jueves, 18 de enero de 2018

Pedro Juan Gomila Martorell: "Hogueras de la carne"






Pedro Juan Gomila Martorell: Hogueras de la carne



Pedro Juan Gomila Martorell (Palma, 1967), ha publicado Hogueras de la carne (Editorial La Lucerna, poesía,  Palma 2017),  libro que  cierra la serie Eidolon. Compuesta por Arcadia desolada, En la tierra de Nod, La pasión según Dioniso y este Hogueras de la carne,  los cuatro libros publicados en esta misma colección. En  esta última entrega el propio poeta nos deja escrito en la contraportada: “Alucinación en forma de epifanía. E inmanencia que es reencuentro y abandono, una mística del cuerpo que dialoga con las formas donde moran otras voces, tan fugaces como el barro original. Sí, ardimiento de las almas, comuniones en la orilla de los tiempos, la materia que, ligada a su fin, goza: ecumenismo de una carne destinada a la ceniza.”



Aprende a amar al hombre, a la mujer, al niño,
desnuda, implacable, irreversiblemente,
con su memoria de leche y sus verrugas.
Aprende a no ser piedra nunca tanto
como para anidar en lo yerto que destruye.
Siente la tierra que palpita, y grita,
tras las huellas de la corza, tan descalzo.
Pero deja que te venza su sonrisa,
porque brota la conciencia si vivimos,
mas, si el tiempo nos arroja a los abismos,
nos devuelve a los dominios de la indiferencia,
donde ya no somos sino siendo acaso
nada, ausencia en la potencia de la noche,
copulando con el polvo de esta estrella
que está a punto de nacer conmigo: ¡ahora!


Gomila Martorell es un poeta que para escribir, confiesa que, “ni espera ser visitado por las musas ni hallarse en un particular y placentero estado de gracia; su escritura surge del sentir y del pensar, acontecimientos que suceden ininterrumpidamente y que a veces se desbordan por su intensidad, su exaltación, su dolor o incluso su onirismo.”
Gomila es un poeta culto, muy culto, y con cada uno de los libros de este poeta, traductor del  griego clásico, he tenido que bucear y documentarme (además de leer las notas finales de cada volumen) y debo decir que me ha servido para que mi ignorancia  en tantas cosas fuera algo menor.

En cuanto a la temática, en la que Pedro Juan adopta el realismo de Eurípides, me retrotraigo a Eidolón I: Arcadia desolada donde ya dije que era un poemario a manera de diario que nace de la experiencia personal del poeta, y es confesional y valiente dada su temática homosexual. Así pues podrá decirse que su poesía  nace desde la más íntima necesidad y con ella, el autor toma conciencia de su condición, purga su sentimiento, educacional, de culpa, se restituye consigo mismo y se enfrenta a los prejuicios sociales imperantes antes de la legislación,  de la legalidad en España.

 
De la segunda entrega de Eidolón II: En la tierra de Nod dije también que Gomila Martorell, se siente como Caín por defender la opción de ser él, por negarse a sí mismo para ser lo que los otros le imponen. Lucha frente a ese destierro impuesto porque no quiere ser “fugitivo” en esta sociedad, y la Ley española  le ampara. En la tierra de Nod  era, en definitiva, el poemario pleno de coherencia, de un poeta, un hombre, que lo que nos cuenta forma parte de su experiencia  vital y en ella su gran conocimiento de la literatura de ayer y de  hoy y con ella se sirve para mostrarnos referencias de pensamiento  y de religión desde su lucha entre el yo que es y el que los condicionantes han pretendido que sea.
 
