lunes, 5 de noviembre de 2018

Ana Montojo: "Un solo de Saxo"



Ana Montojo: Un solo de saxo



Ana Montojo ( Madrid, 1949), nos llegó con un nuevo libro de poemas Un solo de saxo,(Ayuntamiento de Piedrabuena, 2018) ganador del Premio de poesía “Nicolás del Hierro”.Premio que el cinco de octubre (y presentada entonces por Valentín Martín que, entre otras cosas, dijo:  “Un solo de saxo' "es un estallido de soledad, probablemente turbulenta, de una poeta, de una gran poeta, que atrapa la soledad de los gestos de antes y de afuera para pasar la inquietud de su vida entre nosotros”,), recogió de manos del alcalde de este pueblo manchego de Ciudad Real.
  
Premio que Ana Montojo recibió en Piedrabuena, pueblo natal del poeta Nicolás del Hierro. Después lo ha presentado en Madrid el 19 de octubre en la Sala de conciertos Alevosía acompañada esta vez del autor del prólogo, el poeta Rodolfo Serrano que nos dijo:” Es la poesía de Ana Montojo. Esa poesía, tan difícil, tan compleja en su aparente sencillez”. Acompañada también por los poetas-cantautores  Rafa Mora y Moncho Otero, que musicalizaron e hicieron cantar (ellos siempre son capaces de hacernos cantar), el hermoso poema “Gris”  donde Ana reivindica la duda, el derecho a discrepar, a equivocarse, etc. 
Y acompañada por la guitarra mágica de Chus Laforet, además de un público que llenó a rebosar la sala para escuchar a  Ana Montojo y acompañantes.
 
Moncho Otero, Rodolfo Serrano, Chus Laforet, Ana Montojo y Rafa Mora.

Un solo de saxo es la continuación de esa íntima, clara, directa, sincera conversación consigo misma y para con los otros que nos viene ofreciendo en su obra poética.  Una conversación necesaria que, si no salva, al menos libera.Una poesía confesional que de modo cotidiano trata, con ritmo y emoción, lo que siente, lo que vive, lo que observa en el día a día.

Sobre el primer libro que yo leí de Ana Montojo dije: Una expresión intimista, introspectiva, descarnada, rítmica y emocional que, a modo de catarsis, la liberaba parcialmente de su atormentado mundo interior  que es, como el de muchos, contradictorio. Una poesía con una arquitectura verbal dentro de la norma, con sencillez, con esa difícil sencillez que hace que todos los posibles lectores, los que lean mucho y los que lean poco, comprendan, sientan y se reconozcan en su descarnamiento  y sus contradicciones y un interior en el que la tristeza y el desánimo van unidos a la fuerza de la resistencia. 



Suele decir Ana que ha escrito desde niña como desahogo aunque sin afán de que otros la leyeran; pero inconscientemente, seguro que lo soñaba y ahora, leída ya por muchos, se ha cumplido  uno de sus sueños. Un sueño al que Ana Montojo se acercó, dice ella, tarde. A la poesía, Ana, uno no se acerca, en todo caso intentamos que venga ella a nosotros; pero ella, la poesía, “nos llega cuando quiere y a quien quiere” y a ti te llegó cuando fue necesaria.


Ana Montojo necesitaba la poesía, necesitaba volver a creer que no está sola, que alguien, muchos, la pueden querer por ella misma, necesitaba un camino de regreso para librase de la soledad, de la tristeza, de los silencios y con la fuerza del que resiste a pesar de, llegó la poesía y la quiso con su verbo que ejecuta acciones sencillas, cotidianas, elementales al tiempo que se queda en nosotros porque es un verbo claro, transparente, verdadero y de la mayoría. Llegó la poesía, digo,  y se disipó con ella “La niebla del tiempo” y ya con algo más de luz, sus “plantas de interior” florecieron en su casa  como florecen las emociones cuando son verdaderas emociones y decidió, con valentía “vivir con lo puesto”  resistir con entereza aquello que la memoria nunca olvida y se enfrentó al ayer, que le rompió los sueños, evocando a “Jaime”, su hijo, desde el dolor, sí, pero con el amor y la ternura de lo que siempre permanece en eso que yo llamo la materia de los sueños, es decir, la memoria, y tras aquel ejercicio de amor sin fin, llegó un  “atronador silencio de los pájaros” que acabaron cantando porque ya tenían “las horas contadas” y aunque ahora nos diga : “Y es que solo me queda / una cruel soledad intransitiva” con un “solo de saxo” y su tristeza sea llama siempre ardiendo, contempla ese desorden de la vida y no es que se resigne no, se enfrenta con valor, libra batallas porque ella es luchadora y resistente a la guerra continua de vivir y la vive soñando con poemas de amor sin concluir y algún final feliz en verso y vida.

