Manuel López Azorín: POEMAS-3
Saciado de ti vengo, dulce campo,
hermosa sierra pobre
repleta de humildad y de belleza.
No de tu voz que llega cuando quiere
a escribirme la vida que contemplo,
la que pienso y que sueño,
la que ansío estos días de verano
cuando te siento cerca
y me dictas palabras que son tuyas;
pero que yo hago mías en este campo-sierra
donde respiro paz y me permite,
con toda la humildad de lo sencillo,
disfrutar del instante:
los árboles, los pájaros, las flores,
este azul de Madrid serrano y limpio
que detiene los miedos y las dudas
con toda la armonía de gentes que se afanan
para obtener su fruto, alto jornal de su trabajo,
teniendo en cuenta, al fin, lo más sencillo.
Saciado de ti sueño
que me abraza tu voz, que me libera.
Te he sentido conmigo y es tu voz el amor
de pronombres, de verbo enfebrecido
como el de los amantes que disfrutan
con adverbios de besos y adjetivos
que califican todo
con el ardor, la llama del deseo,
la luz que los alumbra.
Saciado me dispongo
a librar la batalla de los días.
26 agosto 2018
Manuel López Azorín
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Hoy contemplo el ocaso
y la naturaleza me recuerda
su juventud perenne.
Yo, que tengo ya una edad
semejante a la tarde que se marcha,
puedo observar dolores y tristezas
y algunas alegrías, aunque pocas,
y no solo las mías, de los otros,
sí, vosotros que no me sois ajenos.
Mías también siento las estaciones
este verano que es de fuego y hielo
y recuerdo a Cernuda cuando dijo:
“Los árboles al poniente
dan sombra a mi corazón”
Porque el dolor humano es siempre el mismo
y también la alegría.
Cómo vemos por dentro.
Si no se espera nada y la nada se teme,
todo será vacío,
ni ahora ni mañana saludarán la vida.
He vuelto al campo-sierra
huyendo del desorden y del ruido,
del temor y la duda
para mirar al cielo y regresar
con ganas a la vida.
24 de agosto
Manuel López Azorín
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Como los manantiales
fluyen los sentimientos,
surgen a borbotones,
nacen desde muy dentro
y como el agua clara,
sinceros, claros, frescos,
se muestran transparentes
mientras discurren lentos
o rápidos y alegres,
con un rumor sereno
o impacientes prisas
mostrando a cielo abierto
lo más hermoso y hondo,
lo más grande y más bello,
toda la incertidumbre
y todo el desconcierto
este verano que es de fuego y hielo
y recuerdo a Cernuda cuando dijo:
“Los árboles al poniente
dan sombra a mi corazón”
Porque el dolor humano es siempre el mismo
y también la alegría.
Cómo vemos por dentro.
Si no se espera nada y la nada se teme,
todo será vacío,
ni ahora ni mañana saludarán la vida.
He vuelto al campo-sierra
huyendo del desorden y del ruido,
del temor y la duda
para mirar al cielo y regresar
con ganas a la vida.
24 de agosto
Manuel López Azorín
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Como los manantiales
fluyen los sentimientos,
surgen a borbotones,
nacen desde muy dentro
y como el agua clara,
sinceros, claros, frescos,
se muestran transparentes
mientras discurren lentos
o rápidos y alegres,
con un rumor sereno
o impacientes prisas
mostrando a cielo abierto
lo más hermoso y hondo,
lo más grande y más bello,
toda la incertidumbre
y todo el desconcierto
No pueden evitarse.
Corren los sentimientos
igual que corre el agua,
son emociones, viento.
Del corazón nos nacen
y el corazón, latiendo,
confiesa sus razones
que la razón, al tiempo,
no entiende por qué pasa
(igual que yo no entiendo).
No es cosa de entender,
no es del entendimiento
que nace la emoción
sea risa o desconsuelo.
Esto es “un no sé qué
que queda balbuciendo”
sea mirando a tierra
o mirando hacia el cielo.
Juan de Yepes lo dijo
Sin entender, sabiendo,
que la razón más alta
de su emoción, su celo,
era el amor más puro,
más dulce, más eterno.
El amor cuando nace,
ya manantial, ya fuego,
se muestra para darse
sin condición y luego,
si ese amor sufre, llora,
o acaso siente miedo…
el que ama sufre y siente
el mismo desconsuelo
y el temor se apodera
y los mantiene presos.
Tú eres mi manantial
y me nutre tu aliento
y mis ojos son agua
si me pides silencio.
No te sientas culpable,
me respondes. Me siento,
pero acato tu voz
de temor, aunque pienso:
Como los manantiales
fluyen los sentimientos.
Silenciar emociones
es morirse por dentro.
Pero si tú lo pides
yo, por ti, las silencio.
Manuel López Azorín
10 de agosto de 2018
Poemas del libro: La voz que me protege (2018)
Corren los sentimientos
igual que corre el agua,
son emociones, viento.
Del corazón nos nacen
y el corazón, latiendo,
confiesa sus razones
que la razón, al tiempo,
no entiende por qué pasa
(igual que yo no entiendo).
No es cosa de entender,
no es del entendimiento
que nace la emoción
sea risa o desconsuelo.
Esto es “un no sé qué
que queda balbuciendo”
sea mirando a tierra
o mirando hacia el cielo.
Juan de Yepes lo dijo
Sin entender, sabiendo,
que la razón más alta
de su emoción, su celo,
era el amor más puro,
más dulce, más eterno.
El amor cuando nace,
ya manantial, ya fuego,
se muestra para darse
sin condición y luego,
si ese amor sufre, llora,
o acaso siente miedo…
el que ama sufre y siente
el mismo desconsuelo
y el temor se apodera
y los mantiene presos.
Tú eres mi manantial
y me nutre tu aliento
y mis ojos son agua
si me pides silencio.
No te sientas culpable,
me respondes. Me siento,
pero acato tu voz
de temor, aunque pienso:
Como los manantiales
fluyen los sentimientos.
Silenciar emociones
es morirse por dentro.
Pero si tú lo pides
yo, por ti, las silencio.
Manuel López Azorín
10 de agosto de 2018
Poemas del libro: La voz que me protege (2018)
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