domingo, 28 de octubre de 2018

Rafael Soler: "Leer después de quemar"




Rafael Soler: Leer después de quemar

 

Leer después de quemar (El Ángel, Editor. Quito, Ecuador, 2018) de Rafael Soler (Valencia, 1947), no es una antología que siga un orden cronológico ni es su título solo un juego de palabras sino que es un viaje interior que vivifica el fuego hecho ceniza para formar, no desde la nostalgia sino desde un presente vivo, una petición que clama amor a su amor y a la otredad. Porque, ya lo dijo Soler, y yo lo vengo diciendo hace tiempo, se escribe para que nos quieran.

Rafael Soler y Lucía Comba
 
Lucía Comba se ha encargado de hacer una selección y  ha organizado, con una cuidada selección de poemas de sus libros anteriores y unos pocos inéditos,  un nuevo libro. Libro que al leer ahora poemas que ya había leído me parece que forman un cuerpo diferente, y si Rafael Soler desde que lo leí por vez primera con Los sitios interiores (1980  ), me sorprendió, como me sorprendió después con Maneras de volver (2009  ), Las cartas que debía (2011  ), Ácido almíbar(2014), y No eres nadie hasta que te disparan (2016), de nuevo vuelve a sorprenderme con esta antología que no parece antología sino la trayectoria poética del hombre, del poeta que primero fue niño joven y transgresor del lenguaje :”Espera, que prisas / para bibir contigo con una hora basta / qué digo sólo mirarte y el mundo /en este puño, así/ te quiero llo.”
 

Maneras de volver me pareció que es como la película de un viaje, iniciado en Los sitios interiores. Y en tanto que viaja, con la memoria y con el sueño, nos muestra su yo, a veces desdoblado, con imaginación o con realidad, como en el espejo donde podemos ver el desencanto de quien, a través del viaje y de las experiencias vitales, ha madurado en el desencanto de este vivir provisional que trata de aferrarse a lo que permanece tras la provisionalidad del viaje interior que vive, fotograma a fotograma de la película de la vida, de nuevo con la certeza y la duda.
Soler escribe sobre temas universales: el amor, la muerte... escribe de perdedores y lo hace  con  su estética y su ética,  además de con ironía, humor y emoción. Él mismo ha dicho: “el poeta es una mirada,  es capacidad de asombro, es necesidad.” El poeta debe de ser el espejo donde hombre y poeta se enfrentan a la vida-
El poeta frente al hombre, el hombre junto al poeta. El hombre y el poeta en uno, frente a sí, mirándose en el espejo con la niebla del tiempo sobre sus rostros, indagando en ese yo que solo conocen ellos, pidiendo a gritos ambos  a su amor y a los otros, esos otros que son la condición humana: queredme, sí queredme! 

 

Ácido almíbar, era un libro intenso y brillante  que nos mostraba una personalísima voz sutil, desconcertante, irónica… Sus poemas nos ofrecen asombro y nos muestra en ellos su visión de la vida,  su gozo y su crudeza. Una excelente y honda reflexión sobre la vida desde el nacer al morir porque "la vida siempre nos ofrece una cosa y lo contrario". Y todo ello contado desde la metafísica del alma que es la poesía: “pero es preciso indagar / es preciso indagar” seguir caminando hacia "donde habita  el olvido", indagando siempre
La  poesía  de Rafael Soler, dentro de su mordaz ironía y su deslenguada manera de expresarse, sus juegos de palabras, su surrealismo, no francés, no mecánico, sino de pensamiento controlado,  de lenguaje de ahora mismo tiene un fondo de existencialismo y también  acaso algo de tono moral.
En Las cartas que debía se nos dualizó o desdobló como remitente y destinatario, con unos poemas donde jugaba a ser uno y diverso, es decir él y nosotros al tiempo. Poemas dirigidos a personajes aparentemente ficticios para contar y cantar, desde su yo al nosotros, su realidad y sus sueños.  Ya lo dijo: “Vivir es decidir / y todo error es tu grandeza // pues solo cuando llegas / das por cumplido lo vivido”

 
En No eres nadie hasta que te disparan, nos habla de las Pérdidas, los fracasos, Rafael Soler los oculta con sus transformaciones o cambios ofreciéndonos trampantojos, con películas, ahora de cine negro para sugerirnos sin mostrar, la verdadera cara del espejo. Una historia con tres en uno para contarnos una película con asesinato (simbólico) incluido y el guión de un fracaso, vital,  que el “narrador” (por más que el triunfo le acompañe), se encarga, en mi opinión, de mostrarnos, en el poema “Epílogo y no”, confesión solapada frente a la imagen.

 
Rafael Soler suele ofrecernos en sus poemarios la certeza y la duda, la ironía y el escepticismo, la caducidad y lo intemporal entremezclado, tal vez en cada libro con tono y lenguaje diferente o ciertos matices diferentes pero sin faltar la ironía ni la sorpresa verbal ni la indagación constante en el tratamiento expresivo.
Este narrador abatido frente al espejo, el que se siente perdedor y se maltrata y se busca, en la vida y en el verso sintiendo que es necesario indagar, para no acabar  sin fruto, seguir para dejar la palabra en el tiempo “solo así da su fruto / el vientre estéril de lo eterno.” Es de los que piensan que reponerse de un fracaso es más fácil que de un éxito, que cada cual lleva consigo su alforja con los aciertos y con los fallos, que tropezar y caer es igual a levantarse y seguir, que la vida es eso ganar y perder, perder y ganar y mientras tanto la aceptación, la búsqueda, la indagación, que el ensayo y el error forman parte del aprendizaje de vivir.
En la contraportada de Leer después de quemar  nos dice Xavier Oquendo Troncoso: “El oficio del poeta es hacer, con las palabras, el fuego y luego volver a sus cenizas.” Cenizas que se elevan como espuma por encima ya de la condición humana.
 
El poeta y el amor. El poeta y el hombre, ambos uno, en un libro de amor, estupendamente seleccionado por Lucía (no podía ser de otra manera),  como temática central. Pero también una voz con hondura que es, aunque de tono irónico, existencialista, una voz que nos muestra, en su cosmovisión particular, el mundo, los mundos del hombre, del poeta frente a lo que se pierde y lo que nos vence finalmente. Rafael Soler nos acerca lo invisible a lo visible en su poesía en un núcleo central, que es el amor ( el amor a la amada, especialmente en el apartado “Perdidos en la misma cama” y el amor a los otros,  que en realidad es lo que buscamos todos: ser amados, querer y ser queridos.


Por todo esto Leer después de quemar, siendo como es una selección antológica, es un libro nuevo de Rafael Soler que Lucía Comba, no sé si conscientemente o no,pero sí con mucho amor,  nos ha regalado en seis secciones  de cinco diferentes libros y seis poemas  inéditos que han formado una sola unidad.Soler junto a su poeta se enfrenta al espejo: – si escribe,  si habla del amor, de la muerte, del tiempo sucedido, con alegría y con descaro, es porque trata de buscar esa razón de ser y luego de no ser, si quiere sorprender con su lenguaje surrealista en ocasiones, si realiza en su poesía un viaje interior, maquillado de ironía, de carpe diem es porque sabe que el tiempo es fugaz y siempre acaba con la vida, si escribe para todos y escribe para sí es porque quiere, no solo que le lean, quiere que le quieran, tan solo eso que le quieran. Queredme, sí, queredme!
Y lo cierto es que le leemos, disfrutamos con ello y además le queremos.

                                Manuel López Azorín


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