En la tercera entrega Eidolón III: La pasión según Dioniso, quise destacar, al igual que lo hice en las anteriores el magnífico prólogo (en esta ocasión de mi paisano el poeta y filólogo Alberto Chessa), del que cito: “No era yo sino un espectro / un extraño simulacro”, leemos en estas páginas como una ratificación del epígrafe global de la serie (pues eso –es- pectro, fantasma, aparición y no otra cosa es eidolón en griego). El héroe de toda esta – podríamos  llamar –  epopeya del desgarro que a nigún  lector puede (¡ni debe!) dejar indiferente, es un adolescente embarcado en una agónica búsqueda  de la propia identidad;(…) La raíz del dolor, la música del grito, el silogismo de la amargura, el álgebra de la soledad sancionada por la diferencia son los pilares, tan vulnerables, sobre los que el poeta se levanta para clamar, no en un desierto, sino en una selva de cemento y prejuicios  (…) El muchacho se mueve allí con una calculada impiedad, una inmisericordia hacia aquellos que (con la broza de mis odios) desconsidera como sus semejantes, algo que –acaso irremisiblemente – lo  termina abocando a celebrar el cuerpo desde algo parecido a una mística perversa, elevada a la vez que sojuzgada, herida, contrita: se intuye que no hay más valle para los despojos que el de un originalísimo – al punto que sadiano – valle de Josafat.”


Y para concluir esta reseña en la que he tratado de resumir la tetralogía Eidolon de Pedro Juan Gomila Martorell, quiero citar Ramón Bascuñana, poeta con más de una docena de poemarios publicados. Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Murcia y prologuista de Hogueras de la carne que tan acertadamente nos dice: “La poesía de Gomila se construye sobre una herida abierta que supura y no acaba de cicatrizar nunca, sobre un yo disociado e inestable, sobre una identidad contradictoria en perpetua lucha consigo misma y con la hipocresía social enraizada en el patriarcado que la constriñe y la ahoga para intentar aniquilarla."   
De ahí que una ley progresista y tolerante con la diversidad no parezca estar del todo implantada en  ese patriarcado y, a veces, nisiquiera en la persona que convive con ese "yo disociado e inestable, sobre una identidad  contradictoria"   
Así nos sigue diciendo Ramón Bascuñana:  "Este conflicto de identidad es el centro mismo de los tres poemarios que preceden al que nos ocupa, que es culminación y ruptura con lo anterior,   cima y sima, cumbre y abismo. Lo igual y lo opuesto; su contrario. ¿De dónde podría  nacer la poesía sino es de la contradicción? El poeta es ante todo un ser contradictorio y paradójico. El conformismo es la muerte de la poesía.  Gomila es capaz de ser fiel a sí mismo y, como tal, de asumir sus contradicciones. Y de esa dinámica nace una poesía única e inimitable, una poesía como no existe otra en el actual panorama poético nacional.” 
Un libro este "Hogueras de la carne" en el que El ritmo del verso, esos magnificos dodecasdílabos tan perfectos, tan cadenciosos,  hacen que la voz poética sea dueña y señora desde el primer verso hasta el último y decir, repito, que todo el libro es una sucesión de hermosos dodecasílabos, plenos de cadencia, de ritmo, de musicalidad y decir que  en él,  Gomila Martorel renace de su “Casa de tinieblas”, libre de sí y de los otros… sabiéndose ceniza”... Pero abierto mar azul de la memoria.” 
 Y sabiéndose ceniza vive, siente, escribe.
Este es el poema:
Ahora crecen tantas ramas que son manos,
palpitando ciegamente en su neblina
como estrellas cuyo sexo no es angélico. 
Hoy que irrumpe como rosa esta amapola 
que dormía bajo el mármol de la carne,
despiojado de las fieras ambiciones, 
expurgado de espejismos, reconoce 
que el remanso de su centro es todo orilla,
donde escucha cual fontana en las entrañas 
la rotunda voz que le silencia, 
la que canta bajo el silbo de los vientos: 
mas, desnudo, sale erguido, masticando 
las semillas de violetas descarnadas, 
sucio e impuro como solo puede estarlo 
quien renace de su Casa de tinieblas.

Así pues, como muy bien nos dice Bascuñana: “El espectro y su doble, que han recorrido los versos cadenciosos y caudalosos de esta tetralogía, se han encarnado definitivamente en un ser atormentado y rebelde que es al mismo tiempo cuerpo y alma, ética y poética, lo sagrado y lo profano”


                                    Manuel López Azorín

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