (su) muerte a mi palabra ha dejado sin nido” porque Emilia era “su voz única” y nos la evoca en el río del recuerdo, “el aguacero de las desolaciones”, el discurrir del tiempo, del desconsuelo, del paisaje con presagios y desconciertos, de la nieve y el polvo, de la ausencia, de la soledad, del amor ido, de la nada. 

Una despedida, en fin, de la poesía con esta elegía a la muerte de Emilia, una despedida  que me recuerda aquella que, en Trasmundo, el libro que escribió  en 1980 y que yo, en una reseña,  titulé “Trasmundo y la voz del cisne”, fue un tiempo de temor y de angustia, un terrible tiempo que le hizo escribir uno de sus libros más intensos y más emocionantes. En Trasmundo el poeta nos ofrecía el diario devenir  de una muerte que parecía llegar al aparecer una enfermedad que le mantuvo hospitalizado y en vilo, en  este libro se funden la emoción, plena de luz  de la palabra, con la incertidumbre y el temor del hombre que siente  acercarse, de pronto, el final de su vida. Y esa es la sensación que ahora parece  abrazarle con la ausencia de Emilia.
Pero aquel final que presintió en Trasmundo no llegó y Ángel García López continuó cantando y junto a Emilia, su canción, escribiendo. Ahora es diferente por eso nos dice que “Tu muerte a mi palabra ha dejado sin nido” porque su canción, “su voz única” ya no está junto a él.
                                                                    “El alba era tu cuerpo /
y era en mí ya mi verso, estas frágiles sílabas de cera que el sol hiere / sin que puedan borrarse.
                                                    Sin sonar, no inventada, la canción ya era tuya. / Eras alumbramiento, luz nacida completa de los aires primeros / con su vuelo preciso, bajo las buganvillas que a tu frente enfeudaban / el concierto del mundo.”

Alta, cimera poesía la de este gran poeta que es Ángel García López del que yo espero que, como en Trasmundo, no sea el canto final este Cuando todo es ya póstumo y que Emilia, donde quiera que esté, siga siendo la canción que ilumine al poeta en su poesía y en su vida.
Porque: “A esta música huida no podré nunca hallarla. / Invisible, entre luces,  continua en la memoria,/  hostil lucha su efigie, inmóvil contra el luto con su forma sin forma.”
Y es que como dice el poeta: “Su muerte, sin olvido transita entre las nubes por largos pasadizos / que iluminan los vientos”  y alumbrarán al poeta porque a la canción la traerán los vientos del recuerdo, siempre, a su memoria.
                                                Manuel López Azorín





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