Ángel
García López: Cuando todo es ya póstumo
Ángel
García López: Cuando todo es ya póstumo
Con Cuando todo es ya póstumo, publicado
por Castalia Ediciones, 2016, dedicado a la memoria de Emilia, su mujer, Ángel García López (Rota, Cádiz, 1935),
parece querer cerrar una obra poética
que en 1963 inició con su primer libro titulado precisamente Emilia
es la canción.
(En la Navidad del 2014 recibí una
carta de Ángel García López que al tiempo que me emocionó, hizo
que recordara tiempos pasados. Al abrir la carta me encontré con una fotografía
de Emilia en plena
juventud y ni una sola letra escrita al dorso de la foto. Se me saltaron las
lágrimas. Ángel acababa de perder a Emilia y pensé, no tiene
palabras para expresar el inmenso dolor que le ha producido su muerte.)
Emilia
es la canción fue (y es) un libro de expresión amorosa y júbilo
existencial. Casi tres años ya que a Ángel
se le fue la canción pero su canto, tal
vez como el canto del cisne, nos trae ahora esta inmensa elegía en la que se pregunta:
“¿En qué muerte cifrada del país claroscuro han guardado este cuerpo? / ¿En qué taller sin nombre se hilaron esas cuerdas que su voz
maniataron? / ¿Cómo oírla en
los ángeles que madrugan las aguas y empujan las falúas; / los que vuelan
la orilla y lucen pies marinos, corazones de brea / con la piel transparente que el salitre ha
tostado? “
Y este
preguntarse, este ubi sunt que es querer saber dónde están o qué fue de quienes vivieron antes que
nosotros (y con nosotros, junto a nosotros, como Emilia ), es el resultado
de este nuevo y doloroso canto titulado Cuando todo es ya póstumo-
Ángel, que me lo
envió en la Navidad de 2016, como recuerdo del segundo aniversario de la marcha
de su mujer, pero que yo he tardado en dar cuenta de él porque volvió a
impresionarme con estos versos de tono
solemne y dolorosísimo sentir,
“Los días sin ti ahora /
oscuros más que noche, tejen el
maleficio Fantasmal de los vientos, / el sonido de un réquiem esparcido en la
sombra.”
Leyéndolo me
pareció que, con estos versos plenos de soledad y desolación, Ángel
cerraba no ya solo el inmenso
círculo de una obra poética extensa e intensa, una reconocida trayectoria
poética con diversidad de temas y siempre con enorme preocupación por el
lenguaje, siempre con su magnífico lenguaje formal, pero aquí más versicular y
más libre, (aunque estos versículos bien
podrían organizase con medidas más formales),
Con estos catorce poemas que componen Cuando
todo es ya póstumo, versos de evocación dolorida, de insufrible
ausencia, versos que desbordan sentimientos, que abrazan la desgana total del
mundo, el desaliento de la vida frente a un mundo ya sin Emilia, sin la canción
que lo fue todo y ahora siente que es nada porque ya no está y se pregunta: “¿Sabré dónde encontrarla al buscarla en mí ahora?”
Evocación y confesión, pasado y presente: para llorar lo perdido:
“Sobre ti, luna extinta ,/ pese leve la
tierra. Sitio eterno este tuyo bajo el cielo de Wátani, / brezal
donde el consuelo no hallará nunca día./ Escindida hoy del mundo, tu
muerte a mi palabra ha dejado sin nido. Tú eras ella, voz única. / La que, ahora, conclusa, sepultada en lo
mudo, es ceniza contigo.”
El poeta de Cuando todo es ya póstumo parece emitir
el canto del cisne para ofrecernos su último aliento hablándonos de que “tu (su) muerte a mi palabra ha dejado sin
nido” porque Emilia era “su voz única” y nos la evoca en
el río del recuerdo, “el
aguacero de las desolaciones”, el discurrir del tiempo, del
desconsuelo, del paisaje con presagios y desconciertos, de la nieve y el polvo,
de la ausencia, de la soledad, del amor ido, de la nada.
Una despedida, en fin, de la poesía con esta elegía
a la muerte de Emilia, una despedida que me recuerda aquella que, en Trasmundo,
el libro que escribió en 1980 y que yo,
en una reseña, titulé “Trasmundo y la voz
del cisne”, fue un tiempo de temor y de angustia, un terrible tiempo que le
hizo escribir uno de sus libros más intensos y más emocionantes. En Trasmundo
el poeta nos ofrecía el diario devenir de una muerte que parecía
llegar al aparecer una enfermedad que le mantuvo hospitalizado y en vilo, en
este libro se funden la emoción, plena de luz de la palabra, con la
incertidumbre y el temor del hombre que siente acercarse, de pronto, el
final de su vida. Y esa es la sensación que ahora parece abrazarle con la ausencia de Emilia.
Pero aquel final que presintió en Trasmundo
no llegó y Ángel García López
continuó cantando y junto a Emilia, su canción, escribiendo.
Ahora es diferente por eso nos dice que “Tu muerte a mi palabra ha dejado sin
nido” porque su canción, “su voz única” ya no está junto a él.
“El alba era tu cuerpo /
y era en mí ya mi verso, estas frágiles sílabas de
cera que el sol hiere / sin que puedan borrarse.
Sin sonar, no inventada, la canción ya era tuya. / Eras alumbramiento,
luz nacida completa de los aires primeros / con su vuelo preciso, bajo las
buganvillas que a tu frente enfeudaban / el concierto del mundo.”
Alta, cimera poesía la de este gran poeta que es Ángel García López del que yo espero que, como en Trasmundo, no sea el canto final este Cuando todo es ya póstumo y que Emilia, donde quiera que esté, siga siendo la canción que ilumine al poeta en su poesía y en su vida.
Porque: “A esta música huida no podré nunca hallarla. / Invisible,
entre luces, continua en la memoria,/ hostil lucha su efigie, inmóvil contra el luto
con su forma sin forma.”
Y es que como dice el poeta: “Su muerte, sin olvido transita
entre las nubes por largos pasadizos / que iluminan los vientos” y alumbrarán al poeta porque a la canción la traerán
los vientos del recuerdo, siempre, a su memoria.
Manuel López Azorín
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