viernes, 8 de junio de 2018

Marisa de la Peña: "Mapa de interiores"




Marisa de la Peña: Mapa de interiores


Marisa de la  Peña (Marisa Peña) nace en Madrid en 1969.  Es Licenciada en Filología Hispánica por la especialidad de literatura en la Universidad Complutense de Madrid y  ejerce como profesora de lengua española en el IES María Zambrano.
Es miembro de diferentes asociaciones que luchan por la recuperación de la dignidad y la memoria histórica de los perseguidos y silenciados durante la dictadura.

 
 Colabora en la revista digital “Tiempos modernos”, ha escrito varios libros de poesía en uno de ellos titulado “Poemario a dos voces” además de sus textos ha reunido los poemas de su abuelo Manuel de la Peña. Un hombre, como tantos otros  y otras que  al terminar la guerra civil, fueron cruelmente castigados y represaliados en las cárceles del régimen franquista.
Así, a través de aquellos poemas que les sirvieron como terapia, aquellos poetas encarcelados  pudieron soportar su terrible situación (algunos no, recuerden por ejemplo a Miguel Hernández que murió en la cárcel de alicante), recuerden también a Marcos Ana que tras muchos años de presidio pudo conocer “cómo es un árbol.”  Y también, estos presos  pudieron comunicarse con las familias, y como dice Marisa  agrandar su humanismo en su terrible condición de presos, como su abuelo que escribió estos versos: no descanses, no duermas, / purifica
lo creado de este lodazal inmundo,/ y surja del solar desinfectado,/ con otra humanidad, un nuevo mundo
.


 
Versos nacidos desde el sufrimiento para soñar un mundo más humano y mejor. Pero volvamos, tras estas palabras sobre la historia de los suyos, a Marisa Peña.

Marisa (ya lo he dicho en otras ocasiones), crea su poesía desde la necesidad, desde el humano afán de ser fiel a la memoria de la fuente que le dio su primera agua, su primer sueño, su primera lección para saber vivir con ética y escribir con ella y con estética.
En este Mapa de interiores (Editorial 21punto9. Madrid) en el que la autora se nos muestra reflexiva y  sincera y enarbolando la bandera humanísima del amor, nos dice su canción interior que no es otra que esta:
“Dar amor, recibirlo./ Besar el pan, cortarlo, repartirlo./ Saberme parte de una larga historia/
y seguir contándola a los que vienen./
Tejer memoria, cuidar el tapiz heredado,/ 
pasarlo a los siguientes con orgullo de piedra bien labrada.”

Marisa Peña es una mujer noble, sincera, y se nos ofrece con firmeza y al tiempo con ternura  y nos habla de sí misma y traza los contornos de este mapa suyo por eso nos dice: “Estar sola, / saberme sola/ No pertenecer a ningún clan, / a ninguna tribu, a ninguna manada. (…)
No pedir favores, /no tener padrinos, / no mendigar,/ no tener ambición, (…) Ser invisible,/ no llamar a engaños,/ no vender humo, / no venderme, / implicarme ideológicamente,/ mancharme de versos,(…) Para sentir, / para existir, / así, sin más, / para seguir latiendo.
Esta mujer, esta poeta, frente a la nostalgia, la tristeza, el desánimo, el cansancio, el desamor… ofrece la  reflexión y la búsqueda de la luz de la alegría, la esperanza, la fuerza, la valentía, en definitiva el amor. Amor por la vida, por el tiempo vivido, por los seres queridos, todo ello reflejado en el acto de vivir, de sentir, de pensar, de crear, de escribir poesía, porque a Marisa Peña la poesía le nace de todas las fuentes y bebe de ella con la necesidad de saciar su sed de palabras, su búsqueda de certezas, y de dudas, como bálsamo y como bandera y todo con amor y desde el amor, porque, como dijo el poeta: “solo quien ama vuela” y Marisa nos dice:
Porque sin amor / nada somos. /Apenas una sombra, / apenas un silencio./ si nos aman, nos nombran / y si nos nombran / somos.

En “Tiempos de ceguera”, segundo apartado de este libro la autora se pregunta: “¿Ganaremos la luz en estos tiempos de ceguera?” Y se plantea, como mantra, “No sucumbir, no sucumbir, no sucumbir.”
Y recuerda el rastro dejado por la historia de un tiempo de barbarie y de sombras: “Has dejado todo atado y bien atado (…) Pero no hay cuidado/  La conciencia es una voz muerta./ Tú de conciencias y de dignidades sabes mucho ,/ sabes silenciarlas, comprarlas, cercenarlas, enterrarlas muy hondo.”
Y se preocupa porque  en la actualidad  “los bosques arden” y “las mujeres caen acuchilladas” y “El mundo se llena de ceniza y sangre” y el asombro y el estupor y el llanto nos invade porque  “Los jinetes de la muerte / cabalgan sus caballos desbocados, / llora un niño en Alepo,  /llora una niña en Niza, / llora un padre en Bagdad, “ y es que todo esto parece no querer evitarse: “Los niños sirios  mueren / y nada hacen los que / realmente podrían evitarlo.”
Esta poeta quiere, sueña, escribir la palabra futuro, un futuro donde no exista violencia, donde se pueda ser feliz, donde sea el amor el eje de la vida porque sabe que este territorio futuro  es todo pesimismo ya que el ser humano parece ser “oscura bestia ciega de barbarie” y la palabra Europa es “ un erial desolado y sin memoria /donde mueren de frío, de hambre, / de abandono,/ miles de refugiados sin refugio.”
Y en su mapa de certezas, otro apartado del libro, Marisa Peña nos muestra, con pesimismo, la impotencia frente al mañana: “Y de nuevo mañana , otra vez, / nos pondremos la piel que nos cobija,/ y el traje de impotencia programada, / que nos va consumiendo cada día”
desde la izquierda: Armando Silles, Moncho Otero, Marisa Peña y M. López Azorín

Y frente a tanto dolor, tanta memoria, tanto llanto, tanta impotencia frente a la mitad de un mundo que parece ignorar a la otra mitad piensa esta poeta: “Hoy quisiera que alguien me salvara (…) para poder, de nuevo caminar”
Caminar, Marisa, y… “tener un poema entre las manos / un buen poema, / de esos que se leen una y otra vez… Caminar mientras  “Afuera queda el ruido (…) Adentro la palabra, el amor que me dieron,/ el que me empeño en dar,(…)  Pero… “Es difícil caminar entre escombros, buscando casi a ciegas la belleza (…) Es difícil dejar que todo pase / aun sabiendo también que todo queda. (ay don Antonio, el poeta de la palabra en el tiempo, el sucedido y el por llegar.)

Y entre ambos tiempos  concluye Marisa Peña su Mapa de interiores diciéndonos: “Somos solo una llama/ que oscila / entre el recuerdo / o el olvido / entre saber / o ignorar / entre el sueño / o la vigilia. / Entre apagarse / o permanecer.
Y como sabemos que mientras nos pienses seguiremos vivos, es decir permaneceremos,  los poetas escribimos para eso, para que nos piensen, para que nos recuerden, para seguir vivos en el pensamiento de todos aquellos que nos quieran. De aquellos  que nos lean. Porque así Marisa Peña y tantos otros permanecerán o permaneceremos. 

Lean su Mapa de interiores, lean su poesía. Leanla.


                               Manuel López Azorín
                                     Mayo 2018




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