Ezequías Blanco: Tierra de
luz blanda
Ezequías Blanco (Paladinos del Valle, Zamora, 1952), narrador y poeta nos
ofrece un nuevo libro de poemas, lo ha publicado con Antonio Benicio Huerga, un joven editor con pedigrí
paterno-materno que ha cumplido un año como editor y ya tiene con él unos
cuantos libros de interés como este de Ezequías Blanco: Tierra
de luz blanda (editorial Los libros del
Mississippi. Madrid, 2020) Pero antes de hablar de este nuevo libro os cuento que
Ezequías Blanco es un poeta bragado en el ritmo del verso y en
su musicalidad, un profesor que ha dado alas a nuevas generaciones para que
vuelen por la vida y la literatura, un hombre que comenzó un sueño de
paradójico título para hablar ( o mejor dicho para que habláramos) de
literatura y de poesía: “Cuadernos del matemático”, un sueño que se convirtió
en un emblema de creación y que duró treinta años. Con Ezequías de director y junto a Cristóbal López de la Manzanara y Matías
Muñoz, entre otros. "Cuadernos del matemático", ideada en el Instituto
Puig Adam de Getafe fue una revista que se mantuvo durante treinta años en
primer plano y merece ser recordada siempre y yo quiero comenzar recordándola;
pero dicho esto diré que además Ezequías
blanco como poeta tiene una trayectoria bien definida , al menos para mí,
que además de conocerlo personalmente desde hace años, le conozco especialmente
por un libro suyo que abarca gran parte de su poesía desde 1978 hasta 2012, su título La
realidad desentendida, además
de otros como Los caprichos de Ceres (1996) y Palabras de la Sibila (1992 y 2000).
De Tierra de luz blanda nos
dice Enrique
Gracia trinidad en su
prólogo que no es un prólogo al uso sino
un cúmulo de impresiones emocionadas, sentidas durante la lectura y que yo os
recomiendo que leáis como guía imprescindible para enfrentaros a este
libro que por muy tremendo que os pueda
parecer no es sino el aliento vital de un hombre, de un poeta que magnifica la
vida mientras sufre una enfermedad y la supera.
Enrique con su siempre saber hacer, leer y saber sentir el pálpito
de lo leído por bien escrito, nos
dice: “Cuando leas versos como “sueñan los hombres
para que no se borre el mundo” o “cada farola tiene una historia que contarte”.
Lee con devoción y sabrás, como he sabido yo gracias al poeta Ezequías
Blanco, que detrás de un gran libro siempre hay una experiencia vital y
que, a pesar de todo, “la vida sigue imparable y magnífica”.
Tierra
de luz blanda es un libro con
poemas de honda y vívida verdad, un poemario sugerente y real porque forma
parte de la experiencia personal y anda
envuelto con las palabras precisas, sentidas y vividas en el ropaje humano,
desde el humano temor y el mensaje que transmiten sus versos de claridad y
sencillez emocionante.
La enfermedad está tan presente en este
libro como lo está Ezequías describiéndonos, paso a paso, su estancia en un hospital
durante los 38 poemas, con versos verdaderos, honestos, que lo componen y, todo
ello siempre con la esperanza de
volver de nuevo a la vida para degustarla y reposarla, de banco en banco, para
buscar “…cada día los lugares / donde
nadie confunda los caminos”
Lo que más importa de este libro es la alegría de saberse
no sano pero si vivo y eso hace que la mirada del hombre, del poeta sea y esté,
porque, siempre lo he dicho Ser poeta es
un modo de sentir, / modo de esta, de ser en esta vida. El poeta puede
sufrir hasta rabiar, en su interior puede haber un verso que le diga: “Tu alma es un pozo
oscuro entre las sombras” pero rápidamente llegará otro verso pleno de luz
y de esperanza diciéndole: “La vida sigue imparable y magnífica”
De modo que por difícil que parezca , lo sé
por experiencia propia, en tanto que se sufre en la habitación, los pasillos,
el quirófano… “Te llevan por espacios
trasparentes / donde no hay nada a qué
aferrarse”, las palabras que se
piensan van del amor al dolor, del dolor al temor a la muerte. El miedo, martillea
con insistencia, se convierte en un molesto inquilino día y noche, deja heridas
que auguran un adiós y “Los sentidos te anulan, te
aferran a la tierra / a través del dolor” Pero el poeta, de la
muerte a la vida, forma un circulo que concluye con que “la vida sigue siendo imparable y magnífica”
y hay que seguir siendo y estando. La poesía salva, o al menos libera, alivia,
es un bálsamo y un baluarte defensivo contra todos los males humanos. La poesía
es esperanza y la esperanza le gana la batalla al miedo.
Lean este libro, sientan este poemario tan emocionante
como verdadero. Yo que he sufrido y he sentido el dolor y he temido la muerte
sé de lo que está hablándonos el poeta
en este Tierra de luz blanda y sé que os va a emocionar su dolor y su
vitalismo. Y sabréis también que después
de escribir este libro los bancos serán el espacio de reposo y reflexión de
este poeta llamado Ezequías Blanco.
Por eso os dejo este poema para concluir.
Bancos
Buscaré cada día los lugares
donde nadie confunde los caminos
donde muy poco importan las derrotas.
Reiré con el que luce a sus espaldas
“Cristo mola” o con el otro que dice:
“somos muy malas pero podemos ser peores”.
Iré de banco en banco en mis paseos
porque a cualquiera acogen
con su respiración tan desprendida.
Y así como quien flota sobre un cielo dormido
recorreré los bancos de mi entorno
para fortalecer mis músculos
mis fibras mis huesos mis tendones lastimados
hasta llegar al que reposa
bajo aquella morera verdinegra
desde donde mejor se ve la luna.
Y descansaré en el del viñedo
y refrescaré la mirada
sobre la humedad del de la verdinosa piedra.
Desde un banco me iré rodando a casa
y en un banco plantaré las verduras
de mi huerto…Y sobre un viejo banco
dormiré eternamente soñando con palmeras.
Ezequías
Blanco es
Filólogo, poeta y escritor. Ejerce como catedrático de Lengua en un centro de
secundaria.
Ha publicado los libro de poemas Limitación del vuelo (1979), Palabras de la Sibila (1992 y 2000), En medio del desierto (1996),
Los caprichos de Ceres (1996), Archivo de Imágenes-Imágenes de
archivo (1999), Objetos del amor lejano (2005) y La realidad desentendida (1978-2012)
Como narrador es autor de los libros
Memorias del abuelo de un punk (1997), Tres muñecos de vudú (2001) y Tienes una cabeza
apuntando a tu pistola (2009).
Ha recibido premios como el Nacional de Poesía de Ciega de Manzanares
Manuel López Azorín
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