 
Y si acaso encontráis en la pantalla / un poema de amor al que le falten/ las últimas estrofas,/ terminadlo vosotros. Es posible/
que haya un final feliz en vuestros versos.


Si la poesía, como suelo decir siempre, es la necesidad de atrapar  instantes del tiempo, “La Montojo los atrapa y, al tiempo, nos atrapa a nosotros  con su ritmo y la emoción que nos trae con su palabra de nostalgia, de tristeza, de soledad, palabra que se crece frente a la derrota, la pérdida, el dolor, palabra que reivindica la duda, el derecho a equivocarse, palabra  que se convierten en humo, como el perenne cigarrillo que sostienen sus dedos  porque “La Montojo” lleva con ella la necesidad ineludible de sobrevivir, de seguir adelante, y de que la quieran.

 

GRIS
Reivindico la duda 
y el color gris con todos los matices /
la verdad absoluta me da miedo./
Miro a los ojos a esa incertidumbre/
que casi siempre esconde la certeza.//

Reivindico el derecho a discrepar 
incluso de los míos
y a poner en cuestión todos los dogmas.

Reivindico el derecho a equivocarme, 
a tropezar mil veces con la piedra
en la que construí toda una vida
y a caerme de bruces nuevamente.

Reivindico el error 
y mis contradicciones sucesivas.

Y mi debilidad. Y mi nostalgia 
por algunos hermosos disparates.

Y el grito de la carne.
Y esa necesidad, ineludible
para sobrevivir, de que me quieran.

Tiene razón Ana Montojo: No, no, "no hay valor absoluto"(...)  "Todo empieza y acaba con la duda" y por esa necesidad de que nos quieran,


Por la poesía de Ana Montojo (además de los mágicos sonidos que Chus Laforet le regala cuando acaricia su guitara)resuena Gil de Biedma y hasta podríamos decir que se da un cierto paralelismo entre el poeta  señorito administrador de compañía de tabacos filipinos, que se vuelve insurgente y de manera confesional se rebela contra aquello que la vida le ofrece y no le gusta y esta poeta que resiste los embates de la vida y lucha con ahínco, aunque sea de palabra como Biedma, porque la vida sea mejor, más justa y solidaria. Tal vez por ello esta poeta escribió la “memoria secreta de una niña bien”. Pero en su poesía hay muchos y estupendo ecos, resonancias, frutos de muchas lecturas y muchos aprendizajes que le han dejado poetas que no sé si conocería, como Ángel Gonzalez, ( aunque creo recordar que sí) y poetas que sí ha conocido como Elvira Daudet, esto por citar solo los ecos de aquellos que ya se nos han ido, pero hay muchos más ecos de poetas que todavía caminan y los vemos y los escuchamos en sus lecturas o en sus libros, que Ana Montojo, con su manera personal de cantar, especialmente en endecasílabos y heptasílabos blancos, ha hecho suyos y ha conformado un coro de ecos tan personal que, para mí, merece ya ser conocida por el apelativo con el que se nombra a alguien que destaca, sobresale, “La Montojo” Una poeta que en estos días se encuentra en  Tanger (Marruecos), en dando, creo, una lectura en el Instituto Cervantes.



Así pues Un solo de saxo es un paso más en la poesía que nos ofrece esta mujer desamparada y triste, motivos tiene, pero que se crece, no solo en cada poema sino frente a la vida y brinda con un gin-tonic junto a los amigos porque, a pesar de todo, vivir, escribir, es como el aire, como el agua, como la sal, algo necesario para seguir haciendo camino.

( Las fotos son de Carmen Jiménez excepto la primera que es del Diario Economía y la última que la he robado prestada de su perfil de Facebook)

                        Manuel López Azorín

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