Marisa de la Peña: Mapa de interiores
Marisa de la Peña (Marisa Peña)
nace en Madrid en 1969. Es Licenciada en
Filología Hispánica por la especialidad de literatura en la Universidad
Complutense de Madrid y ejerce como
profesora de lengua española en el IES María Zambrano.
Es miembro de diferentes asociaciones que luchan por
la recuperación de la dignidad y la memoria histórica de los perseguidos y
silenciados durante la dictadura.
Colabora en
la revista digital “Tiempos modernos”, ha escrito varios libros de poesía en
uno de ellos titulado “Poemario a dos voces” además de sus textos ha reunido
los poemas de su abuelo Manuel de la Peña. Un hombre, como
tantos otros y otras que al terminar la guerra civil, fueron cruelmente
castigados y represaliados en las cárceles del régimen franquista.
Así, a través de aquellos poemas que les sirvieron
como terapia, aquellos poetas encarcelados
pudieron soportar su terrible situación (algunos no, recuerden por
ejemplo a Miguel Hernández que murió en la cárcel de alicante), recuerden
también a Marcos Ana que tras muchos años de presidio pudo conocer “cómo
es un árbol.” Y también, estos presos pudieron comunicarse con las familias, y como
dice Marisa agrandar su humanismo en su terrible condición
de presos, como su abuelo que escribió estos versos: no descanses, no
duermas, / purifica
lo creado de este lodazal inmundo,/ y surja del solar desinfectado,/ con otra humanidad, un nuevo mundo.
lo creado de este lodazal inmundo,/ y surja del solar desinfectado,/ con otra humanidad, un nuevo mundo.
Versos nacidos desde el sufrimiento para soñar un
mundo más humano y mejor. Pero volvamos, tras estas palabras sobre la historia
de los suyos, a Marisa Peña.
Marisa
(ya lo he dicho en otras ocasiones), crea su poesía
desde la necesidad, desde el humano afán de ser fiel a la memoria de la fuente
que le dio su primera agua, su primer sueño, su primera lección para saber
vivir con ética y escribir con ella y con estética.
En este Mapa de interiores (Editorial
21punto9. Madrid) en el que la autora se nos muestra reflexiva y sincera y enarbolando la bandera humanísima
del amor, nos dice su canción interior que no es otra que esta:
“Dar
amor, recibirlo./ Besar el pan, cortarlo, repartirlo./ Saberme parte de una
larga historia/
y
seguir contándola a los que vienen./
Tejer
memoria, cuidar el tapiz heredado,/
pasarlo
a los siguientes con orgullo de piedra bien labrada.”
Marisa
Peña
es una mujer noble, sincera, y se nos ofrece con firmeza y al tiempo con
ternura y nos habla de sí misma y traza
los contornos de este mapa suyo por eso nos dice: “Estar sola, / saberme sola/ No pertenecer a ningún clan, / a ninguna
tribu, a ninguna manada. (…)
No
pedir favores, /no tener padrinos, / no mendigar,/ no tener ambición,
(…) Ser invisible,/ no llamar a
engaños,/ no vender humo, / no venderme, / implicarme ideológicamente,/
mancharme de versos,(…) Para sentir,
/ para existir, / así, sin más, / para seguir latiendo.”
Esta mujer, esta poeta, frente a la nostalgia, la
tristeza, el desánimo, el cansancio, el desamor… ofrece la reflexión y la búsqueda de la luz de la
alegría, la esperanza, la fuerza, la valentía, en definitiva el amor. Amor por
la vida, por el tiempo vivido, por los seres queridos, todo ello reflejado en
el acto de vivir, de sentir, de pensar, de crear, de escribir poesía, porque a Marisa
Peña la poesía le nace de todas las fuentes y bebe de ella con la
necesidad de saciar su sed de palabras, su búsqueda de certezas, y de dudas, como
bálsamo y como bandera y todo con amor y desde el amor, porque, como dijo el
poeta: “solo quien ama vuela” y Marisa nos dice:
Porque
sin amor / nada somos. /Apenas una sombra, / apenas un silencio./ si nos aman,
nos nombran / y si nos nombran / somos.
En “Tiempos de ceguera”, segundo apartado de este
libro la autora se pregunta: “¿Ganaremos
la luz en estos tiempos de ceguera?” Y se plantea, como mantra, “No sucumbir, no sucumbir, no sucumbir.”
Y recuerda el rastro dejado por la historia de un
tiempo de barbarie y de sombras: “Has
dejado todo atado y bien atado (…)
Pero no hay cuidado/ La conciencia es
una voz muerta./ Tú de conciencias y de dignidades sabes mucho ,/ sabes
silenciarlas, comprarlas, cercenarlas, enterrarlas muy hondo.”
Y se preocupa porque
en la actualidad “los bosques arden” y “las mujeres caen acuchilladas” y “El mundo se llena de ceniza y sangre”
y el asombro y el estupor y el llanto nos invade porque “Los
jinetes de la muerte / cabalgan sus caballos desbocados, / llora un niño en
Alepo, /llora una niña en Niza, / llora
un padre en Bagdad, “ y es que todo esto parece no querer evitarse: “Los niños sirios mueren / y nada hacen los que / realmente
podrían evitarlo.”
Esta poeta quiere, sueña, escribir la palabra futuro,
un futuro donde no exista violencia, donde se pueda ser feliz, donde sea el
amor el eje de la vida porque sabe que este territorio futuro es todo pesimismo ya que el ser humano parece
ser “oscura bestia ciega de barbarie” y
la palabra Europa es “ un erial desolado
y sin memoria /donde mueren de frío,
de hambre, / de abandono,/ miles de refugiados sin refugio.”
Y en su mapa de certezas, otro apartado del libro, Marisa Peña nos muestra, con pesimismo,
la impotencia frente al mañana: “Y de
nuevo mañana , otra vez, / nos pondremos la piel que nos cobija,/ y el traje de
impotencia programada, / que nos va consumiendo cada día”
desde la izquierda: Armando Silles, Moncho Otero, Marisa Peña y M. López Azorín |
Y frente a tanto dolor, tanta memoria, tanto llanto,
tanta impotencia frente a la mitad de un mundo que parece ignorar a la otra mitad
piensa esta poeta: “Hoy quisiera que
alguien me salvara (…) para poder,
de nuevo caminar”
Caminar, Marisa,
y… “tener un poema entre las manos / un
buen poema, / de esos que se leen una y otra vez… Caminar mientras “Afuera
queda el ruido (…) Adentro la
palabra, el amor que me dieron,/ el que me empeño en dar,(…) Pero… “Es
difícil caminar entre escombros, buscando casi a ciegas la belleza (…) Es difícil dejar que todo pase / aun
sabiendo también que todo queda. (ay don Antonio, el poeta de la palabra en
el tiempo, el sucedido y el por llegar.)
Y entre ambos tiempos concluye Marisa
Peña su Mapa de interiores diciéndonos: “Somos solo una llama/ que oscila / entre el recuerdo / o el olvido /
entre saber / o ignorar / entre el sueño / o la vigilia. / Entre apagarse / o
permanecer.
Y como sabemos que mientras nos pienses seguiremos
vivos, es decir permaneceremos, los
poetas escribimos para eso, para que nos piensen, para que nos recuerden, para
seguir vivos en el pensamiento de todos aquellos que nos quieran. De
aquellos que nos lean. Porque así Marisa Peña y tantos otros permanecerán
o permaneceremos.
Lean su Mapa de interiores, lean su poesía.
Leanla.
Manuel López
Azorín
Mayo 2018
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