Jesús
Aparicio González: Arqueología de un
milagro
Jesús Aparicio González (Brihuega, Guadalajara, 1961) ha publicado un nuevo libro: Arqueología
de un milagro (Ruleta Rusa Ediciones, Madrid, 2017.) Un poemario que es como el milagro de la vida,
que siempre son las cosas más cotidianas, pequeñas, apenas perceptible si es que te detienes, con sosiego, a
contemplarlas, a disfrutarlas, a sentir que en ellas está la almendra de este
vivir nuestro por el que muchas veces caminamos a ciegas. Ese es el milagro,
sencillo, sin aspavientos, sin palabras grandilocuentes, ampulosas, clara,
sugerentes, mínimas palabras empleadas habitualmente y que, a poco que reparemos en ellas, nos
ofrecerán lo mejor de la vida, su luz verdadera.
Leed el poema, “Algo normal”, un poema aparentemente
sencillo, sentid en su lectura como, la vida, la de la luz verdadera, se
muestra en él, alumbrándonos, sin estridencias, con la difícil sencillez de lo
más hondo :
”Despiertas./ Fruta, leche y cereales./ Te abrigas y
dejas en la casa/ otra hoja arrancada al calendario.// En la oficina/ ni la
rutina/ te derriba.// Y está ese verso,/ como germen de trigo, que te llena/ de
su milagro”.
Solo siendo, sintiéndose, parte de la naturaleza se
puede escribir con el sosiego y la paz que escribe Aparicio González, no como simple espectador, dentro de ella
dedicado no ya solo a mirar sino a la contemplación que nos ofrece el milagro
de las cosas pequeñas: el paso de las nubes, pero no como una descripción de la
realidad, no, es en el devenir de la vida.
Jesús Aparicio no nos describe la realidad, no es su idea esa, lo
que trata, creo yo (no nos conocemos personalmente, pero tengo esa sensación
por lo leído de él), es de mostrarnos, en esa realidad que nos presenta, lo
transcendente de esa realidad. El es un poeta “de las madrugadas” y en ellas nos ofrece: “…luz / en esa palabra
limpia que germina / bajo un sedimento de olvidos.” Y esa luz en la palabra limpia que germina,
clara, como la mirada de la infancia, produce ese milagro: “Luz que al
despertar/ ha engendrado la llama,/ aire que la mantiene/ y aviva las palabras/
que eternas permanecen/ fluyendo como el agua/ y que en la tierra siembran/
silencios que son almas.// Polvo de las estrellas/ que el poema levantan:/
fragmentos de una vida/ que crece si se apaga”
Hay mucho de sosiego, de paz, de lentitud
contemplativa en la poesía de Jesús
Aparicio González y hay también nostalgia, tal vez del tiempo de la
infancia, del tiempo de la patria del hombre que decía Rilke. En su forma de
escribir y supongo que de vivir hay una
manera única de contemplar la vida, la naturaleza y su transcurso, por tanto vida y poesía en
Jesús Aparicio González son una misma
cosa. Arqueología de un milagro,creo
yo, da fe de ello
Libros anteriores suyos (que ya reseñé en este blog): La papelera de Pessoa eran, y son, el primero, un poemario
introspectivo. Palabras de vigilia donde el dubitativo sujeto poético va en
busca de la verdad o de su verdad y lo hace contemplándose en el espejo más
íntimo y más sincero, el de la soledad. El segundo, La luz sobre el
almendro me recordó un paisaje sensorial y mediterráneo al tiempo
que evocador, una voz reflexiva hablando de la fugacidad con palabras luminosas
e imaginativas
y La paciencia de
Sísifo: poemas de lenguaje, de poesía y sobre poesía además de sobre
las cosas más pequeñas, cotidianas en la que a poco que se advierta,
suelen encontrarse las más grandes, las cosas más hondas, más profundas
envueltas en la levedad de lo aparentemente sencillo.
Libros que fueron el anticipo de este mirar sosegado,
contemplativo, hondo, antes más como celebración ahora con una cierta nostalgia
e incertidumbre frente al futuro como me parece
a mí que nos ofrece en el poema “Predicciones”: “Anteayer, hoy nevaba. /
Ayer decía lluvia. / Ahora el sol nos
deja fríamente / su última palabra / y tú no sabes nada del mañana”
De ahí tal vez su “Prólogo azul” donde nos dice: “Ensaya
un himno/ que cante a esas nubes que pasaron / enseñando tu rostro a los
gorriones. // Del viento son memoria, / su perfil aún sostiene / la abundante melena
/ que escondía tus sueños./ / Tu palabra, hoy oculta entre la nieve,/ da vida a
ese león / que quiso ser tu infancia.”
Un libro, en fin, que tras su lectura además de
llenarnos de paz, como desea el autor, nos abre los ojos a aquello que me decía
Claudio
Rodríguez: “El soñar es sencillo, pero no el contemplar.” Y Jesús Aparicio González contempla.
Manuel López Azorín
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